Kim Rossi Stuart no es François Truffaut, Nani Moretti ni Gianni Amelio. Kim Rossi Stuart es un joven y atractivo actor italiano que copia de los tres anteriores para atreverse con una arriesgada ópera prima: Líbero (2006). Con ello se suma al grupo de actores que dan el salto a la dirección, y de los que lo hacen con una obra sobre la iniciación en la adolescencia a partir de algunos apuntes autobiográficos.
Porque Líbero recuerda en el tema, salvando las distancias, al Truffaut de Los cuatrocientos golpes (1959), al hacer girar la historia en torno a un niño que sufre la falta de afecto paterno y el desconcierto ante un mundo lleno de incoherencias. Y recuerda en la ambientación y el tono realista a otros cineastas italianos del momento, como al Moretti de La habitación del hijo (2001) o al Amelio de Las llaves de la casa (2004), películas donde también se indagaba en las relaciones entre padres e hijos y en la necesidad de superar los escollos de la vida. Las tres películas ya han formado parte de Cine y Pediatría y, curiosamente, en Las llaves de casa también es el actor principal el propio Rossi Stuart, y de nuevo en el papel de padre.
Líbero narra la historia de una extraña familia, y lo hace a través de los ojos omnipresentes (y el sentimiento) de Tommy (Alessandro Morace), un niño de 11 años, quien vive con su hermana Viola (Marta Nobili), de 15 años, y su padre Renato (Kim Rossi Stuart). Forman una extraña y luchadora familia de clase media italiana, después de ser abandonados por la mujer más importante de sus vidas, su madre y esposa Stefania (Barbora Bobulova). Así, se nos presenta a un Renato irascible y con grandes cambios de humor, cansado de los repetidos abandonos de su mujer, del fracaso en su trabajo y del esfuerzo por sacar adelante a sus dos hijos, la niña en plena pubertad y el niño dando los primeros pasos de una vida que se le presenta como incomprensible. Un nuevo relato de crecimiento y madurez hacia la adolescencia, que acumula todos los tópicos y vivencias de un hijo que no ha tenido el afecto materno, que sufre la inestabilidad familiar y que comienza a juzgar la realidad que le rodea sin entender del todo el comportamiento de los mayores.
Líbero es un drama familiar a la italiana bajo la mirada de un niño, con un mensaje evidente: cuando los padres se equivocan, los hijos lo pagan… y sufren, con su mirada inocente y su soledad, las equivocaciones de los adultos. El prolífico actor italiano Kim Rossi Stuart debutó como director y guionista con este drama intimista que también acabó protagonizando porque el actor que iba a interpretar al padre rechazó el papel dos semanas antes del inicio del rodaje. La película hizo las delicias de la crítica, convirtiéndose en una de las revelaciones de la Quincena de Realizadores de Cannes (atesorando varios premios) y ganando el David di Donatello al mejor realizador novel. Mención especial merecen los niños que aparecen en la película, especialmente el pequeño Alessandro Morace, quien literalmente se apodera de la película y de los sentimientos volcados a través de su mirada. La dirección de Alessandro Morace se convierte en clave del éxito, porque el director logra que el espectador mire (y sienta) a través de sus ojos siempre que la cámara se posa en el rostro del niño, pero también cuando la acción se desplaza hacia otros personajes o tramas secundarias. Su mirada inocente y cándida, su gesto de inquietud y desconcierto dejan traslucir todo un mundo interior que se desmorona y pierde pie con una madre “que viene y va”, con un padre que estalla en frecuentes arrebatos de cólera (y que está empeñado en hacer de él un gran nadador, cuando lo que le gusta es el fútbol), con una hermana que bromea frívola e infantílmente con el sexo y con un vecino en el que se contempla con envidia al descubrir la familia que él no tiene. Son las primeras experiencias del paso de la infancia a la adolescencia, de la adolescencia a la vida adulta, más difícil cuando faltan referentes paternos.
Quizá lo mejor de la película esté en esa captación del universo infantil, recogido en ocasiones con el uso del fuera de campo, cuando la cámara se queda con el rostro del niño a la espera de recoger su gesto ante cada una de las novedosas experiencias o se queda con él observando desde el tejado de la casa. En donde Alessandro Morace pone naturalidad y frescura en el papel de hijo, Kim Rossi Stuart pone excesivo histrionismo y teatralidad en el papel de padre. Es por ello que el hijo se convierte en el verdadero protagonista de este drama intimista y humano que prefiere lo sugerido a explícito, lo pudoroso a lo brutal, lo correcto a lo trasgresor. Aún así, hay escenas que reflejan un gran contraste, que oscila entre la tensión cuando el padre expulsa de la casa a la madre que ha vuelto (es de una crudeza que se incrementa ante la mirada y el sufrimiento irreparable de los hijos) y la felicidad, en aquellas escenas en que se aprecia la sintonía familiar con la madre (el día en el parque de atracciones o las conversaciones cómplices de la madres y sus hijos en la cama).
El título original de la película es Anche Libero Va Bene, título que forma parte de un diálogo final que pronuncia Tommy cuando su padre le pregunta (una vez aceptado que cambiará un deporte individual como la natación por un deporte colectivo como el fútbol) en qué puesto del campo le gustaría jugar y aquél le contesta que en el mediocampo, a lo que el padre comenta que a él le gustaría de líbero. El título traducido en español es Libero, los padres no siempre aciertan, un título que condensa todo el mensaje. Y ése es el gran contraste, y ése es el gran dolor de nuestro pequeño protagonista: ver el contraste entre la familia feliz y cómplice de su vecino y su familia desestructurada, el contraste entre la felicidad de aquél y su sufrimiento. Sufrimiento que se condensan en las lágrimas de nuestro protagonista previo al fundido en negro que precede al final de Líbero... y con ello comienza nuestra reflexión sobre cómo las decisiones de las padres influyen (y de qué manera) sobre sus hijos.
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