La adolescencia es una destacada fuente de argumentos para el séptimo arte, bien como tema principal del guión o con matices destacados dentro de la trama. Se ha retratado la adolescencia bajo distintos prismas, desde la mirada más jovial hasta la más dramática. En este sentido, acaba de estrenarse Precious (Lee Daniels, 2009), un relato duro y vibrante basado en la novela “Push”, editada en 1996 y cuya autora es la poeta y novelista estadounidense Sapphire.
Claireece "Precious" Jones (Gabourey Sidibe, en un impresionante debut en el cine) es una adolescente negra de 16 años con obesidad mórbida, analfabeta y que vive en el Harlem de los años 80 desarraigada socialmente junto a su madre (Mo´Nique), una ex-presidiaria que la somete a maltratos físicos y emocionales. Está embarazada por segunda vez de su padre, al que nunca ve; su primera hija tiene síndrome de Down (y a la que apodan “Mongo”) y viven de las ayudas de la asistencia social. Cuando la joven está a punto de abandonar la escuela por su embarazo, es trasladada a un instituto alternativo donde los alumnos participan activamente en la enseñanza. Allí conocerá a la señorita Rain (Paula Patton, la única belleza -en cuerpo y alma- de toda la película; actriz difícil de olvidar tras su primer papel protagonista en el thriller de Tony Scott, Déjà Vu) y que no parará hasta que “Precious” (paradójico nombre, visto lo visto) recupere su dignidad.
Con este argumento, lo normal es que uno no se anime a visionarla. Pero el relato deja espacio para la solidaridad, la esperanza y la humanidad, con mensajes sobre la superación de dificultades, en un viaje que lleva de la oscuridad, el dolor y la impotencia a la luz, el amor y la autodeterminación. Precious es una de las sorpresas del año, puro cine independiente. Es la flamante ganadora de Sundance 2009, con un paso triunfal por la mayoría de los festivales de cine (una de las películas más premiadas de la temporada) y cuyo colofón son las 6 nominaciones a los Óscars: mejor película, mejor director, mejor actriz principal (a la debutante Gabourey Sidibe), mejor actriz secundaria (para Mo´Nique, reconocida actriz de comedias, quien, sin embargo, baja a los infiernos de la interpretación; por este papel ya ha quitado el Globo de Oro a Penélope Cruz por Nine y , a buen seguro, también le arrebatará el óscar, pues por mucho amor patrio a “Pe” no creo que tirarse con glamour por una cortina merezca tal galardón) y mejor guión adaptado.
La película guarda algunas curiosidades: una de las productoras ejecutivas es la poderosa presentadora Oprah Winfrey; dos estrellas de la canción hacen sus pinitos en la película: Mariah Carey (como trabajadora social) y Lenny Kravitz (como enfermero); la propia Sapphire, autora del libro, hace una breve aparición como cuidadora de guardería; la anterior película del director (Shadowboxer) también tiene entre sus actores a Mo´Nique que, en dicha película y curiosamente, se llama Precious.
La protagonista de la película reúne un conjunto de problemas médicos (la visión de la obesidad y el embarazo no deseado nos golpean como puños), psicológicos (la autoestima destrozada en el entorno de una familia patológica) y sociales (analfabetismo, desarraigo y marginación social) que nos hablan, de una forma extrema, de lo que nunca debemos permitir de una adolescencia sana, en términos de salud física y mental. Y ese es un camino que se inicia desde la primera infancia y del que todos somos responsables: padres y familia, educadores, sistema sanitario, políticos y sociedad en general. La mayoría de nosotros no trabajamos en ambientes como Harlem, pero si reconocemos determinadas áreas de salud donde la situación social de la población y el desarraigo de las familias, acerca a los adolescentes al borde del abismo.
La adolescencia es una “tierra de nadie” desde el punto de vista de la sanidad: demasiado mayores para ser niños, demasiado jóvenes para ser adultos. Siempre se ha criticado a los pediatras de aumentar la edad de cobertura de sus pacientes (“hasta los 14 años”, “hasta los 18 años”, “hasta los 21 años” incluso, según las sociedades pediátricas de distintos países), pero lo cierto es que desde la pediatría se ha hecho una gran apuesta por su atención, tanto desde el punto de vista institucional (la Sociedad de Medicina del Adolescente es una de las 24 sociedades de especialidades pediátricas con las que cuenta la Asociación Española de Pediatría) como práctico (desarrollo de unidades de adolescentes, tanto en hospitales como en centros de atención primaria).
La atención del adolescente es un reto demasiado importante para que pensemos que pueda estar en manos de una sola especialidad. Se precisa una colaboración multidisciplinar (pediatras, médicos de familia, psicólogos, psiquiatras, psicopedagogos, enfermería, educadores, asistentes sociales, etc) y en el que deben participar todos aquellos profesionales con preparación (especial preparación; no sirve la que empleamos para niños, tampo la que realizamos en adultos) e ilusión por esta importante etapa de la vida, verdadero futuro de nuestra sociedad.
Claireece "Precious" Jones (Gabourey Sidibe, en un impresionante debut en el cine) es una adolescente negra de 16 años con obesidad mórbida, analfabeta y que vive en el Harlem de los años 80 desarraigada socialmente junto a su madre (Mo´Nique), una ex-presidiaria que la somete a maltratos físicos y emocionales. Está embarazada por segunda vez de su padre, al que nunca ve; su primera hija tiene síndrome de Down (y a la que apodan “Mongo”) y viven de las ayudas de la asistencia social. Cuando la joven está a punto de abandonar la escuela por su embarazo, es trasladada a un instituto alternativo donde los alumnos participan activamente en la enseñanza. Allí conocerá a la señorita Rain (Paula Patton, la única belleza -en cuerpo y alma- de toda la película; actriz difícil de olvidar tras su primer papel protagonista en el thriller de Tony Scott, Déjà Vu) y que no parará hasta que “Precious” (paradójico nombre, visto lo visto) recupere su dignidad.
Con este argumento, lo normal es que uno no se anime a visionarla. Pero el relato deja espacio para la solidaridad, la esperanza y la humanidad, con mensajes sobre la superación de dificultades, en un viaje que lleva de la oscuridad, el dolor y la impotencia a la luz, el amor y la autodeterminación. Precious es una de las sorpresas del año, puro cine independiente. Es la flamante ganadora de Sundance 2009, con un paso triunfal por la mayoría de los festivales de cine (una de las películas más premiadas de la temporada) y cuyo colofón son las 6 nominaciones a los Óscars: mejor película, mejor director, mejor actriz principal (a la debutante Gabourey Sidibe), mejor actriz secundaria (para Mo´Nique, reconocida actriz de comedias, quien, sin embargo, baja a los infiernos de la interpretación; por este papel ya ha quitado el Globo de Oro a Penélope Cruz por Nine y , a buen seguro, también le arrebatará el óscar, pues por mucho amor patrio a “Pe” no creo que tirarse con glamour por una cortina merezca tal galardón) y mejor guión adaptado.
La película guarda algunas curiosidades: una de las productoras ejecutivas es la poderosa presentadora Oprah Winfrey; dos estrellas de la canción hacen sus pinitos en la película: Mariah Carey (como trabajadora social) y Lenny Kravitz (como enfermero); la propia Sapphire, autora del libro, hace una breve aparición como cuidadora de guardería; la anterior película del director (Shadowboxer) también tiene entre sus actores a Mo´Nique que, en dicha película y curiosamente, se llama Precious.
La protagonista de la película reúne un conjunto de problemas médicos (la visión de la obesidad y el embarazo no deseado nos golpean como puños), psicológicos (la autoestima destrozada en el entorno de una familia patológica) y sociales (analfabetismo, desarraigo y marginación social) que nos hablan, de una forma extrema, de lo que nunca debemos permitir de una adolescencia sana, en términos de salud física y mental. Y ese es un camino que se inicia desde la primera infancia y del que todos somos responsables: padres y familia, educadores, sistema sanitario, políticos y sociedad en general. La mayoría de nosotros no trabajamos en ambientes como Harlem, pero si reconocemos determinadas áreas de salud donde la situación social de la población y el desarraigo de las familias, acerca a los adolescentes al borde del abismo.
La adolescencia es una “tierra de nadie” desde el punto de vista de la sanidad: demasiado mayores para ser niños, demasiado jóvenes para ser adultos. Siempre se ha criticado a los pediatras de aumentar la edad de cobertura de sus pacientes (“hasta los 14 años”, “hasta los 18 años”, “hasta los 21 años” incluso, según las sociedades pediátricas de distintos países), pero lo cierto es que desde la pediatría se ha hecho una gran apuesta por su atención, tanto desde el punto de vista institucional (la Sociedad de Medicina del Adolescente es una de las 24 sociedades de especialidades pediátricas con las que cuenta la Asociación Española de Pediatría) como práctico (desarrollo de unidades de adolescentes, tanto en hospitales como en centros de atención primaria).
La atención del adolescente es un reto demasiado importante para que pensemos que pueda estar en manos de una sola especialidad. Se precisa una colaboración multidisciplinar (pediatras, médicos de familia, psicólogos, psiquiatras, psicopedagogos, enfermería, educadores, asistentes sociales, etc) y en el que deben participar todos aquellos profesionales con preparación (especial preparación; no sirve la que empleamos para niños, tampo la que realizamos en adultos) e ilusión por esta importante etapa de la vida, verdadero futuro de nuestra sociedad.
2 comentarios:
A destiempo, pero la vi ayer en TV- 2( gran invento eso de acercar el cine a la TV y sin anuncios ) y ahora que leo tu crítica, Javier, es acertadísima.
Pedazo actriz "Precious" en todas sus dimensiones, capaz de transformarse en sus fantasías, en una mujer incluso atractiva. Viendo la película se puede creer en la resiliencia ó capacidad para salir adelante en las circunstancias más adversas.Seguro que hay jóvenes así en Harlem...y aqui.
Carmen, también la pude volver a ver este día y ahora en versión original (¿para cuándo la V.O. en los cines y la televisión?) y volvieron a impactarme sus imágenes y sus mensajes.
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