Esta misma semana celebrábamos la triste efeméride del fin de la llamada Guerra de los Balcanes, que finalizó oficialmente tras la firma de los Acuerdos de Dayton por Bosnia-Herzegovina, Croacia y Yugoslavia, el 14 de diciembre de 1995.
Un conjunto de guerras que se caracterizaron por los conflictos étnicos entre los pueblos de la ex Yugoslavia, principalmente entre los serbios por un lado y los croatas, bosnios y albaneses por el otro, un conflicto de causas múltiples (como casi siempre, una mezcla de motivos políticos, económicos y culturales, pero también de tensión religiosa y étnica). Estas guerras, que duraron tres años, fueron los conflictos más sangrientos en suelo europeo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, con resultado de unas 200 000 muertes y millones de personas que perdieron sus hogares.
Veinte años después del final de la guerra, distintas expresiones artísticas en estos territorios (Serbia, Bosnia, etc.) siguen plagados de ecos bélicos y de desconfianza, de restos del sangriento conflicto que parecen un destino no interrumpido por signos de puntuación, expresiones artísticas que surgen como homenaje o redención a este doloroso recuerdo. Porque no debiéramos olvidar lo que significa el término que de allí surgió, "balcanización" ni, quizás tampoco, las palabras de Mahatma Gandhi: "Si vamos a enseñar la verdadera paz en este mundo, y si vamos a llevar a cabo una verdadera guerra contra la guerra, vamos a tener que empezar con los niños".
Y de esa combinación hoy traemos, como triste recuerdo de aquella guerra y postguerra de los Balcanes, la única película de los países de la ex-Yugoslavia que por el momento se encuentra en Cine y Pediatría: Klip (Maja Milos, 2012), una cinta serbia que se constituye en una de las historias más duras de los últimos años, una película polémica por necesidad y de un realismo que hiere los ojos. Una película que mezcla la pérdida de rumbo de adolescentes en un país que acaba siendo víctima y verdugo de su propia desgracia, de la incomunicación entre padres e hijos, de ambientes sin valores, donde campa a sus anchas la violencia, el sexo, el machismo, las drogas y el rencor a la belleza de la vida.
Esta provocadora y controvertida película está escrita y dirigida por Maja Milos, una joven cineasta de Belgrado que plantea, en esta su opera prima, un grito cinematográfico sobre los problemas de los adolescentes serbios, una película premiada con el Tigger Award en el Festival de Cine de Rotterdam y prohibida en Rusia por sus demasiado explícitas imágenes sobre el sexo. Y es que Maja Milos se convierte en la suma de un Larry Clark, un Lukas Moodysson y un Abdallatif Kechiche sin compasión, de forma que esta directora serbia deja en entredicho la supuesta provocación de Kids (1995), de Fucking Amal (1998) o de La vida de Adèle (2013).
Klip tiene un inicio realmente incómodo... que nos hace dudar sobre si seguir viendo la película: una hermosa adolescente buscando sexo en una fiesta, en un entorno algo sórdido e incómodo. Y luego la chica llega a su hogar, quizás en un ambiente más duro si cabe... Ella es Jasna (una Isidora Simijonovic que no es actriz, sino el personaje mismo), una quinceañera desencantada de la vida y que vive la dura vida de la generación de la postguerra en Serbia y que, como muchos allí, asimila el cambio de país y de nombre. Una adolescente que sobrevive entre un hogar que roza la pobreza en los suburbios de Belgrado, con un padre enfermo de un cáncer en fase casi terminal y una madre en estado de ansiedad permanente, entre un instituto con sistema educativo impersonal y caduco, y entre una pandilla de amigos y colegas que flirtean, sin medida ni control, con el sexo, el alcohol, las drogas y todo aquello prohibido que está a su alcance girando imparable en una espiral de descontrol. Una vida en continua huida en que la madre de Jasna le dice "No has hablado con tu padre desde que sabes que se está muriendo. No, solo piensas en ti... ¡Estás destruyendo esta familia, es lo que estás haciendo!".
Porque Klip se transforma es el incendiario y febril retrato de una generación de adolescentes serbias sin código ético alguno, cuyo principal pasatiempo es embarcarse en la aventura del sexo sin ningún respeto por sí mismas, sintiendo constantemente la necesidad de grabar todo con su teléfono móvil, como si la vida real no existiera, sino es a través de la pantalla de un smartphone. Y ello a través de la sencilla (y cruel) historia de Jasna, enfadada con todo y con todos, incluyendo con ella misma. Una adolescente de una belleza extrema que se rodea de suciedad, incluyendo su enamoramiento enfermizo de Djole (Vukasin Jasnic), un compañero de instituto que le ocasiona mayor opresión, una relación de amor virulento e imposible en el que ella actúa como concubina sumisa y mero objeto sexual, sin importarle la violencia y el machismo, hasta desembocar en la autodestrucción emocional.
Y nuestra Jana, por desgracia, se constituye en prototipo de muchos adolescentes que sabemos que están igual de perdidos, pero que preferimos no sentirlo. Como preferimos no ver esta película, por brutalmente honesta y deshonesta, por su estética estridente (desde la fotografía a la música), por sus imágenes y diálogos que taladran por su realismo y que duelen por su verdad. Porque Klip nos expone a los cambios que han sufrido los adolescentes en su modo de expresarse y de relacionarse, con el aplastante culto a la imagen y el auge de la tecnología que han alterado conceptos tan básicos como la educación, el derecho a la intimidad y los códigos de la fidelidad y la legalidad, a la vez que han destruido la inocencia propia de la infancia y la adolescencia.
Puede resultar un tópico, pero esta vez se cumple con Klip: es un film que o se ama o se odia, pura violencia física y emocional, una bofetada a nuestra conciencia. Klip, ópera prima de la joven directora Maja Milos, revela una situación cotidiana que vive su propia generación, como en 1995 lo hiciera Larry Clark, con su película Kids. Ambos filmes muestran adolescentes que, por su juventud, inexperiencia y potencial desperdiciado, rompe e incomoda a la sociedad por su brutalidad y realismo. Diálogos marcados por la tristeza, el miedo, el deseo, el enojo y un sexo explícito vacío, frío como la postguerra y, quien sabe, si Maja Milos se nutre del sinsabor de una película previa de otro realizador serbio: A Serbian Film (Srdjan Spasojevic, 2010).
Klip es cine despojado e hiperrealista, una especie de descenso a los infiernos de una adolescente Jasna que pasea su belleza con actitud indefinible entre la desvergüenza, el desinterés y la ilusión. Y si desconcertante es el principio de la película, desconcertante es el final... Como desconcertante es la vida de algunos adolescentes con vidas más duras que la guerra en sociedades y familias desestructuradas.
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