Era el año 1963 cuando un autor tan controvertido como Maurice Sendak escribe e ilustra un libro que tras su publicación recibe críticas enconadas con términos como “inapropiado”, “demasiado oscuro”, “inquietante” y “aterrador” para la infancia. Un libro que cuenta la historia del niño Max, quien ataviado con su disfraz de lobo hace una travesura tras otra hasta que su madre, y una noche, al grito de “¡eres un monstruo!”, le castiga sin cena. Encerrado en su cuarto, triste y rabioso, viajará hasta el mundo de las cosas salvajes, donde no sólo domará a los monstruos, sino que se coronará su rey y organizará desenfrenados juegos con ellos. Al final, como en toda epopeya, se produce el regreso del héroe al hogar y el pequeño Max emprende el viaje de vuelta a su casa, donde un tazón de sopa bien caliente le está esperando. Un argumento sencillo, crudo y sin moraleja que provocó no poco revuelo. Su título “Where the Wild Things Are” y al propio Sendak le costó cuatro años de peleas con sus editores conseguir publicar esta lucha interna de Max para manejar sentimientos tan complejos como la soledad, la rabia, la frustración o el miedo. En un tiempo en el que en la literatura infantil predominaban las buenas intenciones y las lecciones morales, romper con la imagen inocente y feliz de la niñez o mostrar a una madre perdiendo los papeles con su hijo era una tarea tan subversiva y descabellada que sólo un autor como Sendak, tan salvaje como sus criaturas, se atrevería a llevar a cabo.
Pero Sendak no se limitó a ilustrar y escribir libros. También se encargó del diseño de montajes de ballets y óperas de Tchaikovsky o Prokofiev, y colaboró incluso en la adaptación cinematográfica de su obra más famosa. Y en esta labor se atrevió un director también controvertido (y que no deja indiferente) como Spike Jonze, un personaje multifacético (productor, guionista, director de vídeos musicales y también actor) autor de películas especiales como son Cómo ser John Malkovich (1999), Adaptation/El ladrón de orquídeas (2002) y Her (2013). Y quizás su peculiar forma de entender el arte es lo que le hizo atreverse a adaptar esta peculiar novela e historia... Y Jonze y Sendak se unen para la estupenda adaptación de Donde viven los monstruos (2009), donde nos hablan de la soledad del hermano pequeño, del hogar roto, de celos y frustraciones infantiles, y consigue recrear esa atmósfera, onírica y tenebrosa, que subyace en el relato de Sendak. Y la pantalla se llena de nuevo de monstruos taciturnos, confusos, y violentos, trasunto del niño que busca de forma desesperada el amor y la aceptación, y para ello se combina acción en vivo, actores disfrazados, animatrónica e imágenes generadas por ordenador.
En el primer tercio de la película conocemos a nuestro protagonista, Max (Max Records), un niño de 8 años, y lo conocemos en sus dos ámbitos: el hogar y la escuela. En su casa vive con su madre (Catherine Keener) y su hermana mayor, sin figura paterna, cuyo mensaje encontramos debajo del globo terráqueo de su habitación: “Para Max. El dueño de este mundo te quiere. Papá”. Y vamos descubriendo el poder de su imaginación cuando la madre le dice: “Me vendría bien uno de tus cuentos”. Y en su colegio un profesor les envía este mensaje, ante la mirada atónita de la clase: “Y el Sistema Solar se apagará para siempre. Pero para entonces la raza humana ya se habrá extinguido, víctima de las guerras, la polución, el calentamiento global, los tsunamis, los terremotos o los meteoritos, ¿quién sabe?”.
Max se desquicia cuando su madre está con una alguna pareja. Y una noche que pierde los estribos y la madre le castiga, ocurre lo ya referido. Y entonces los restantes dos tercios de la película transcurren con ese viaje de Max disfrazado de lobo y que a través de una tormenta en el mar llega a una isla con monstruos de aspecto muy peculiar, y que simulan diferentes animales (un toro, una cabra, un rinoceronte, una gallina, un perro,…). Siete monstruos y cada uno representa las emociones más latentes: Carol, el monstruo de estar solo y el temor a ser abandonado; Alexander, el monstruo de ser invisible; Judith, el monstruo de ser cruel y dar miedo; KW, el monstruo del cariño y el afecto; Ira, el monstruo de ser bueno y colaborador; Douglas, el monstruo de la razón; y Judy, el monstruo del ser ignorado. Y Max logra convencerles de que es un rey y le coronan como su rey. Y Max intenta comprenderlos: “Cuidaremos unos de los otros y dormiremos juntos como una piña”. Y juega con ellos a hacer el bestia – nunca mejor dicho -, por lo que se gana el afecto y ellos le dicen: “Eres el mejor rey del mundo. Todo va mucho mejor que antes” o “Te voy a comer. Te quiero tanto”. Y allí también conoce a Bob y Terry, los dos búhos que dan consejos cuando las preguntas tienen siete palabras.
Pero finalmente, tras diversas aventuras en bosques, desiertos y mares, acaban descubriendo que no es un rey. Y KW le dice: “¡Qué difícil es ser una familia!”. Y Max acaba sintiendo que solo es un niño mandando como único rey en sus propias emociones-monstruos y eso nunca puede salir bien sin el apoyo, el cariño y el amor de una madre/padre. Y por eso Max decide volver y les dice: “Ojalá tuvierais una madre. Voy a volver a casa”. Y al final todos los monstruos aúllan en la playa mientras Max se aleja en el mar y le alagan con “Eres el único rey que no nos comemos”. Y cuando Max regresa a casa su madre le está esperando y la cena aún está caliente. Y fin…
Es fácil entender que Donde viven los monstruos no es una película para niños, ni exclusivamente para adultos. Es una película principalmente para adultos con el fin de entender cómo vive, siente y piensa un niño con un formato difícil de clasificar. Porque un niño de 8 años piensa, vive y actúa en búsqueda de cariño y de atención, que precisa entender – y que le entiendan - sus miedos, su egoísmo, su impulsividad, sus fracasos, su diversión, su imaginación, su creatividad, y también sus limitaciones y errores. Porque la familia y la escuela es el lugar habitual donde maduran los sentimientos de un niño… y también donde viven los monstruos de sus emociones.
La película, como la novela, recibió críticas contrapuestas. Queda en tu mano, espectador - y lector – atreverte a entender y revivir ese lugar donde viven los monstruos de la infancia.
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