En el año 2014 un director tan especial como el estadounidense Richard Linklater nos regaló la película Boyhood, un canto al poder de la infancia y al poder de lo cotidiano, y que fue todo un experimento cinematográfico grabado durante 12 años (la producción más larga en la historia del cine). Ese mismo año 2014 una directora tan especial como la francesa Céline Sciamma nos regaló Girlhood, la obra que cierra la trilogía de películas que hablan de la identidad sexual, de la importancia del género en la construcción de uno mismo, de los sentimientos de ambigüedad entre adolescentes y del trastorno que conlleva el hecho de sentirse diferente. Y este 2021, siguiendo la estela de estos títulos, con el apoyo y sello de Netflix (con lo bueno y menos bueno que eso entraña), llega Fatherhood, que en nuestro país se ha traducido como Ser padre. En este caso bajo la dirección de Paul Weitz, un director más particular que especial, y que comenzó su trayectoria como director y guionista junto con su hermano Chris Weitz, con películas como American Pie (1999), De vuelta a la Tierra (2001) o Un niño grande (2002). Precisamente en esta última ya trata el tema de la paternidad, como nuestra película de hoy.
Ser padre se basa en el libro “Two Kisses for Maddy: A Memoir of Loss and Love”, escrito en el año 2011 por Matthew Logelin, y que cuenta su propia historia de criar solo a su hija Maddy tras la muerte su esposa Liz, fallecida al día siguiente de la realización de la cesárea como consecuencia de un tromboembolismo pulmonar, una de las complicaciones más graves asociadas con el embarazo y el parto, y una de las principales causas de muerte materna en los países desarrollados. Esta devastadora tragedia de la vida real es la trama de la nueva película de Paul Weitz, que se implica como director, guionista y productor.
La película sigue a Matthew (Kevin Hart, un actor negro más vinculado con la comedia que con el drama, pero que se vinculó también como productor), quien lidia con el dolor mientras intenta criar a su hija recién nacida y honrar el legado de la mujer que perdió demasiado pronto. Aunque es un padre viudo, se da cuenta de que tiene una comunidad de amigos y familiares para ayudar a moldear la vida de su hija Maddy, y debe aprender a apoyarse en ellos, especialmente a medida que ella crece. Ser padre describe el viaje de Matt como padre joven en términos conmovedores y desgarradores. Porque su historia real se capturó por primera vez en su blog, donde compartió actualizaciones sobre cómo navegar por la pérdida de su esposa en medio del caos de cuidar a un recién nacido. Un blog que se convirtió en un salvavidas para muchos padres que experimentaban luchas similares, y de ahí surgió la novela.
La película comienza mezclando escenas de un entierro y los preparativos, días antes, de la cesárea para el nacimiento del primer hijo de la pareja. Y los momentos de felicidad por la buena nueva se truncan a las 24 hs, con una repentina disnea y posterior pérdida de conocimiento al intentar Liz levantarse de la cama. Y las palabras de dolor de Matt al equipo médico: “No me digan que mi mujer ha muerto”. Y la salida del hospital con su hija en brazos y con el dolor de hacerlo sin su esposa, como un viudo que tiene que enfrentarse a la crianza.
Una crianza en la que ni él ni los que le rodean confían en que sea posible, por los comentarios que surgen en los familiares: “No sé cómo se las va a apañar”, “La crianza es un no parar. Todo el día y toda la noche”. Pero no acepta la alternativa de que Maddy sea cuidada por las abuelas y que eso suponga trasladarse a otra ciudad a vivir. Por lo que Matt da el paso de salir adelante solo, mientras escucha palabras de apoyo llenas de buena intención, pero claramente equivocadas e innecesarias. Y se enfrenta a la pregunta más habitual: “¿Y la madre?”.
Un argumento así, otras veces visto, corre el riego de enfrentarse a tópicos, pero son los tópicos de toda crianza. Como el acudir a un grupo de apoyos de madre (aunque él es un padre) donde le orientan sobre el significado del cólico del lactante y el valor de aplicar para ello el “ruido blanco” (que le funciona) y el piel con piel. Como la visita a la pediatra y esas positivas palabras de ánimo que recibe. Como el apoyo de canguros. Como su bautizo, su entrada al colegio, sus primeros accidentes. Porque Maddy va creciendo y Matt mantiene vivo el recuerdo de su madre con esa frase tan habitual en sus vidas: “Dos besos. Uno por mamá y otro por mi”.
Matt finalmente tendrá que ir tomando decisiones por el bien de su hija, dejando el lastre de culpa y responsabilidad por la muerte de su esposa. E, incluso, superar que su posible nueva pareja se llame Liz también. Porque es la propia Maddy la que cuestiona a su padre: "¿Por qué cuando pasa algo bueno nos lo quitan?”. Y esta tragedia real (como la vida misma) finaliza de forma simpática y esperanzadora. Por ello la tragedia se transforma en dramedia. Y se agradece.
Por ello, Ser padre es una dramedia sobre la paternidad a solas, una historia de amor y superación. Y que se suma a otras películas que nos han aproximado al reto de la crianza de los hijos por parte de un padre solo, separado o viudo. Ya lo vimos en la mítica Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962) y la especial figura de Atticus Finch, un honesto abogado viudo con dos hijos pequeños (Scout y Jem) que vive en una pequeña ciudad del estado de Alabama en la década de 1930 en una película llena de valores. Y a partir de ahí se han ido sumando películas, todas ellas ya presentes en Cine y Pediatría, y desde distintas nacionalidades: desde Estados Unidos, Yo soy Sam (Jessie Nelson, 2001), En busca de la felicidad (Gabriele Muccino, 2006), o El niño de Marte (Menno Meyjes, 2007); desde Italia, Líbero (Kim Rossi Stuart, 2006); desde Australia, Rómulo, mi padre (Richard Roxburgh, 2007); desde España, Ismael (Marcelo Pyñeiro, 2013); desde Francia, Mañana empieza todo (Hugo Célin, 2016); o desde Turquía, Milagro en la celda 7 (Mehmet Ada Öztekin, 2019). Todas ellas nos recuerdan que una madre es muy importante para los hijos en su crianza. Pero esa importancia es especialmente patente cuando el padre tiene que conseguir solo esa función.
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