sábado, 4 de enero de 2014

Cine y Pediatría (208): “De tal padre, tal hijo”, ¿genética o educación?


La infancia y la familia suele estar presente en el cine de Hirokazu Kore-eda, cineasta peculiar para la observación del detalle y para extraer grandes interpretaciones verosímiles de los niños de sus películas. Y para ello disfraza la complejidad de sencillez, y se mueve con soltura entre el naturalismo y cierto aliento poético. Y así se nos presenta Kore-eda como el François Truffaut del cine oriental, como ha demostrado en sus obras anteriores (en el año 2004 en la descarnada Nadie sabe, en el año 2008 en la familiar Still walking/Caminando, o en el año 2011 en la fábula ya comentada de Kiseki/Milagro), pero es ahora, en el año 2013 con De tal padre, tal hijo, cuando nos presenta su más emotiva película, con dudas y reflexiones sobre el afecto y la vida familiar en general. 

Porque De tal padre, tal hijo plantea el dilema de si la verdadera paternidad es biológica o de quien la ejerce, dado que el amor verdadero surge de las relaciones diarias. Una nueva lección del cine japonés sobre los valores familiares (que va de Yasujiro Ozu a Yôji Yamada, Yojiro Takita o el propio Hirokazu Kore-eda.), un relato equilibrado que saca a la luz algunas preguntas sobre la verdadera esencia de la paternidad. Con un trasfondo muy personal del propio director (porque el director tiene una hija de 5 años con la que pasa poco tiempo y él mismo se pregunta cuándo se portará como un buen padre), y que se transmite en alguna de las muchas frases que la cinta nos regala: “Para los niños no hay nada más importante que el tiempo…”

La pregunta es clara: ¿Quién es nuestro verdadero hijo… alguien con el que pasamos todo nuestro tiempo o alguien con el que compartimos la sangre? o lo que en el mundo anglosajón plantean de forma tan gráfica como “nature or nurture?”. Ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes y el Premio del Público en el Festival de San Sebastián, De tal padre, tal hijo se presenta como un melodrama comedido sobre el desequilibrio de dos familias que conocen a partir de los 6 años que han estado educando al hijo de la otra pareja. 

Ryota Nonomiya (Fukuyama Masaharu) es un exitoso arquitecto que vive obsesionado con su trabajo. Su vida familiar es, por su parte, bastante tranquila: vive felizmente con su mujer Midori (Ono Machiko) y su único hijo Keita, un niño modelo al que están preparando a conciencia para lograr entrar en una escuela privada de élite y así no defraudar a sus padres. Sin embargo, todo va a cambiar de la forma más insospechada cuando recibe una inoportuna e inesperada llamada del hospital donde su mujer dio a luz a su hijo hace ya seis años. La noticia que les dan es que su verdadero hijo fue entregado a otra familia, la familia Yudai, una familia con escaso dinero (viven en una casa destartalada a las afueras de la ciudad), pero mucho tiempo para sus hijos (todo lo contrario a ellos). 
Y es así como los Nonomiya deciden conocer a los Yudai, al padre Saiki (Lily Franky) y su mujer Yukari (Maki Yoko) y al hijo de ambos, el hijo ‘verdadero’ de los Nonomiya, para plantearse una importante y difícil decisión: recuperar a su verdadero hijo, o seguir criando al pequeño con el que llevan seis años. 

Todo un lujo de película con sentido y sensibilidad, con emociones y reflexiones basadas en preciosas imágenes que hablan por sí solas, en una buena selección de la música de piano y de los silencios para acompañarnos al debate interior que todo espectador tendrá cuando vea la película. Un debate sobre el problema que supone el intercambio de hijos y el dilema sobre cuál es la verdadera paternidad, esa perfecta combinación de genética y de educación con tiempo de calidad. 

En una sociedad enfocada al éxito cada vez queda menos tiempo para perder (que es ganar) con nuestros hijos. Y la pregunta queda suspendida en el aire: ¿es importante el éxito social si fracasamos como padres?.

1 comentario:

Carmen Martínez dijo...

Es increíble que todavía sigamos pensando en la maternidad/ paternidad en términos biologicistas en el mundo actual.
Magnífica película ( pelín fría, claro, son japos...) y estupendo comentario Javier.

Gracias y feliz Año
Un abrazo