El pasado 1 de diciembre celebramos, como cada año, el Día Mundial del Sida, una fecha en que la OMS sigue publicando sus recomendaciones para impulsar el logro de las metas en esta enfermedad: el uso de métodos innovadores para los análisis del VIH, la personalización de los tratamientos para atender las diversas necesidades individuales y el ofrecimiento de una amplia selección de opciones de prevención.
Porque mucho se ha avanzado desde finales del siglo XX en esta terrible epidemia que empezó oficialmente el 5 de junio de 1981, cuando los CDC (Centers for Disease Control and Prevention) de Estados Unidos convocaron una conferencia de prensa donde describieron cinco casos de neumonía por Pneumocystis carinii en Los Ángeles y al mes siguiente se constataron varios casos de sarcoma de Kaposi en la piel. En estos momentos se ha alcanzado la meta mundial de detener e invertir la propagación del VIH. Ahora, en Pediatría y en el Primer Mundo, por fortuna el sida es ya casi una enfermedad rara, pero no en el Tercer Mundo. lo cierto es que aún unos 16 millones de personas reciben actualmente tratamiento antirretrovírico, más de 11 millones de ellas en África. Ya las nuevas infecciones se han reducido en un 35% y las muertes por sida en un 25%.
Con todo, ha llegado el momento de ser aún más audaces, de tomar medidas innovadoras para alcanzar la meta de los objetivos de desarrollo sostenible: poner fin a la epidemia para 2030.
Por ello se sigue recordando este día todos los días 1 de diciembre, porque las nuevas metas para poner fin al sida son factibles, incluso en entornos con recursos limitados. Y ojalá algún día solo nos quede el recuerdo en el cine.
Son muchas las películas que han tratado este tema en los últimos 30 años, pero he aquí las 10 películas imprescindibles para conocer un poco más esta enfermedad, películas la mayoría de la década de los 90, momento en que el sida pegó más fuerte, momento en que la enfermedad constituía una epidemia y un problema social de primera magnitud: Los amigos de Peter (Kenneth Branagh, 1992), Vivir hasta el fin (Greg Araki, 1992), Philadelphia (Jonathan Demme, 1993), En el filo de la duda (Roger Spottiswoode, 1993), Kids (Larry Clark, 1995), The Cure (Peter Horton, 1995), Fiesta de despedida (Randa Kleiser, 1996), El escándalo de Larry Flynt (Milos Forman, 1996), Gia (Michael Cristofer, 1998) y Las horas (Stephen Daldry, 2002).
Entre todas ellas hay una que tiene a la adolescencia como protagonista del sida, pero que, a la vez, es mucho más, pues significó todo un escándalo que aún hoy, 20 años después, se comprende que fuera así: Kids, la polémica ópera prima de Larry Clark, afamado fotógrafo (en blanco y negro) que se pasó a la dirección para tratar temas relacionados con el sexo, las drogas, la violencia juvenil o el skateboarding. Aunque destacados directores, tales como Gus Van Sant y Martin Scorsese, han admirado el trabajo de Clark, lo cierto es que no deja indiferente y con su ópera prima, Kids, llegó el escándalo. Porque en esta película trata de los temas previos y también incluye la sombra omnipresente del sida, en un momento en que todo el mundo hablaba de esta enfermedad.
Hace veinte años Kids irrumpió en las cines como una bofetada y causó un gran debate, y se entiende, pues algo similar se siente dos décadas después. La película, escrita por Harmony Korine (un joven skater) y producida por Gus van Sant, contaba con la participación de una nueva camada de actores (incluido unas jóvenes Chloë Sevigny y Rosario Dawson), muchos de los cuales debutaban en el cine (de hecho, una gran mayoría eran patinadores de las calles, skaters), y donde el propio equipo lo recuerda como un rodaje complicado. La película retrata un día en la vida de un grupo de adolescentes neoyorquinos sumergidos en el sexo, el alcohol, las drogas y la violencia gratuita, unos adolescentes con escaso rumbo y terreno fértil para el sida en aquellos años 90.
Cuatro adolescentes centran el argumento, adolescentes entre los 16 y 17 años. Dos chicos: Telly (Leo Fitzpatrick), aficionado a acostarse con chicas vírgenes sin ningún tipo de precaución y menos moralidad, y su amigo Casper (Justin Pierce), consumidor compulsivo de distintos tipos de drogas. Dos chicas: Jennie (Chloë Sevigni), cuyo único escarceo amoroso fue con Telly, y su amiga Ruby (Rosario Dawson), con múltiples flirteos amorosos en su haber
Una turbadora escena inicial da comienzo a una película nada cómoda, pero que es mucho más que la crónica de un muerte anunciada de adolescentes descerebrados con acné, adolescentes que declaran en sus conversaciones aquello de que "El sexo es lo mejor del mundo". Pero todo cambian cuando Jennie y Ruby acuden a una revisión de salud, producto de las prácticas de riesgo por el sexo no protegido en aquella época. Y el veredicto: para Ruby la respuesta de la doctora es "estás limpia (de enfermedades de transmisión sexual)", pero para Jennie el juicio resulta ser "el análisis de sida dio positivo". Y para ello bastó una única relación con Telly para que eso ocurriera, el mismo chico que se dedica a buscar aventuras amorosas con menores de edad y lo hace sin ningún tipo de protección. Escalofriante...sobre todo al escuchar la conversación de los jóvenes sobre el sida: "Oyes hablar de todas esas enfermedades. Enfermedades de esto y de lo otro... Carajo, que todo el mundo se está muriendo y eso es un invento. No conozco a ningún chico con sida. No sé de nadie que se esté muriendo de eso. Son puros inventos".
Y con la condena (así lo era en aquella época) de estar contagiada por el virus de la inmunodeficiencia humana, vaga Jennie por Nueva York, en busca de una respuesta, y le dice a Ruby: "Tendré que decirle a mi hermanito que me voy a morir". Un taxista le intenta aconsejar sobre las dificultades de la vida: "Mira, sea lo que sea, olvídalo. La vida es muy corta. Trata de ser feliz". En una reunión de jóvenes que es más orgía que fiesta, una de las chicas de la pandilla llega a desahogarse al decirles: "Ustedes son una panda de enfermos".
Porque Kids llegó a las pantallas rodeada por el escándalo, y a varios niveles. Escándalo por el sexo (Terry se convierte en un depredador sexual sin escrúpulos, sexo adolescente sin valores, pura vorágine hormonal descorazonadora), por la violencia (algunas escenas, como la de la paliza a un joven negro, duelen no solo por la dureza física, sino por la xenofobia y homofobia implícita), por el sida (leitmotiv en segundo plano, si bien cabe recordar que en el año 1995, el número de muertes debidas al sida en Estados Unidos llegó a un pico histórico con más de 50.000 fallecimientos), por las calles de Nueva York (con la cultura skater campeando a sus anchas), por la música (porque a diferencia de otras películas teen, no hay éxitos de moda, sino música grunge y lo-fi de Lou Barlow y las atormentadas canciones de Daniel Johnston), por las edades en que ocurre (adolescentes y preadolescentes sin rumbo entre el sexo, la droga y la violencia).
Y así es Kids y así nos lo contó Larry Clark. Y resta la mirada final a la cámara de Casper, desconcertado tras una noche de orgía, y preguntándose a sí mismo (y a todos los espectadores): "Dios santo, ¿qué pasó?"...
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