Colombia ha tenido cuatro de los carteles de narcotráfico más poderosos del mundo (Cartel de Medellín, de Cali, del Norte del Valle y de la Costa), que en algunos lugares crearon una nueva clase social y ha influido sobre la cultura colombiana. Una figura próxima a esta realidad han sido los sicarios o asesinos a sueldo. Era inevitable su influencia en la juventud de ese país y, por ende, inevitable su traducción al cine.
Rodrigo D: no futuro (Victor Gabiria, 1990): la película aborda una época de profunda crisis urbana en la ciudad de Medellín, con las luchas de las mafias que alimentan la creación del sicariato y los llamados “escuadrones de limpieza”. Abandono y marginalidad hacen de Rodrigo (Ramiro Meneses) la víctima de la tragedia urbana contemporánea, tragedia forjada por la violencia, el punk-rock y las drogas. La película llamó la atención por las actuaciones naturales, sujetos reales marginales de bandas juveniles al más puro estilo de Gabiria. Los actores no fingen nada, sino que desarrollan ante la cámara lo que viven en la cotidianidad de sus barrios y de su vida; muchos de ellos murieron después en medio de una violencia absurda. La película se convirtió sin buscarlo en un documental que aterrorizó a muchos que se negaban a creerlo. Fue una ventana a un mundo oscuro que era mejor no referirlo, que ofendió el orgullo del país y vista por algunos como una obra que daba una mala imagen a la ciudad. Pero lo cierto es que sensibilizó a muchos otros sectores: sociólogos, trabajadores sociales, antropólogos, organizaciones e instituciones oficiales que acudieron a estas comunas con más seriedad para llevar ese futuro negado.
La virgen de los sicarios (Barbet Schoeder, 2000), adaptación de la novela homónima de Fernando Vallejo. La película cuenta la historia de Fernando, un escritor homosexual que regresa a Medellín tras varios años de ausencia y se encuentra con una ciudad plagada de violencia a causa de los carteles de la droga. No es una ciudad cualquiera sino Medellín, ese templo de la cocaína que hizo famoso al narcotraficante Pablo Escobar. Allí conoce a Alexis, un joven sicario de 16 años con quien sostiene una relación sentimental. Alexis y Fernando inician una relación en la que el primero va acabando con la gente que "estorba" a la tranquilidad del segundo. Cuando Fernando decide que es suficiente y quiere marcharse de Medellín con Alexis, éste es asesinado. Posteriormente Fernando atraviesa distintas situaciones, las cuales lo llevan a cotemplar la idea de tener otra pareja y conoce a Wilmar, quien se desvela como el asesino de Alexis.
El mayor mérito de La virgen de los sicarios está en el rigor con que el director francés Barbet Schroeder logra reflejar el estado de las cosas, con una trama mitad romántica y mitad socio-existencialista. Lo que ha hecho Schroeder es apoyarse en la novela autobiográfica del propio Vallejo (una historia real que se convirtió en best seller), concentrarse en unos pocos personajes y en una trama sencilla, aunque de mucho espesor. Entre los rasgos más penetrantes de La virgen de los sicarios está la efectiva combinación de la materia puramente ficcional con un registro de índole documental: se filmó con cámaras digitales en la mismísima Medellín; muchos de los sicarios son verdaderos chicos de la calle. Son poco más que niños y matan (y mueren) sin percibirlo casi.
Rosario Tijeras (Emilio Maillé, 2005), adaptación de la novela homónima de Jorge Franco. Se mete en la vida de Rosario (la bella Flora Martínez), una mujer peligrosa que fue violada a los ocho años por su padrastro y a los 14 años por unos vecinos, aunque después se vengó de uno de ellos cortándole los testículos con unas tijeras (de allí su apodo). Convertida en asesina por su hermano mayor, que la vende a sus socios narcotraficantes. Rosario, ya adulta, proclamada como dueña de nadie, vive la vida al filo mientras intenta arreglar su pasado. Concebido mediante una serie de sucesivos flashbacks, el film nos pasea por las profundidades de Medellín, un lugar en el que como dice Rosario “es más fácil matar que amar”. La película adquirió especial relevancia en España, tras su nominación al Goya a la mejor película extranjera (que ganó ese año Iluminados por el fuego de Tristán Bauer).
No es de extrañar que, ante esta situación que el cine colombiano dibuja de su juventud en los ejemplos expuestos en las últimas tres entradas del blog, se haya organizado una ONG con el propósito de encontrar oportunidades para la niñez vulnerable y desplazada de Colombia: la ONG se llama Fundación Pies Descalzos y ha sido creada por la colombiana más famosa del mundo, Shakira Isabel Mebarak Ripoll, que con 33 años es mucho más que una de las cantantes más sexys del panorama mundial. Su nombre en árabe, Shakira, significa “mujer llena de gracia”. Curiosamente un nombre casi igual al de la película de Joshua Marston con la que iniciamos esta serie sobre cine social desde Colombia.
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