Seguimos con el cine social y testimonial que llega desde Colombia y que nos acerca a tristes realidades que unos se empeñan en controlar mientras otros intentan reconducir. Como complemento a la entrada de la semana pasada, hoy comentaremos tres películas de interés.
La vendedora de rosas (Victor Gabiria, 1998), basada en el cuento “La vendedora de cerillas” de Hans Christian Andersen. Siendo fiel al testimonio documental de su cine, Gabiria gusta de escoger actores naturales con vivencias similares a las de sus personajes. La película cuenta la historia real de una película real: Mónica es una niña de 13 años que vende rosas de noche por las calles de Medellín, junto con otro grupo de niñas. A lo largo de una noche (la del 23 de diciembre de un año cualquiera) y del día siguiente, La Vendedora de Rosas nos lleva a conocer el entorno en el que vive Mónica, los demás niños y seres con los que se relaciona. Esta película es uno de los raros casos en que la realidad trasciende la pantalla por varios motivos: utilizó a niños de la calle y no a actores; filmó todo en las calles de Medellín, en escenarios reales y no en lugares redecorados. Esto le da un toque de autenticidad profundo a la película: porque los rostros que vemos, la ropa que usan, las expresiones que dicen al hablar, los lugares como bares, calles y habitaciones de pensiones o casuchas donde viven los personajes, todo es auténtico. En un entorno rodeado de drogas, alcohol y prostitución. Hemos dicho que la película trasciende a la pantalla, pero también al tiempo, de forma que, desde su estreno, ya 7 de sus actores han fallecido violentamente en las calles de Medellín y la protagonista (Lady Tabares) fue sentenciada a 26 años de cárcel por el robo y homicidio de un taxista.
La vendedora de rosas refleja la cruda realidad de los niños de la calle, lo que provocó encontradas críticas en Colombia, aunque fue multipremiada por la crítica internacional, incluyendo su nominación a la Palma de Oro de Cannes (que alcanzó en ese año 1998 la película de Theo Angelopoulos, La eternidad y un día).
Las mujeres de verdad tienen curvas (Patricia Cardoso, 2002): esta ópera prima hace una reflexión sobre la cuestión de la feminidad incidiendo en tres aspectos (el modelo tradicional de familia, el modelo de belleza y la homosexualidad). Aborda en forma de tragicomedia el enfrentamiento generacional y de tradición cultural que existe entre Ana (América Ferrara), adolescente de 18 años, y su madre Carmen (una gran Lupe Ontiveros) que únicamente está obsesionada con que sus hijas se casen, tengan hijos y luego puedan cuidar de ella cuando sea mayor. En cambio, Ana quiere romper con ese modelo de vida y busca su salida en los estudios universitarios que le permitan una vida mejor e independiente. El Premio Especial del Jurado y el Premio del Público en el Festival Sundance 2002 abrieron el camino al éxito a esta película.
Con rápidos brochazos de cine realista, el espectador rápidamente se hace cargo de la marginalidad en que viven unos niños y adolescentes, con tempranos conflictos existenciales y que respiran un clima de revolución social. Asistimos a un realismo moderado porque la verdad debe ser más desasosegante y próxima a la crudeza de la mejicana Amores perros (Alejandro González Iñárritu, 200) o de la brasileña Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, 2002). Películas de Sudamérica que nos acercan a una problemática real de las infancias y en la que, muchas veces y de nuevo, la vida real supera la ficción…
La vendedora de rosas (Victor Gabiria, 1998), basada en el cuento “La vendedora de cerillas” de Hans Christian Andersen. Siendo fiel al testimonio documental de su cine, Gabiria gusta de escoger actores naturales con vivencias similares a las de sus personajes. La película cuenta la historia real de una película real: Mónica es una niña de 13 años que vende rosas de noche por las calles de Medellín, junto con otro grupo de niñas. A lo largo de una noche (la del 23 de diciembre de un año cualquiera) y del día siguiente, La Vendedora de Rosas nos lleva a conocer el entorno en el que vive Mónica, los demás niños y seres con los que se relaciona. Esta película es uno de los raros casos en que la realidad trasciende la pantalla por varios motivos: utilizó a niños de la calle y no a actores; filmó todo en las calles de Medellín, en escenarios reales y no en lugares redecorados. Esto le da un toque de autenticidad profundo a la película: porque los rostros que vemos, la ropa que usan, las expresiones que dicen al hablar, los lugares como bares, calles y habitaciones de pensiones o casuchas donde viven los personajes, todo es auténtico. En un entorno rodeado de drogas, alcohol y prostitución. Hemos dicho que la película trasciende a la pantalla, pero también al tiempo, de forma que, desde su estreno, ya 7 de sus actores han fallecido violentamente en las calles de Medellín y la protagonista (Lady Tabares) fue sentenciada a 26 años de cárcel por el robo y homicidio de un taxista.
La vendedora de rosas refleja la cruda realidad de los niños de la calle, lo que provocó encontradas críticas en Colombia, aunque fue multipremiada por la crítica internacional, incluyendo su nominación a la Palma de Oro de Cannes (que alcanzó en ese año 1998 la película de Theo Angelopoulos, La eternidad y un día).
Las mujeres de verdad tienen curvas (Patricia Cardoso, 2002): esta ópera prima hace una reflexión sobre la cuestión de la feminidad incidiendo en tres aspectos (el modelo tradicional de familia, el modelo de belleza y la homosexualidad). Aborda en forma de tragicomedia el enfrentamiento generacional y de tradición cultural que existe entre Ana (América Ferrara), adolescente de 18 años, y su madre Carmen (una gran Lupe Ontiveros) que únicamente está obsesionada con que sus hijas se casen, tengan hijos y luego puedan cuidar de ella cuando sea mayor. En cambio, Ana quiere romper con ese modelo de vida y busca su salida en los estudios universitarios que le permitan una vida mejor e independiente. El Premio Especial del Jurado y el Premio del Público en el Festival Sundance 2002 abrieron el camino al éxito a esta película.
Con rápidos brochazos de cine realista, el espectador rápidamente se hace cargo de la marginalidad en que viven unos niños y adolescentes, con tempranos conflictos existenciales y que respiran un clima de revolución social. Asistimos a un realismo moderado porque la verdad debe ser más desasosegante y próxima a la crudeza de la mejicana Amores perros (Alejandro González Iñárritu, 200) o de la brasileña Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, 2002). Películas de Sudamérica que nos acercan a una problemática real de las infancias y en la que, muchas veces y de nuevo, la vida real supera la ficción…
4 comentarios:
Javier, no dejes de considerar tambien "TOCAR Y LUCHAR"peli/documental que describe la incorporación de niños y jovenes al Sistema de Orquestas de Vzla.
Felicitaciones por tu excelente trabajo
Fernando, no lo conocía, pero me he documentado a través de un artículo en El País de Claudio Abbado y veo que es una enorme labor la de José Antonio Abreu y su difusión de un sistema musical que salva a los jóvenes de la calle, de la criminalidad, de la droga y les ofrece la oportunidad -gratuita- de adquirir una cultura, lo que, en última instancia, significa hacerse una vida.
Intentaré recuperar el documental y hacerle un hueco en la próxima entrada.
Si tienes dificultades para conseguirla me dices/mandas dirección y te envio una copia de la peli...
Mira tambien en este link de mi amiga Sol Garcia-Conde
http://micasaesmimundo.blogspot.com/2010/07/tocar-y-luchar-orquestas-infantiles-y.html
Seguro te gustará
Fernando, en verdad impresiona y emociona.
De hecho, un con tu beneplácito, en tres semanas dedicaré una entrada a este fenómeno. Lo titularé "Maroa" y el fenómeno de la música en los niños de Venezuela.
El caso es que por un error de bulto, tuve que corregir la entrada del sábado, pues incluí "Maroa" dentro de la serie Cine social desde Colombia... y es una película de Venezuela (sorry).
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