Las historias reales siempre sobrecogen. Este es el caso de la última película de un icono del cine británico como Stephen Frears: Philomena (2013), basada en el libro “The lost child of Philomena”, escrito en 2009 por el periodista británico, Lee de Martin Sixsmith. Un relato fascinante sobre temas tan espinosos (y tan actuales) como el de los embarazos no deseados, los niños robados o la impunidad de instituciones intocables, un película que hace justicia a un tema especialmente delicado y a una perturbadora historia real que salpica Irlanda, a personas concretas y a instituciones como la Iglesia católica.
Hablamos de los famosos asilos de las hermanas de la Magdalena, tema que trató en profundidad Peter Mullan en el año 2002 con su película Las hermanas de la Magdalena, esa institución que en Irlanda tuvo vigencia entre los años 1922 y 1996, lugar donde unas 30.000 mujeres (gran número adolescentes) eran internadas para trabajar en las lavanderías regentadas por las hermanas de la Misericordia porque se consideraba que habían “perdido la gracia de Dios”, encerradas sin que hubieran cometido ningún crimen, únicamente por ser víctimas de violación, por haber tenido hijos sin estar casadas, por ser consideradas en “peligro moral” o por ser huérfanas. Pero allí donde Peter Mullan puso tinta gruesa y subrayados de denuncia, es donde Stephen Frears nos muestra el trazo fino y hace que Philomena condense lo mejor de él en el séptimo arte: su firmeza como narrador, su especial sentido y sensibilidad para hacer que sus actores se conviertan en los personajes, sus planteamientos realistas impregnados siempre por oportunos gestos de buen humor, un claro compromiso con los débiles o los maltratados socialmente y un evidente buen gusto para transitar por territorios resbaladizos sin caer en excesos. Y así es como Stephen Frears vuelve a ese universo de tinieblas y moralidad retorcida para dar cuenta de la historia de una de esas niñas… y de su búsqueda.
Porque Stephen Frears es un cineasta todoterreno, capaz de abordar con igual solvencia cualquier tipo de propuesta en el arte narrativo. Se curtió en la televisión y optó por un cine intimista que retrataba al mismo tiempo los conflictos vitales de sus personajes y los de la sociedad de la época. Joyas incontestables que van desde Mi hermosa lavandería (1985) a The Queen (2006), pasando por Los timadores (1990), Café Irlandés (1993), La camioneta (1996), y, cómo no, por su joya de la corona: Las amistades peligrosas (1988). Y ahora nos regala Philomena.
Philomena (magistral, como casi siempre, Judi Dench, y más cómica de lo habitual) es la historia de una mujer irlandesa que se vio obligada a ingresar a los 14 años en un asilo de las hermanas de la Magdalena. Allí dio a luz a su hijo, fruto de una relación de una noche con un chico al que no conocía (pero del que guarda un recuerdo agradable), y allí su hijo fue dado en adopción a un matrimonio de Estados Unidos. Cincuenta años de silencio después, la protagonista quiere encontrarlo, y para ello cuenta con un periodista de la BBC (que llegó a ser director de comunicaciones del gobierno de Toni Blair) que acaba interesándose por los hechos. Este periodista es el propio Martin Sixmith (Steve Coogan, habitual en papeles cómicos, pero que aquí se implica no sólo como actor ponderado, sino como guionista y productor de la película), autor del libro en el que se basa la película. Y esa relación entre Philomena (entrañable y charlatana anciana, cristiana ejemplar con el don del perdón) y Martin Sixmith (periodista huraño, cínico y de vuelta de todo, quien observa la realidad desde una atalaya de desencanto incurable), entre Judi Dench y Steve Coogan, es lo que les hace, no sólo una de las parejas cinematográficas del año, sino una de las claves del éxito.
Éxito que no sería lo que es sin el pulso narrador de Stephen Frears, quien maneja con inteligencia y firmeza un guión preciso y austero, repleto de giros sorprendentes apoyando sigilosamente el gran trabajo de sus actores, manejando el ritmo y la puesta en escena sin subrayados ni grandilocuencias, haciendo justicia a un tema especialmente delicado.
Philomena aspiraba este año a cuatro Oscar (película, guión adaptado, actriz y banda sonora), pero no ha conseguido ninguno. Aún así, nos deja otros premios, como el premio de ese sentimiento permanente de búsqueda de toda madre por su hijo, ese vínculo invisible que nunca desaparece y que ya hemos tratado en Cine y Pediatría en otras ocasiones. Y esta película nos recuerda que innumerables madres e hijos fueron separados en Irlanda y muchos de ellos todavía siguen buscándose hoy en día. Y es así como Stephen Frears nos presenta a Philomena, una mujer con sabiduría natural, incapaz de emanar sentimientos de odio o de venganza cuando hubiera tenido motivos más que suficientes para llevarlos a cabo. Y su heroica búsqueda y el valor de contar su historia (en el libro y en la película) permitirán proporcionar consuelo a todos aquellos que han sufrido un destino similar.
El primer ministro de Irlanda, Enda Kenny, ha pedido perdón en nombre del Estado, el Gobierno y su ciudadanía: "Las lavanderías son una vergüenza para la nación. Desde cualquier punto de vista era una Irlanda cruel, despiadada, claramente carente de misericordia". Mientras llega el perdón, Philomena y cientos de madres (en Irlanda y fuera de Irlanda) siguen buscando a sus hijos, ese lazo inquebrantable…
Porque Stephen Frears es un cineasta todoterreno, capaz de abordar con igual solvencia cualquier tipo de propuesta en el arte narrativo. Se curtió en la televisión y optó por un cine intimista que retrataba al mismo tiempo los conflictos vitales de sus personajes y los de la sociedad de la época. Joyas incontestables que van desde Mi hermosa lavandería (1985) a The Queen (2006), pasando por Los timadores (1990), Café Irlandés (1993), La camioneta (1996), y, cómo no, por su joya de la corona: Las amistades peligrosas (1988). Y ahora nos regala Philomena.
Philomena (magistral, como casi siempre, Judi Dench, y más cómica de lo habitual) es la historia de una mujer irlandesa que se vio obligada a ingresar a los 14 años en un asilo de las hermanas de la Magdalena. Allí dio a luz a su hijo, fruto de una relación de una noche con un chico al que no conocía (pero del que guarda un recuerdo agradable), y allí su hijo fue dado en adopción a un matrimonio de Estados Unidos. Cincuenta años de silencio después, la protagonista quiere encontrarlo, y para ello cuenta con un periodista de la BBC (que llegó a ser director de comunicaciones del gobierno de Toni Blair) que acaba interesándose por los hechos. Este periodista es el propio Martin Sixmith (Steve Coogan, habitual en papeles cómicos, pero que aquí se implica no sólo como actor ponderado, sino como guionista y productor de la película), autor del libro en el que se basa la película. Y esa relación entre Philomena (entrañable y charlatana anciana, cristiana ejemplar con el don del perdón) y Martin Sixmith (periodista huraño, cínico y de vuelta de todo, quien observa la realidad desde una atalaya de desencanto incurable), entre Judi Dench y Steve Coogan, es lo que les hace, no sólo una de las parejas cinematográficas del año, sino una de las claves del éxito.
Éxito que no sería lo que es sin el pulso narrador de Stephen Frears, quien maneja con inteligencia y firmeza un guión preciso y austero, repleto de giros sorprendentes apoyando sigilosamente el gran trabajo de sus actores, manejando el ritmo y la puesta en escena sin subrayados ni grandilocuencias, haciendo justicia a un tema especialmente delicado.
Philomena aspiraba este año a cuatro Oscar (película, guión adaptado, actriz y banda sonora), pero no ha conseguido ninguno. Aún así, nos deja otros premios, como el premio de ese sentimiento permanente de búsqueda de toda madre por su hijo, ese vínculo invisible que nunca desaparece y que ya hemos tratado en Cine y Pediatría en otras ocasiones. Y esta película nos recuerda que innumerables madres e hijos fueron separados en Irlanda y muchos de ellos todavía siguen buscándose hoy en día. Y es así como Stephen Frears nos presenta a Philomena, una mujer con sabiduría natural, incapaz de emanar sentimientos de odio o de venganza cuando hubiera tenido motivos más que suficientes para llevarlos a cabo. Y su heroica búsqueda y el valor de contar su historia (en el libro y en la película) permitirán proporcionar consuelo a todos aquellos que han sufrido un destino similar.
El primer ministro de Irlanda, Enda Kenny, ha pedido perdón en nombre del Estado, el Gobierno y su ciudadanía: "Las lavanderías son una vergüenza para la nación. Desde cualquier punto de vista era una Irlanda cruel, despiadada, claramente carente de misericordia". Mientras llega el perdón, Philomena y cientos de madres (en Irlanda y fuera de Irlanda) siguen buscando a sus hijos, ese lazo inquebrantable…
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