No es fácil definir la transexualidad, pues como nos define el Dr. José Luis Pedreira (en un reciente artículo escrito de forma conjunta con este amigo especialista en psiquiatría infanto-juvenil) es un concepto que se configura con varios elementos clave: un sujeto humano es inscrito civilmente en el registro en base a una apariencia anatómica determinada en el momento del parto; el sujeto crece y busca su identidad, es decir, su ser en el mundo (externo e interno); en ese proceso percibe elementos contradictorios entre sus contenidos mentales y su apariencia física; se siente interna e identitariamente en base a su percepción subjetiva, potente y real; el poder identitario está en la mente, no en el cuerpo. A ésto se llama transexualidad, cuando se refiere a la identidad sexual discordante entre la apariencia física y la identidad mental del sujeto. La transexualidad se hace patente también en la infancia y se lucha por no considerarlo una enfermedad y arropar la diversidad. Y el cine no ha sido ajeno en arropar este concepto, y en Cine y Pediatría ya hemos revisado algunas películas como Transamérica (Duncan Tucker, 2005), El viaje de Carla (Fernando Olmeda, 2014) o 3 generaciones (Gaby Dellal, 2015).
Son habituales estas películas desde el punto de vista del adolescente o adulto trans, menos habitual resulta la visión de esta entidad desde el punto de vista de los padres de un niño trans: sus dilemas entre el amor a su hijo y su temor al juicio social. Y de ello habla una reciente película, por título Jake (Silas Howard, 2018), puro cine independiente americano que se atreve a plantear el tema del género en los niños y niñas con una gran credibilidad.
A sus cuatro años, el pequeño Jake (Leo James Davis) es distinto a todos los otros niños, pues le encanta ver películas de princesas y jugar a vestirse como ellas y usar faldas de colores mejor que pantalones. Sus padres, Greg (Jim Parsons) y Alex (Claire Danes), lo dejan ser quien es. Sin embargo, la inminente salida de Jake al mundo escolar - con el minucioso proceso de selección para escuelas privadas - los lleva a preguntarse cómo manejar la identidad de su hijo en público.
Los dilemas y debates de unos padres que van in crescendo a medida que avanza el metraje. Y en ella podemos destacar algunas escenas: cuando tienen que decidir el disfraz para su hijo y el padre – psiquiatra para más detalles - comenta: “Tal vez deberíamos explicarle por qué no es una buena idea ir de Rapunzel”; cuando la directora del colegio les expone: “Me preguntaba si Jake os había expresado alguna vez alguna preocupación sobre su género”; les resulta extraño y doloroso plantearse una terapia con su corta edad, lo que lleva a los padres a discutir entre ellos y a que la madre exprese entre lágrimas: “Jake no es una decepción”.
Es Jake una película donde la aparición del pequeño es prácticamente anecdótica, pues todo el peso del guión recae en las vivencias y dudas de los padres, que comienzan a preguntarse han educado bien a su hijo. Y ellos se platean: “Quizás el problema es que nosotros empezamos a empujarlo a ese rol”. Pero la profesora Judith (Octavia Spencer), que intenta ser siempre un apoyo les dice: “No es fácil conocer realmente a la gente. Especialmente a la que amamos”.
Y en esos extremos se mueve la trama de esta película: entre el corazón y la necesidad de los padres de dejar que sus hijos sean la mejor versión de sí mismos, en conflicto con la razón y ese instinto de protegerlos de un mundo cruel, en el que la lógica binaria del sexo impulsa todos los prejuicios. Porque Greg y Alex quieren lo mejor para Jake, pero están atrapados entre la razón y el corazón. Y no hay respuestas sencillas, y el guión de Daniel Pearle (basado en su obra teatral homónima) tampoco las ofrece. Porque en ese final de Jake vestido con falda de tul y saltando en la acera de las manos de sus padres, intuimos que los padres deberán aprender a vivir con las decisiones que toman por su hijo en una sociedad apenas preparada para comprenderlo.
Y es así como la película Jake no trata sobre Jake, porque el conflicto le sobrepasa y es demasiado pronto en la vida del niño para saber exactamente qué está pasando con él. El conflicto lo tienen sus padres, y ése es el que se nos presenta. Y con este conflicto aprendemos… y acompañamos a los protagonistas en busca de una solución a su imposible dilema, unos padres con su propia mochila: un Greg que es un terapeuta delicado que no está muy interesado en mostrar carácter más allá de las decisiones de su esposa; una Alex que abandonó su carrera como abogado, tampoco feliz de permanecer todo el día en casa, lidiando con una parte importante de la carga familiar.
Y esto es Jake, la lucha de un matrimonio para entender cómo aceptar a su hijo tal y como es y que la sociedad no lo rechace. Y la identidad de género de su hijo pondrá a prueba la identidad de su matrimonio. Más allá del binario masculino y femenino. Más allá del corazón y la razón.
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