Leemos en un reciente artículo de Diario Médico titulado “Niños adoptados, pediatras todo terreno” que España es el segundo país del mundo en adopciones internacionales, sólo superado por Estados Unidos. Niños nacidos mayoritariamente en Rusia, China, Etiopía, Ucrania y Colombia se han ido incorporando a la sociedad española de forma más intensa en los últimos años. Esto ha fomentado la creación en España de algunas unidades de Adopción Internacional y unidades de Pediatría Social orientadas a estos niños y familias. Pero, así como la adopción ha calado fuerte en nuestra sociedad, no se puede decir lo mismo de la acogida. La acogida de menores es una medida de atención a niños desamparados poco extendida en España, a pesar de que hay un gran número de niños y jóvenes susceptibles de ser acogidos.
Sobre el tema de la adopción ya hemos hablado en dos entradas en el blog (en la entrada número 13 y 14), incluyendo una breve reseña a la película que hoy destacamos: La vergüenza (David Planell, 2009). David Planell se inició en el corto, pero cabe destacar su papel como guionista (en series como Hospital Central o El comisario, por ejemplo) y, especialmente, como coguionista de Gracia Querejeta en dos buenas películas: Hector (2004) y Siete mesas de billar francés (2007). Su debut en el largo fue esta película, con la que obtuvo la Biznaga de Oro del Festival de Málaga.
Honesta y valiente ópera prima que trata sobre los problemas de una pareja de unos 40 años sin hijos (Natalia Mateo y un siempre efectivo Alberto San Juan), quienes tienen en acogida desde hace un año a Manu, un niño peruano de 8 años, que previamente ha estado con otras dos familias y que ha sido devuelto en ambos casos a su centro de origen. Tampoco esta joven pareja logra hacerse con el chaval tras más de un año intentándolo —a pesar de haber empleado en la casa a una mujer peruana que le facilitase la integración—, y ahora que deben pasar la prueba definitiva de adopción, crecen las dudas y se plantean devolverle, lo que para ellos se convertirá en una auténtica vergüenza. Una cinta solvente, dura y directa, La vergüenza se comporta como un drama intimista sobre los conflictos que surgen en una pareja por ese tema, contada en tiempo casi real (el periodo de tiempo de una mañana), rodada en interiores (con tono pseudoteatral) y con diálogos importantes y una planificación basada en el plano-contraplano, sin concesiones. Cuando mejor funciona la película es cuando entra en escena la asistenta social, que viene a “examinarles” sobre su idoneidad.
Aunque la película quizás peque de cierto desequilibrio narrativo y la pretensión de tocar demasiados temas a la vez: inmigración y racismo, adopción y maternidad, problemas de pareja y comunicación, inmadurez persona. Aún así, el problema que nos plantea no nos es ajeno: la disyuntiva entre el deseo de acoger y/o adoptar un hijo y la capacidad de hacerlo realidad. El problema de enfrentarse a un hijo “real” en acogida o adoptado que no es el hijo “idílico” pensado. Manu presenta un trastorno del comportamiento y en la película se establecen acertados comentarios sobre el trastorno de hiperactividad y déficit de atención.
¿Cuál es la diferencia entre adopción y acogida?. La principal diferencia entre adopción y acogida radica en que la adopción es una medida permanente, mientras que la acogida es temporal, es decir, que la familia acogedora deberá facilitar al niño el retorno a su núcleo familiar de origen. Se trata de ofrecer atención y cuidado en un entorno familiar a un menor que temporalmente y por diversas razones no puede contar con el suyo propio. Se pueden acoger menores de 0 a 17 años y el tiempo de acogida puede oscilar entre algunos días y varios años, e incluso no concluir hasta la mayoría de edad del menor. Existe un interés de las Administraciones Públicas por plantearse más seriamente ayudar y facilitar la acogida a todos los niveles posibles: informando a la sociedad en general, formando a los futuros acogedores y a los profesionales que tratan con ellos, ayudando laboral y/o económicamente a las familias acogedoras y realizando procesos de seguimiento y apoyo a estas familias en todos sus ámbitos de actuación.
La acogida de niños debe ser un orgullo,… nunca una vergüenza.
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