Michael Haneke, es un director y guionista de cine austriaco conocido por su estilo sombrío y turbador, con películas que no dejan indiferentes: o las odias o las amas. De manera implacable el realizador busca sin cesar poner al espectador en una situación incómoda por su manera de percibir o de recibir una obra cinematográfica. Deseando provocar reacciones vivas y emotivas, Haneke intenta interrogar sobre la responsabilidad del espectador ante las escenas expuestas, planteando cuestiones de orden social, político, histórico, cultural o moral sin jamás aportar respuestas claramente establecidas. Un trasfondo cultural y filosófico denso se percibe detrás de cada una de sus obras.
Haneke no hace películas para el disfrute, sino para la controversia; controversia que suele ser aclamada por la crítica (especialmente Cannes, quien ya le ha concedido tres Palmas de Oro). No es cine de palomitas…; y tres ejemplos lo demuestran:
- Funny Games (1997): angustioso film sobre la violencia, casi rozando el nivel de La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971). Él mismo realiza un remake de su película en 2007, producida por la actriz Naomi Watts (quien se reservó el papel de actriz en la película). Sorprendió que un personaje como Haneke entrara en la estela de remakes made in USA al estilo de Psicosis (Gus Van Sant, 1998, copia plano a plano de la homónima de Alfred Hitchcock, 1960) o Vanilla Sky (Cameron Crowe, 2001, basada en Abre los ojos de Alejandro Amenábar, 1997).
- La pianista (2001): película de corte freudiano que remueve conciencias, estómagos y cerebros a partes iguales y con la que llega su primer gran éxito y reconocimiento, avalado por su primera Palma de Oro. También ganaron sus inquietantes protagonistas, Benoit Magimel e Isabelle Huppert, los premios de mejor actor y actriz.
- Caché (2005): tediosa película sobre psicópatas clandestinos, una clara manipulación del espectador y (para el que suscribe) injusta ganadora de la Palma de Oro de ese año (para más “inri”, incluido el premio como mejor director y Mejor Película del Cine Europeo). Bueno, un ejemplo más de que para gustos están hechos los colores…
Haneke vuelve a estar de moda con la concesión de una nueva Palma de Oro en 2009 a su película La Cinta Blanca, también premiada como Mejor Película del Cine Europeo y firme candidata a mejor película de habla no inglesa en los próximos Oscar (con permiso de mi preferida, El secreto de sus ojos de Juan José Campanella, 2009), una inquietante reflexión en blanco y negro sobre los orígenes del fascismo. En 1913, un pueblecito protestante del norte de Alemania continúa con su vida cotidiana poco antes de que la I Guerra Mundial sacuda a todo el continente. Una serie de extraños acontecimientos comienzan a perturbar la tranquilidad de los habitantes, mientras los niños son educados en valores cada vez más absolutos. En la asfixia de una sociedad enferma y devaluada a costa del desgaste de la infamia, callan los adultos y los niños, en un espectáculo frio de represión, ira, rencor y frustración perpetua. Niños que cantan en los coros, pero que son educados en la extrema rectitud de los valores. Radiografía el esqueleto putrefacto de la sociedad alemana de preguerra, del modelo social y educativo que alimentó las brasas de una insólita tolerancia al totalitarismo, a golpes de vara, de desprecios y castigos inmisericordes.
Haneke habla de las aguas aquellas que trajeron estos lodos, en la Alemania pre-nazi, sí, pero que es reflejo de cualquier sociedad, también de la nuestra. Porque la película es el espejo atroz de las raíces en las que germina el odio, la violencia del desencanto y la inhumanidad ante el panorama de los ideales torcidos, del pensamiento único, de los dogmas de fe sociales y políticos en una olla a presión de moralismo tóxico que brilla con inenarrable luz en la elocuencia de un blanco y negro que recuerda cine añejo y de calidad, oscilando entre la fuerza de las imágenes de Ordet (Carl Theodor Dreyer, 1955) y el mensaje de El cuervo (Henri-Georges Clouzot, 1943).
Mensaje simbólico el del título de esta película que viene reflejado en las palabras del pastor: “Cuando erais niños vuestra madre os colocaba una cinta en el pelo o en el brazo; el color blanco de la cinta os recodaba la inocencia y la pureza”. Permitidme una reflexión en alto: hoy y en nuestro país, con un entorno social y familiar bastante desestructurado y acompañado de un sistema educativo que ha perdido el rumbo en bastantes cosas, empezamos a plantearnos serias dudas sobre la educación de los niños de nuestra sociedad. Y todos percibimos en nuestras consultas pediátricas (de hospital o centro de salud) que, en bastantes ocasiones, el menor problema de ese niño (y su familia) que tenemos en frente no es ni su diabetes, ni su epilepsia ni su enfermedad celíaca… E intuimos que la “epidemia” de niños hiperactivos con o sin déficit de atención que nos quieren vender (un claro ejemplo de disease mongering en muchos casos) no es tal, pero resulta más fácil atribuir la causa a un trastorno de neurotransmisores que a un problema asociado con el entorno social, familiar y educativo en el que el niño se ha criado.
La educación de la infancia tiene una importancia trascendental, es apostar por un futuro lleno de esperanza. Pero educar en valores implica mucho tiempo, un tiempo que nuestra sociedad hace pagar a muy alto precio y que no siempre se cumple…. ¿Cuál serán los lodos de estas aguas?, ¿de qué color es la cinta que pondremos en el futuro a nuestra infancia?.
HOLA ESTA BUENO TU BLOG ME A GUSTADO PASATE POR EL MIO:
ResponderEliminarhttp://www.siempretv.net/
Casualmente dediqué hace poco también un post a esta película, que me impactó.
ResponderEliminarEducar "en valores" es fácil: significa educar con amor, con presencia, y con la regla de oro: no hacer a tus hijos lo que no te gustaría que te hicieran a ti.
No perpetuar de generación en generación las cadenas del maltrato y del abuso, que se han considerado "normales" durante siglos. Alejarnos de la pedagogía venenosa, y abrirnos a nuestros hijos.
Un saludo!!!