En la década de los 60 y 70 en España se produjo una amplia emigración del campo a la ciudad y, como consecuencia, se crearon muchos barrios periféricos que fueron núcleos de pobreza y marginalidad. Junto con el paro juvenil y la llegada de la heroína se creó un caldo de cultivo perfecto para el auge de la delincuencia, incluyendo aquí a niños y adolescentes. Una generación maldita que pasaría a la historia en aquella época de emigración, miseria y posterior transición. Y alrededor de este contexto histórico de nuestro país nació el cine quinqui, ese género cinematográfico que narra las vivencias y las aventuras de jóvenes delincuentes de estrato social muy bajo y que han alcanzado la fama por los delitos cometidos. Decir que el término quinqui deriva de la palabra quincallería, que significa trabajar con metales baratos.
El cine quinqui se hizo muy popular en España a finales de la década de 1970 y tuvo una década de recorrido, cuando alcanzó su máximo esplendor debido a la gran inseguridad ciudadana que vivía el país en aquella época, por lo que se rodaron numerosas películas y sagas, una gran mayoría a cargo de dos directores: José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia. Y de ambos hablaremos en Cine y Pediatría. Y hoy dedicamos este post a José Antonio de la Loma, quien se considera el padre de este género con su película Perros callejeros (1977), y donde introduce elementos de denuncia social dirigiendo los dardos a las instancias oficiales, a las leyes y a los pocos recursos económicos invertidos en la protección de menores y ayudar a su reinserción. Películas donde es difícil separar a los actores de sus protagonistas en la vida real, como fueron "El Torete", "El Vaquilla" o "El Jaro", y cuyo recorrido en la vida no fue mejor que el de sus personajes en la ficción: Ángel Fernández Francos ("El Torete") murió a los 31 años por el sida, Juan José Moreno Cuenca ("El Vaquilla") murió a los 42 años víctima de cirrosis, José Luis Manzano ("El Jaro)" falleció a los 29 años por una sobredosis de heroína y otras drogas. Estos directores fueron criticados por recurrir a estos actores no profesionales (los dos primeros unidos a José Antonio de la Loma, el tercero a Eloy de la Iglesia) con un cierto sentido de reinserción social (lo cual no consiguieron), pero al menos es justo decir que daban un punto de veracidad.
Perros callejeros comienza con esta simbólica voz en off, mientras se nos muestra Barcelona: “Esto es lo que suele llamarse una gran ciudad. Tiene sus anchas avenidas, sus casas señoriales, sus míticos monumentos y sus problemas. Uno de esos problemas es el de la delincuencia juvenil y, dentro de ella, un reducido grupo de menores – entre los 12 y 16 años – lanzados a una vertiginosa carrera de delitos hasta hace poco exclusivos de los malhechores más veteranos. Miles de coches robados y estrellados, asaltos a tiendas, robos de armas, atracos a parkings, gasolineras, incluso a bancos”. Nos cuenta la historia de Ángel Fernández Franco, un joven delincuente del barrio de La Mina de Barcelona, que en realidad respondía al seudónimo de "El trompetilla", pero que fue rebautizado como "El Torete" para la película. Aunque lo cierto es que interpretaba el personaje de otro delincuente, Juan José Moreno Cuenca, "El Vaquilla", que en aquel momento estaba en la cárcel.
El éxito de esta película implicó la filmación de Perros callejeros II: Busca y captura (1979), donde se mantienen las persecuciones de "El Torete" por Barcelona y alrededores, con la estética setentera, su particular música y formas de vestir, las discotecas y coches de la época, las escenas de destape (valientes para la época, quizás por razones de guión), algunas desagradables escena violentas y la cárcel Modelo de Barcelona. “Es que si no roba, no es feliz”, llegan a decir de un quinqui. La saga finalizaría con Perros callejeros III: Los últimos golpes de El Torete (1980), una parte fallida y prescindible, pues en realidad "El Torete" tuvo que resucitar para ello, pues éste ya había fallecido en la segunda parte. Y tal fue la moda, que también una versión femenina con Perras callejeras (1985), cuya protagonista, Sonia Martínez, una presentadora de programas infantiles, la cual no siguió mejor estela que sus compañeros actores del cine quinqui, pues falleció a los 30 años por los problemas derivados del sida.
La otra película relevante de la filmografía de José Antonio de la Loma fue Yo, El Vaquilla (1985), que narra la historia de Juan José Moreno Cuenca - que finalmente pudo interpretarse a sí mismo -, quien con 23 años se encuentra preso en el penal Ocaña 1 de Toledo. Y así comienza la película: “Soy Juan José Moreno Cuenca, aunque todos me llaman Vaca o Vaquilla. Ya lo ven, nací a este otro lado de la sociedad y nunca pude, o nunca supe, pasar al otro. Ahora me he propuesto hacerlo y sé que no será fácil. Mi mayor enemigo fue esa fama que me fue envolviendo desde niño hasta atarme de pies y manos. Hoy me piden que cuente mi vida. De acuerdo, puede ser una oportunidad. Para mí, quizás acaba por conocerme; para ustedes, tal vez empiecen a comprender quién diablos es ese sujeto del que tanto hablan sin saber por qué”. No era justo que "El Vaquilla" se hiciera tan famoso en el cine interpretado por otra persona, por lo que José Antonio de la Loma quiso contar con él para que interpretara su propia vida. Efectivamente sus dotes interpretativas dejaban mucho que desear y la película no tuvo el mismo tirón que Perros Callejeros. De hecho, su papel en la historia lo interpretó Raúl García Losada y, además, contaron en la película con Ángel Fernández Franco, "El Torete", que en su día hizo de "El Vaquilla". Un lío de personajes, vamos.
Finalizó nuestro director su recorrido por el cine quinqui con la película Tres días de libertad (1995), donde se nos narra ese permiso de tres días de un conocido delincuente, Juan “El Gato”, con una larga condena por cumplir.
Y esta es la filmografía esencial de José Antonio de la Loma, el director barcelonés con el que se inició esta peculiar género genuinamente español, conocido como cine quinqui. Porque “lo quinqui” se puso hasta de moda y también se convertiría en casi un género musical, con canciones de grupos como Los Chichos o Los Chunguitos, de forma que algunas canciones formarían parte (y leitmotiv) de bandas sonoras de estas películas.
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