Ya hay tres óperas primas del cine español en Cine y Pediatría que nos sorprendieron tan gratamente que son difíciles de olvidar: Familia, debut del madrileño Fernando León de Aranoa en el año 1996, El Bola, debut del madrileño Achero Mañas en el año 2000 y Carmen y Lola, debut de la bilbaína Arantxa Echevarría en el año 2018. Y hoy llega una más, el debut en la directora castellonense Lucía Alemany con su película del año 2019, La inocencia. Una película que emana tanta sencillez como frescura y honestidad, y que nos muestra en parte lo que fue su propio viaje personal que la llevó a dejar su pueblo para acabar creciendo fuera.
La inocencia es una película grabada en un pueblo de Castellón (Traiguera, el mismo pueblo en el que nació la directora) y que nos presenta a la adolescente Alicia/Lis (Carmen Arrufat), quien a sus 15 años disfruta de sus días de verano, su fiesta mayor, sus procesiones y tradiciones, su familia y la pandilla de amigos, su primeros escarceos con el amor y las drogas,… Y llega el fin del verano y el inicio del nuevo curso, con una noticia inesperada. Porque la vida y las ilusiones de Lis (sueña con convertirse en artista de circo) estallan en un contexto claramente opresor que siente en sus padres (Sergi López interpreta a un padre machista y violento y Laia Marull a una madre sometida) y en un pueblo demasiado pequeño. Y su vida fluye entre amigas, un novio que aún no lo es, una familia obsesiva y ausente, el qué dirán de los vecinos y donde aquel verano deslumbrante hizo que la calle fuera el lugar idóneo donde el tiempo se desvanece y donde se gestan sus sueños y pesadillas.
Y su padre le reprocha en el desayuno, tras su noche de verbena veraniega: “Escucha, tú no tienes edad ni para salir, ni para ir con chicos, ni para fumar ni para todo eso. O sea que frena o se te acaba el chollo. Todo el día hacienda el gilipollas. Y de fumar, de fumar nada. Aquí solo fumo yo. Y punto, ¿está claro?, ¿si o no?”. Y su madre se justifica ante el esposo: “Yo no digo, Paco, que ella tenga que seguir la religión. Pero que si va, que yo tampoco la he obligado a ir, si va, que tenga respeto por la procesión”.
Y es al finalizar el verano cuando una prueba de embarazo lo cambia todo. Hasta la inocencia, ese don que tiene la infancia y perdemos con la adolescencia. Y es cuando Lis le dice a la madre de Paula, su mejor amiga, a quien conocen como Remedios Naturales por dedicarse a las medicinas complementarias y alternativas: “Necesito que me ayudes a abortar”. Y ella le contesta, con toda una lección de comprension, asertividad y amor: “Alicia, esto es algo que tienes que afrontar…Las cosas no son porque sí, las cosas son para que tú aprendas algo. Esto ha pasado para que tú aprendas algo y tienes que responsabilizarte. No puedes huir…Aunque tú decidas abortar, que estás en todo tu derecho, debes ser consciente de que llevas a un ser que está creciendo dentro de ti y que tú voluntariamente has decidido quitarle la vida. Eso tienes que saberlo. Para poder sanar, tienes que afrontarlo, responsabilizarte de ello. Esto te acompañará toda la vida. Es así, te puede acompañar mal si lo hacemos mal, o te acompañará bien y te ayudará a crecer”.
Pero Alicia sigue obcecada en abortar. Y cuando se lo cuenta al padre, Nestor, un chico chapero y de regular pelaje, resulta que le contesta: “Bueno, venga, vamos paso por paso. ¿Estás bien?...¿Estás segura de que quieres abortar? Porque no lo pensamos, hablamos…” Y la abraza con cariño. Porque lo cierto es que mientras oculta por miedo la noticia a sus padres, solo tiene el apoyo real de Remedios, con sus consejos tan naturales como las terapias que aplica: “La culpa y el perdón nos sirven para nada. La culpa y el perdón se las ha inventado la Iglesia… Saber la culpa o la no culpa no tiene sentido”.
Y así avanza la historia, tan natural y real como la vida misma… que asusta. Alicia se va acercando a su madre, a la que intenta que sea cómplice para convencer al padre de que pueda viajar a Barcelona para poder visitar la escuela de circo a la que quiere acudir. Una madre vejada continuamente por la violencia sexista del hogar, una buena mujer que intenta retirar las malas vibraciones de su hogar con las terapias de Remedios, y la que su hija pregunta con razón: “¿No sé por qué no te has divorciado de él?”. Una madre a la que también reprocha, “Siempre qué pensaran los del pueblo”. Y cuando finalmente Alicia se atreve a contar lo de su embarazo a su madre, se desencadena la tormenta: “Dime que no es verdad. Mentirosa. Yo educándote y tú que haces… Eres la deshorna de la familia. No te he educado así y no hay perdón que valga. Es que no te conozco. Lárgate de aquí, no quiero verte más”.
Y ese final especial con la madre y la hija en la estación esperando el tren que las lleve a Barcelona…, posiblemente a llevar a cabo lo que los padres desean para evitar el qué dirán en el pueblo. Pero dejando un interrogante entre la caricia de la madre y la pregunta de Alicia: “Mamá, que estaba pensando que como que vamos a Barcelona, pues podríamos ir a ver a la escuela de circo, ¿no?, ¿ya que estamos?”. Y la música de las fiestas de verano para los créditos finales. Y con ello todas las interrogantes que se deseen como espectadores…, y sin juzgar si habrá final feliz o no. Porque un aborto puede ser una decisión, pero no un final feliz.
Porque la inocencia de Alicia se perdió de repente en aquel verano. Y la jovencísima actriz Carmen Arrufat transmite con verdad y emoción una historia tan habitual que la hacemos nuestra, y la acompañamos en la responsabilidad de sus decisiones y el deseo de alzar el vuelo alejada de su propia prisión natal, su familia y su pueblo. Y la historia es más nuestra gracias a un cuidado guión, planos acertados e introspectivos, diálogos de una naturalidad extrema y un trabajo interpretativo donde destacan Sergi López, Laia Marull y, especialmente, Carmen Arrufat (nominada a su joven edad al Oscar a Mejor actriz revelación, aunque al final lo consiguiera Benedicta Sánchez, a los 84 años de edad, por la película Lo que arde de Oliver Laxe). Padre, madre e hija que se debaten alrededor de la inocencia perdida.
Es La inocencia una historia que hemos visto muchas veces, pero quizás nunca narrada con esta naturalidad, con ese fuerte contraste entre la primera mitad de la película y la segunda, entre lo que Alicia disfrutó en el verano y lo que dudó en el otoño, entre cómo se vive una experiencia así en la ciudad o en un pueblo. Y con un desenlace tan sencillo como abierto, mostrando sin juzgar. Y es La inocencia un ejemplo más de que el cine español se nutre de excelentes realizadoras y actrices. Y que el cine en España tiene cada vez más nombre de mujer.
Y nos quedamos con el sueño (y la inocencia) de Alicia/Lis, quien quizá hubiera querido ser la Gelsomina de Fellini. Pero una noche de verano todo cambió para ella… La inocencia es una notable ópera prima que nos habla con autenticidad y realismo de una de las etapas más complejas del ser humano. Porque la travesía de la adolescencia se cura con el tiempo, pero algunas heridas tardan en cicatrizar muchos años más.
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