Hay filmografías que son escasas en Cine y Pediatría, pero que poco a poco ven la luz. Es el caso de Chile y las tres películas ya vistas en este proyecto, películas con esa especial vinculación a los temas que rodean a los adolescentes:
Machuca (Andrés Wood, 2004) y la educación del adolescente entre los conflictos políticos; La espera (Francisca Fuenzalida, 2011), donde se debate el aborto en una adolescente embarazada; y Rara (Pepa San Martín, 2016), allí donde combinar la rareza de la adolescencia con la rareza familiar que nos puede rodear. Y hoy llega una más: Joven y alocada (Marialy Rivas, 2012), cuyo título cabe diferenciar de la película francesa Joven y bonita (François Ozon, 2013), aunque ambas tengan las peculiaridades del despertar sexual de dos chicas adolescentes.
Un comienzo desconcertante de pensamientos en off de nuestra protagonista alrededor de su sexo y sexualidad, sin tapujos, mientras regresa a casa y suena repetidamente el teléfono de su madre tras pasar la noche fuera. Y entonces entra en la iglesia evangélica, donde su madre se sienta a su lado. Luego el título y directora. Y continúa con interacciones a través de un chat de internet con chicos y chicas de su edad, que se repiten durante el metraje.
Y así comienza esta historia que nos cuenta Daniela (Alicia Rodríguez), nuestra protagonista de 17 años criada en el seno de una familia ultraconservadora y evangélica, donde su vida se enfrenta al descubrimiento de su sexualidad entre la culpa cristiana y la innata rebeldía adolescente. Y de forma implícita - y también explícita - Daniela navega con ese descubrimiento de su sexualidad entre el evangelio pecaminoso de su familia y su propio evangelio de interrogantes. Y esto lo narra su directora en peculiar formato en 12 partes, como diferente post de un blog firmado por su autora, bajo el seudónimo de Joven y Alocada: Ebanjelio 1:1 A los 15 boca abajo; Ebanjelio 1:2 En el principio creó Dios toditos mis males (a madre y a padre); Ebanjelio 1:3 Somos la luz del mundo; Ebanjelio 1:4 El lago de fuego; Ebanjelio 1:5 A. & T.; Ebanjelio1:6 El buen camino; Ebanjelio 1:7 Las escaleritas del pecado; Ebanjelio 1:8 Pino y queso; Ebanjelio 1:9 Si no tengo amor nada soy; Ebanjelio1:10 Shao hombre viejo; Ebanjelio 1:11 Ahora vemos por espejo, oscuramente; Ebanjelio 1:12 Post data.
Y gracias a la libertad en su narración cinematográfica de Marialy Rivas (basado en algunas experiencias propias de su juventud), apreciamos un peculiar montaje que se adaptan a la sensibilidad de Daniela, a su ética y estética, allí donde la imagen se convierte a veces en una pantalla de ordenador en la que visualizar ese blog y chat de los que nos hace cómplices. Y no es esta la única utilización transgresora del lenguaje cinematográfico, pues también podemos observar en las escenas más íntimas los filtros de colores para una ambientación en sepias, amarillos o azulados, que ofrecen una textura especial a la cinta y que las destacan estéticamente con respecto al resto de escenas del filme.
Y somos espectadores cómplices de las críticas a Daniela de la directora del colegio religioso, al conocer que ha tenido sexo antes del matrimonio (“Qué deshonra para tus padres, que aman al señor…No puedes volver más a este colegio, no te toleramos más”), al castigo de la madre (“No vas salir durante un año. Y no vas a ver a nadie tampoco…No vas a salir ni a la esquina. Ni a comprar el pan. Tampoco vas a tener internet. Y mañana mismo te inscribo en “Somos la luz del mundo”. ¿Entendiste?”). Una relación que es compleja con su madre, y conciliadora con su tía: “Hay dos cosas en este mundo que no tienen límite. El amor de tía. Y el espionaje de madre-espía. Hay una cosa en este mundo que no tiene respuesta. ¿Qué haré sin el amor de tía? ¿Qué hará entonces madre-espía conmigo?”.
Porque la iniciación a la sexualidad de Daniela causa escándalo en su familia, que pertenece a una secta evangélica integrada por personas de alto nivel económico, así como en la escuela y en el canal de televisión religioso al que la mandan a trabajar. Y allí conoce a Tomás y Antonia, dos amigos con los que establece una especial relación, entre su pasión y su confusión. Hasta llegar a ese post data final: “Lo dijo Pablo en Corintios. Cuando yo era niño, jugaba como niño, hablaba como niño, pensaba como niño, bla bla blá como niño, más cuando fui hombre dejé lo que era de niño. Lo digo yo en ninguna parte. Cuando era niña, pensaba como niña, jugaba como niña. Ahora que soy no niña, no he dejado nada. Y no me importa porque no sé si creo en la felicidad, ni en la calma ni en la madurasound ni en no sé qué. Solo creo en estar perdida. Amén, y amén, y amén, y amén”. Y tras esta reflexión de Daniela llegan los créditos finales originales, diferentes, como la propia película…joven y alocada.
Y así es Joven y alocada, puro cine independiente con una temática transgresora y espinosa, un buen montaje con un gran trabajo de postproducción, una buena interpretación femenina y un guión sólido basado en un personaje completo y complejo del que llegamos a conocer todas sus aristas y sus 'pecados' que nos confiesa en su blog personal. Es, por ello, Joven y alocada una película original, valiente, carnal y honesta en la que todo acaba encajando. Hasta la expresión de Daniela: "Y yo quiero no creer porque creer me da susto". Y así, una vez más, nos aparece la voz incomprendida de la adolescencia, que en nuestra protagonista se alza entre su blog y su propio evangelio sexual.
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