En el año 2007 se encontraron un director, Jason Reitman, y una guionista, Diablo Cody, para regalarnos una película que se atrevió a debatir con inteligente humor sobre el embarazo no deseado en adolescentes, tarjeta de presentación de su joven actriz, Ellen Page y una de las producciones independientes más populares de la pasada década: nos referimos a la inolvidable película Juno, una obra que en su aparente sencillez y bonhomía logró enfadar a los movimientos Pro aborto y también a los Pro vida. En el año 2011 ambos, director y guionista, se encontraron con una bella actriz que, a medida que pasan los años, demuestra tener muchas más dotes actorales que de modelo: hablamos de la sudafricana Chalize Theron. Y la película llevaba por título Young Adult, y por ella fue candidata al Globo de Oro como mejor actriz de comedia.
Pues bien, este año 2018 acaba de estrenarse la tercera colaboración de Jason Reitman y Diablo Cody, y la segunda vez en que ambos se encuentran con Charlize Theron, una obra que intenta beber de la frescura de la Juno y del alma de Young Adult: hablamos de la película Tully, en la que nuestra actriz nos regala una transformación física (tras ganar más de 15 Kg) que no es la primera vez que tiene que desarrollar, pues ya nos sorprendió con ello en su Oscar a Mejor Actriz por Monster (Patty Jenkins, 2002), la historia real de Aileen Wuornos, exprostituta ejecutada por haber matado a siete hombres.
Y en Tully nuestra actriz interpreta a Marlo, una ama de casa anclada a las obligaciones familiares y embarazada a los 40 años, con dos hijos previos: Sara de 8 años y Jona de 6 años, éste con problemas de comportamiento y de adaptación escolar, que tras muchas consultas médicas un terapeuta le dice que debe cepillarle el cuerpo por la noche como un caballo. “Jona es algo diferente, es peculiar”, le dice la directora del colegio y le aconsejan un apoyo fuera del centro escolar; y Marlo se enfada: “Tengo un niño o un puto ukelele… con lo de peculiar”. Y su marido se comporta como un niño mayor, cumplidor con el trabajo para intentar sacar económicamente adelante a la familia, pero que antes de empatizar con el día a día de su esposa se acuesta jugando a la videoconsola: “Se pone los cascos, mata zombis y se queda frito” es la definición de Marlo.
Marlo en su agobio sueña con sirenas, pero que se derrumba anímicamente cuando nace su tercera hija, Mia. Su hermano le anima a contratar una niñera nocturna a fin de que gane tiempo para sí misma y su relación con su marido, pero que ella duda pese a los comentarios familiares: “Tú necesitas ser feliz, solo por Jona”, “Es como si en los últimos años le hubieran apagado”. Y es entonces cuando aparece una joven amable y angelical, Tully (Mackenzie Davis), que no solo cuidará al nuevo bebé por la noche, sino también del bienestar de la madre: “Hola, soy Tully. Tú debes de ser Marlo. He venido a cuidar de ti…”. Y con el paso de los días Marlo se encuentra mejor y le comenta a Tully: “No recuerdo la última vez que dormí así. Es como si volviese a distinguir los colores”, “Podría estar cabreada con el mundo; sin embargo, estoy cabreada conmigo mismo”, “Mi cuerpo parece el mapa en relieve de un país en guerra”.
Tully aborda muchos temas de interés, como es habitual en el cine escrito por Cody, quizás mucho más allá de la tan conocida (y temida) depresión postparto, la realidad de la maternidad y el precio a pagar por nuestras elecciones vitales, o la sempiterna insatisfacción como seres humanos. No es casualidad que la propia Diablo Cody escribiese el guion después de dar a luz a su tercer hijo, exactamente el mismo trance por el que pasa Marlo/Theron. El cansancio físico y mental que provoca la agotadora rutina también se nos muestra visualmente, acompañado de una cuidada selección musical de su banda sonora. Y allí aparece el personaje de Tully, como una peculiar Mary Poppins joven, libre y desenfadad que hace reflexionar a Marlo, que le hace respirar y mejorar su autoestima y por ello le dice: “Soy la mayor, ¿por qué eres tú la más sabia?”. Y la joven y misteriosa Tully, quizás esa sirena con la que Marlo sueña, le sentencia: “Esta monotonía que tanto desprecias es su mayor regalo…”.
Y este es el principal valor de Tully: el reflejo nada idílico, y sí muy realista, de ser madre. Porque la maternidad no siempre es glamurosa, sin dejar de ser maravillosa. Porque en la maternidad (y en la paternidad) también uno se cansa, uno se derrumba, uno estalla… y se necesita conciencia para levantarse, recomponerse y seguir adelante. Quizás para poner una Tully en nuestras vidas…
Pues bien, este año 2018 acaba de estrenarse la tercera colaboración de Jason Reitman y Diablo Cody, y la segunda vez en que ambos se encuentran con Charlize Theron, una obra que intenta beber de la frescura de la Juno y del alma de Young Adult: hablamos de la película Tully, en la que nuestra actriz nos regala una transformación física (tras ganar más de 15 Kg) que no es la primera vez que tiene que desarrollar, pues ya nos sorprendió con ello en su Oscar a Mejor Actriz por Monster (Patty Jenkins, 2002), la historia real de Aileen Wuornos, exprostituta ejecutada por haber matado a siete hombres.
Y en Tully nuestra actriz interpreta a Marlo, una ama de casa anclada a las obligaciones familiares y embarazada a los 40 años, con dos hijos previos: Sara de 8 años y Jona de 6 años, éste con problemas de comportamiento y de adaptación escolar, que tras muchas consultas médicas un terapeuta le dice que debe cepillarle el cuerpo por la noche como un caballo. “Jona es algo diferente, es peculiar”, le dice la directora del colegio y le aconsejan un apoyo fuera del centro escolar; y Marlo se enfada: “Tengo un niño o un puto ukelele… con lo de peculiar”. Y su marido se comporta como un niño mayor, cumplidor con el trabajo para intentar sacar económicamente adelante a la familia, pero que antes de empatizar con el día a día de su esposa se acuesta jugando a la videoconsola: “Se pone los cascos, mata zombis y se queda frito” es la definición de Marlo.
Marlo en su agobio sueña con sirenas, pero que se derrumba anímicamente cuando nace su tercera hija, Mia. Su hermano le anima a contratar una niñera nocturna a fin de que gane tiempo para sí misma y su relación con su marido, pero que ella duda pese a los comentarios familiares: “Tú necesitas ser feliz, solo por Jona”, “Es como si en los últimos años le hubieran apagado”. Y es entonces cuando aparece una joven amable y angelical, Tully (Mackenzie Davis), que no solo cuidará al nuevo bebé por la noche, sino también del bienestar de la madre: “Hola, soy Tully. Tú debes de ser Marlo. He venido a cuidar de ti…”. Y con el paso de los días Marlo se encuentra mejor y le comenta a Tully: “No recuerdo la última vez que dormí así. Es como si volviese a distinguir los colores”, “Podría estar cabreada con el mundo; sin embargo, estoy cabreada conmigo mismo”, “Mi cuerpo parece el mapa en relieve de un país en guerra”.
Tully aborda muchos temas de interés, como es habitual en el cine escrito por Cody, quizás mucho más allá de la tan conocida (y temida) depresión postparto, la realidad de la maternidad y el precio a pagar por nuestras elecciones vitales, o la sempiterna insatisfacción como seres humanos. No es casualidad que la propia Diablo Cody escribiese el guion después de dar a luz a su tercer hijo, exactamente el mismo trance por el que pasa Marlo/Theron. El cansancio físico y mental que provoca la agotadora rutina también se nos muestra visualmente, acompañado de una cuidada selección musical de su banda sonora. Y allí aparece el personaje de Tully, como una peculiar Mary Poppins joven, libre y desenfadad que hace reflexionar a Marlo, que le hace respirar y mejorar su autoestima y por ello le dice: “Soy la mayor, ¿por qué eres tú la más sabia?”. Y la joven y misteriosa Tully, quizás esa sirena con la que Marlo sueña, le sentencia: “Esta monotonía que tanto desprecias es su mayor regalo…”.
Y este es el principal valor de Tully: el reflejo nada idílico, y sí muy realista, de ser madre. Porque la maternidad no siempre es glamurosa, sin dejar de ser maravillosa. Porque en la maternidad (y en la paternidad) también uno se cansa, uno se derrumba, uno estalla… y se necesita conciencia para levantarse, recomponerse y seguir adelante. Quizás para poner una Tully en nuestras vidas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario