El triunfo de un sueño (Kirsten Sheridan, 2007) es un drama musical calificado ocasionalmente como una reinterpretación del clásico "Oliver Twist" de Charles Dickens. Kirten Sheridan es la hija de Jim Sheridan, uno de los grandes del cine irlandés; junto con su padre y su hermana Naomí se dio a conocer por haber coescrito el guion de En América (Jim Sheridan, 2002), esos recuerdos de su infancia como emigrantes en la Gran Manzana. Y ahora vuelve a Nueva York y vuelve con la infancia, una infancia casi dickesiana rodeada de música.
Dos guapos jóvenes, amantes de la música, tienen un romance en una inolvidable noche de verano en Nueva York: él es Louis Connelly, guitarrista y carismático cantante de rock irlandés (Jonathan Rhys Meyers, reconocido por su papel de Enrique VIII en la serie Los Tudor y, sin duda, por sus papeles en Velvet Godmine -Todd Haynes, 1998- o Match Point -Woody Allen, 2005-); ella es Lyla Novacek, una violonchelista (Keri Rusell, belleza reconocida por interpretar el papel protagonista en la serie Felicity), sobreprotegida por su padre. Ella queda embarazada y, ya casi al final del mismo, es atropellada; su padre le dice que el bebé no ha sobrevivido, pero en realidad es dado en adopción sin consentimiento de la madre y con el fin de que no dilapidara su prometedora carrera de solista de música clásica. Debido a circunstancias desafortunadas, la joven pareja se separa: Lyla y Louis dejaron de tocar y se convirtieron en dos personas infelices el uno sin el otro.
El niño, Evan Taylor Taylor (Freddie Highmore, el protagonista de Descubriendo Nunca Jamás - Marc Forster, 2004- o Charlie y la fábrica de chocolate -Tim Burton, 2005-) por ese destino fatal, va a parar a un orfanato, donde pasa una dura infancia. Sin embargo, se niega a ser entregado en adopción porque confía en que sus padres se comunican con él a través de la música. Se escapa a los 11 años del orfanato camino a Nueva York en busca de sus padres; allí se involucra con un grupo de jóvenes músicos callejeros que cohabitan en un teatro abandonado, bajo la tutela del siniestro y dickensiano Wizard (el casi siempre excesivo Robin Williams, ya presente en esta serie de Cine y Pediatría en películas como Patch Adams -Tom Shadyac, 1998- o El club de los poetas muertos -Peter Weir, 1989-), su peligroso y misterioso benefactor, que le pone el nombre de August Rush y trata de explotarlo. El niño pronto se revela como un músico genial, un nuevo Mozart, que se servirá de su talento para encontrar a sus padres.
La cinta destaca por su banda sonora, compuesta por Mark Mancina; su creador invirtió 18 meses en la composición de todas las piezas y siguió un proceso peculiar: el tema final “August's Rhapsody” fue el primero en ser compuesto y a partir de aquí se creó el resto de las canciones, que conforman pequeñas piezas de un puzle que solo se completa con la resolución del filme. La canción "Raise It Up" fue candidata al Oscar a la mejor canción (que ese año fue a parar a la canción "Falling Slowly" de la película Once -John Carney, 2007-).
Otros dos nombres destacan en la música de esta película: la guitarrista estadounidense Kaki King y el propio actor Jonathan Rhys Meyers. A excepción de la canción “Dueling Guitars”, todas las canciones de la película fueron interpretadas por Kaki King, conocida por su percusión en la guitarra que tiñe de magia la música. Rhys-Meyers cantó el mismo en la película, tal y como ya lo hiciera en Velvet Goldmine y con ello se suma a la lista de actores y actrices que devienen en cantantes, como Sarah Polley, Ewan McGregor, Juliette Lewis, Scarlett Johansson, Ryan Gosling, Victoria Abril, Zooey Deschanel, etc.
Aunque la película ha sido tachada de sensible y sensiblera, lo cierto es que se ve con agrado. Es cierto que el final es de un edulcorado increíble con ese megaconcierto de música clásica al aire libre en Central Park ante cuarenta mil persona, en donde el niño prodigio puede interpretar su concierto ("August´s Raphsody"), utilizando así su extraordinario talento para encontrar a los padres de los que fue separado desde su nacimiento. Es de un edulcorado que puede subir la glucemia del espectador, pero es de esos finales que uno se siente feliz de que, por una vez, sean así… y sin reparos. Por eso estamos hablando de una fábula… con final feliz. Un fábula donde la música ha triunfado, aunque en la propia película podemos reconocer aspectos para el debate: adopción no consentida, abuso infantil, niños prodigio, desestructuración familiar, etc. Esa música que siempre acompaña nuestras vidas desde la infancia, y que nos acompaña en busca del sueño y de la felicidad.
De nuevo, Nueva York como eterno protagonista del cine y de la música. En El triunfo de un sueño se combinan ambos, pero especial relevancia tiene la música, verdadera protagonista: música en lugares emblemáticos como Washington Square, Central Park, Lincoln Center o el góspel de sus iglesias. Música e imágenes que me recuerdan también que hace un año vivimos allí algo muy especial y lo vivimos también en una entrada especial de "Cine y Pediatría".
La cinta destaca por su banda sonora, compuesta por Mark Mancina; su creador invirtió 18 meses en la composición de todas las piezas y siguió un proceso peculiar: el tema final “August's Rhapsody” fue el primero en ser compuesto y a partir de aquí se creó el resto de las canciones, que conforman pequeñas piezas de un puzle que solo se completa con la resolución del filme. La canción "Raise It Up" fue candidata al Oscar a la mejor canción (que ese año fue a parar a la canción "Falling Slowly" de la película Once -John Carney, 2007-).
Otros dos nombres destacan en la música de esta película: la guitarrista estadounidense Kaki King y el propio actor Jonathan Rhys Meyers. A excepción de la canción “Dueling Guitars”, todas las canciones de la película fueron interpretadas por Kaki King, conocida por su percusión en la guitarra que tiñe de magia la música. Rhys-Meyers cantó el mismo en la película, tal y como ya lo hiciera en Velvet Goldmine y con ello se suma a la lista de actores y actrices que devienen en cantantes, como Sarah Polley, Ewan McGregor, Juliette Lewis, Scarlett Johansson, Ryan Gosling, Victoria Abril, Zooey Deschanel, etc.
Aunque la película ha sido tachada de sensible y sensiblera, lo cierto es que se ve con agrado. Es cierto que el final es de un edulcorado increíble con ese megaconcierto de música clásica al aire libre en Central Park ante cuarenta mil persona, en donde el niño prodigio puede interpretar su concierto ("August´s Raphsody"), utilizando así su extraordinario talento para encontrar a los padres de los que fue separado desde su nacimiento. Es de un edulcorado que puede subir la glucemia del espectador, pero es de esos finales que uno se siente feliz de que, por una vez, sean así… y sin reparos. Por eso estamos hablando de una fábula… con final feliz. Un fábula donde la música ha triunfado, aunque en la propia película podemos reconocer aspectos para el debate: adopción no consentida, abuso infantil, niños prodigio, desestructuración familiar, etc. Esa música que siempre acompaña nuestras vidas desde la infancia, y que nos acompaña en busca del sueño y de la felicidad.
De nuevo, Nueva York como eterno protagonista del cine y de la música. En El triunfo de un sueño se combinan ambos, pero especial relevancia tiene la música, verdadera protagonista: música en lugares emblemáticos como Washington Square, Central Park, Lincoln Center o el góspel de sus iglesias. Música e imágenes que me recuerdan también que hace un año vivimos allí algo muy especial y lo vivimos también en una entrada especial de "Cine y Pediatría".
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