En el año 2011 Terrence Malick, un director especial, nos regaló una película muy especial, no para todos los gustos (de hecho es la única película que conozco que a la entrada de algunos cines ponían un cartel que decía “si no le gusta la película, le devolvemos el dinero”): hablamos de El árbol de la vida, su peculiar reflexión que va del microcosmos de la infancia y la familia al macrocosmos del origen de la vida, una oración desde la infancia al sentido de la vida en que nos habla de Dios, del hombre y de las relaciones que surgen. Una película especial que me regalé como homenaje a un cumpleaños muy especial.
Y es ahora, en el año 2014, cuando Richard Linklater, otro director especial nos regala otra película para recordar, y que algunos ya han definido como un hito del cine, pues el director la ha rodado durante 12 años con los mismos personajes y que actúa como una epopeya en la vida de un niño. Hablamos de Boyhood (momentos de una vida), una película sencilla, pero una hazaña épica del séptimo arte. Y en paralelo con la anterior, también me tomo la libertad de dedicármela, tres años y tres cumpleaños después.
Porque este tejano, conocido principalmente por su trilogía Antes (Antes del amanecer en 1995, Antes del Atardecer en 2004 y Antes del Anochecer en 2013), protagonizada por Ethan Hawk y Julie Delpie a lo largo de 18 años, es capaz de levantar proyectos casi imposibles. Y en esta ocasión se lanza a una película de larga duración (165 minutos) y de larga ejecución (12 años en la vida de sus personajes, en la realidad y en la ficción) y que, sin embargo, te puede atrapar desde el primer minuto y, si entras en empatía, puede lograr sacarnos dividendos emocionales durante mucho tiempo. Pues como declara el propio director: “Ha sido una experiencia mágica, la vida y el arte aunados en el proyecto de mi vida”. Y lo declara al recoger en Berlín el Oso de plata al Mejor Director y cuando ya resuenan ecos del Oscar a su alrededor. Sin duda, una de las películas del 2014…, y quizás para Linklater su última película, su testamento.
¿Cómo capturar la esencia del tiempo cotidiano en la pantalla?, ¿cómo seguir a Mason desde los 6 a los 18 años en las distintas etapas de su vida y con un solo actor?, ¿cómo ser el Marcel Proust del séptimo arte sin morir en el intento… y con él los actores, que envejecerían a la vez que sus personajes? A los actores, principalmente a su actor fetiche, Ethan Hawk, y a Patricia Arquette les gustó la idea (menos a los productores, claro). El pacto fue juntarse en Texas una semana una vez al año y rodar un nuevo capítulo en la vida de Mason, para un total de 39 días de rodaje desde julio de 2002 a octubre de 2013: la producción más larga de la historia. Pero para ello se necesitaba una pieza clave, el niño Mason que sería el centro de la historia y del tiempo: Ellar Coltrane, quien aceptó el juego y el pacto.
Aunque cinematográficamente hablando, la idea no es nueva, él la ejecutó. Ya Stanley Kubrick pensó hacer Napoléon filmando a Al Pacino durante 12 años, pero no llegó a buen puerto. Y tampoco es similar a la serie de películas de Antoine Doinel con François Truffaut a lo largo de 20 años, pues fueron cuatro películas y no una (esa idea es más próxima a su trilogía Antes).
Boyhood es la vida (la historia) de Mason (Ellar Coltrane) desde los 6 hasta los 18 años, de la niñez a la adolescencia, un periodo lleno de épica cotidiana y de cambios, momentos que van de su primer día de colegio al divorcio de sus padres, de su primer amor a sus desamores, de sus momentos de euforia a sus momentos de miedo, del instituto a la universidad,… retazos de una vida. En definitiva, la vida normal de un niño estadounidense y lo que supone crecer y empezar a entender quién eres, quienes somos, pero en la historia de otro.
Richard Linklater nos hace espectadores de la intimidad de una familia año tras año y sin necesidad de enseñarnos minuto a minuto sus vidas. La sencillez de lo que nos está contando se fusiona con la complejidad de lo que es crecer en la vida. A la vez, tan simple y tan extraordinario, y bañado por una banda sonora original brutal, y que resulta un pequeño homenaje a la cultura pop de los años 80 y 90. Porque la B.S.O es en sí misma ya no sólo una razón para ver Boyhood, sino para escuchar Boyhood, porque la música evoluciona con el tiempo y la edad de nuestro protagonista: Bob Dylan, Paul Mccartney & Wings, Coldplay, Family of the Year, Blink 182, Sheryl Crow, Arcade Fire, Foster the People, Daft Punk, Phoenix, Kings Of Leon, entre otros muchos.
Porque Boyhood es una experimento cinematográfico y hay que atreverse a experimentarlo. Porque Boyhood es un retrato de familia que recae en un planeta, Mason (Ellar Coltrane), y en tres satélites: su padre (Ethan Hawke), su madre (Patricia Arquette) y su hermana (Lorelai Linklater, la propia hija del director). Dos padres que se divorcian y siguen vidas paralelas con encuentros frecuentes a través de sus hijos. El tiempo en el padre apacigua el ímpetu de los primeros años: así, de conducir un deportivo, recorrer Alaska y ser un músico medio callejero, pasa a vender seguros, conducir un monovolumen y tener una segunda familia. El tiempo en la madre, tras la separación, se dibuja en intentar rehacer su vida con varios maridos (y varios divorcios) y rehacer su profesión de profesora, gracias a su inteligencia y capacidad de lucha.
Un abrumador experimento (y milagro) cinematográfico. Porque Boyhood es un canto al poder de la infancia y al milagro de lo cotidiano que será recordado y que, para bien y para mal, no dejará indiferente. Por mucho tiempo que pase. "Decimos que hay que atrapar el momento, pero en realidad creo que son los momentos de la vida los que nos atrapan a nosotros", nos recuerda la película.
Ahora bien, leeréis otras críticas con las razones para no ver Boyhood. Es cuestión de gustos… y de colores. Pero mientras os decidís o no, vale la pena escuchar el tema “Hero”, modesto pero titánico tema de Family Of The Year que refleja perfectamente el espíritu de la película.
Porque en realidad, con Boyhood solo experimentaréis momentos de una vida, con un final sorprendente, un final realmente abierto a otras vidas. Y, de paso, llevarnos el mensaje de otro maestro del cine, Charlie Chaplin: "Lo realmente importante es luchar para vivir la vida, para sufrirla y para gozarla, perder con dignidad y atreverse de nuevo, La vida es maravillosa si no se le tiene miedo".
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