Durante los días 4 a 6 de febrero se acaba de celebrar en Madrid el 7º Curso de Actualización en Pediatría de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) al que he tenido la fortuna de asistir en sus tres últimas ediciones como ponente invitado. Por ese motivo, y dado que trabajo en un hospital, he podido conocer este curso organizado para pediatras de atención primaria, lo que ha sido todo un descubrimiento y una suerte.
Una reunión con más de 600 asistentes y cuyas plazas se agotan en días hablan por sí sólo de la confianza y éxito de este evento científico. Un curso en el que brilla con luz propia la ausencia de cualquier otro acto que no sea puramente científico y exento de conflictos de intereses, dado que se elabora teniendo en cuenta el código de responsabilidad ética de la AEPap en relación con la industria (al que aludíamos recientemente en una entrada previa de este blog). Aunque al menos 15 empresas farmacéuticas apoyan el curso, ninguna propaganda o stand se haya presente en el palacio de congresos. Los únicos carteles que uno pueden ver se relacionan con los actos científicos, salas y secretaría científica. Nada puede distraer al congresista, pues este acude a formarse: dos días intensos de trabajo en el que hay mesas redondas y conferencias, pero donde el núcleo central son los talleres y seminarios (de 2 a 4 horas de duración). Actividades todas muy cuidadas, buscando la utilidad para el pediatra y el valor añadido de proporcionar verdaderas herramientas aplicables para la práctica clínica diaria.
Ningún alarde fuera de la ciencia. Cafés entre sesiones, una comida de trabajo y al acabar la jornada cada uno se va a cenar a escote con el grupo de amigos y compañeros que elija. Al día siguiente puntuales a la reunión. Y la prueba es que nuestra mesa tuvo lugar el sábado a las 9 de la mañana: el auditorio con más de 500 pediatras no es lo común cuando la organización incluye eventos de otras características.
Los médicos con el tiempo solemos perder la confianza en los congresos tradicionales multitudinarios, con demasiados actos paralelos, con demasiadas comunicaciones (que casi nadie oye), con demasiadas actividades para-científicas, en ocasiones con excesiva presencia de la industria farmacéutica (repetición de simposios, como un déjà vu). Demasiado esfuerzo a cambio de poco o según el dicho popular: “salir con la cabeza caliente y los pies fríos”. Al final uno elige cursos como estos de la AEPap, donde uno recupera energía positiva para seguir adelante en el día a día de la asistencia, un día a día no siempre fácil.
Enhorabuena, porque estos cursos de la AEPap son un ejemplo de reunión científica de calidad, una vuelta a los orígenes y a la esencia. Los pediatras necesitamos creer en cosas, también en los cursos y congresos.
Enhorabuena y felicidades, porque ha coincidido en el curso la celebración del 10º aniversario de la AEPap. Una década de grandes logros. Al menos a los ojos de un pediatra de hospital que, aún con la fortuna de tener grandes amigos y colaboradores en Atención Primaria, cree ser objetivo con esta afirmación.
Una reunión con más de 600 asistentes y cuyas plazas se agotan en días hablan por sí sólo de la confianza y éxito de este evento científico. Un curso en el que brilla con luz propia la ausencia de cualquier otro acto que no sea puramente científico y exento de conflictos de intereses, dado que se elabora teniendo en cuenta el código de responsabilidad ética de la AEPap en relación con la industria (al que aludíamos recientemente en una entrada previa de este blog). Aunque al menos 15 empresas farmacéuticas apoyan el curso, ninguna propaganda o stand se haya presente en el palacio de congresos. Los únicos carteles que uno pueden ver se relacionan con los actos científicos, salas y secretaría científica. Nada puede distraer al congresista, pues este acude a formarse: dos días intensos de trabajo en el que hay mesas redondas y conferencias, pero donde el núcleo central son los talleres y seminarios (de 2 a 4 horas de duración). Actividades todas muy cuidadas, buscando la utilidad para el pediatra y el valor añadido de proporcionar verdaderas herramientas aplicables para la práctica clínica diaria.
Ningún alarde fuera de la ciencia. Cafés entre sesiones, una comida de trabajo y al acabar la jornada cada uno se va a cenar a escote con el grupo de amigos y compañeros que elija. Al día siguiente puntuales a la reunión. Y la prueba es que nuestra mesa tuvo lugar el sábado a las 9 de la mañana: el auditorio con más de 500 pediatras no es lo común cuando la organización incluye eventos de otras características.
Los médicos con el tiempo solemos perder la confianza en los congresos tradicionales multitudinarios, con demasiados actos paralelos, con demasiadas comunicaciones (que casi nadie oye), con demasiadas actividades para-científicas, en ocasiones con excesiva presencia de la industria farmacéutica (repetición de simposios, como un déjà vu). Demasiado esfuerzo a cambio de poco o según el dicho popular: “salir con la cabeza caliente y los pies fríos”. Al final uno elige cursos como estos de la AEPap, donde uno recupera energía positiva para seguir adelante en el día a día de la asistencia, un día a día no siempre fácil.
Enhorabuena, porque estos cursos de la AEPap son un ejemplo de reunión científica de calidad, una vuelta a los orígenes y a la esencia. Los pediatras necesitamos creer en cosas, también en los cursos y congresos.
Enhorabuena y felicidades, porque ha coincidido en el curso la celebración del 10º aniversario de la AEPap. Una década de grandes logros. Al menos a los ojos de un pediatra de hospital que, aún con la fortuna de tener grandes amigos y colaboradores en Atención Primaria, cree ser objetivo con esta afirmación.
Lo apunto! Enhorabuena por el trabajo realizado
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