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sábado, 5 de febrero de 2011

Cine y Pediatría (56). Nanni Moretti nos habla del duelo por la muerte de un hijo


Duelo proviene del latín “dolus”, que significa dolor; y hace referencia a la tristeza que se experimenta por la pérdida de un ser querido. Se considera una reacción psicológica normal ante una pérdida importante y se acompaña de una serie de manifestaciones en el aspecto físico, emocional, de pensamiento y de conductas. Estas manifestaciones clásicamente se distribuyen en las clásicas 4 fases de elaboración del duelo: fase de aturdimiento, fase de anhelo (o búsqueda), fase de desorganización (o desesperanza) y fase de reparación.
Cuando existen dificultades en la elaboración del duelo surge lo que se denomina como duelo patológico. Muchos factores pueden determinar un duelo patológico, pero el tipo de muerte influye mucho: no es lo mismo un “fallecimiento socialmente normal” (cuando se trata de un anciano o un adulto enfermo y la familia ha tenido tiempo de preparación) que un “fallecimiento intempestivo” (bien por la edad –en niños o hijos- o por la inesperado –accidente, homicidio, suicidio, etc-).
Estas son algunas de las reflexiones presentes en el libro “Sin miedo. Cómo afrontar la enfermedad y el final de la vida” de Miguel Ángel Monge y que utiliza La habitación del hijo (Nanni Moretti, 2001) como hilo argumental. Porque esta película nos habla de un “fallecimiento intempestivo” en su máxima expresión: la inesperada muerte de un hijo por un accidente. Porque la muerte de un hijo se convierte, por derecho propio, en una de las máximas expresiones de pérdida de un ser querido, algo así como el duelo por antonomasia.

Nanni Moretti es todo un personaje en su Italia natal, director, actor, productor y guionista cinematográfico. Más conocido por su faceta de crítico social en clave de humor (el llamado Woody Allen italiano) y por su implicación política (ideales marxistas y un enfrentamiento público y enconado contra Berlusconi), sorprendió a todos con este drama contenido que es La habitación del hijo y que fue premiado con la Palma de Oro del Festival de Cannes. Una película que retrate el drama familiar que provoca la muerte de uno de sus miembros no era nada original, pero la crítica consideró como oportuno el tratamiento minimalista que Nanni Moretti (que se reserva no sólo el papel de director, sino también el de guionista y actor principal) da a la obra: reflejo honesto e intenso sobre el sentido (o sin sentido) de la auténtica naturaleza humana. Sin apenas atisbos de religión (Moretti se define como no creyente, acorde con sus ideales políticos) nos muestra a cara descubierta la desoladora impotencia del dolor familiar ante la inesperada y brusca muerte de su hijo.

La Habitación del hijo nos muestra el tremendo impacto que tiene en una familia (un feliz matrimonio italiano de clase media-alta con dos hijos adolescentes) la muerte de Andrea, su hijo menor, cuando realizaba submarinismo con sus amigos. Los miembros restantes encuentran distintas formas de expresar o controlar su dolor, de realizar su duelo: Irene, su hermana mayor adolescente, se refugia en la práctica del baloncesto y en el consuelo de la religión; Paola (Laura Morante, musa del cine italiano), la madre, se encierra en su tristeza; y Giovanni, el padre (un contenido Nanni Moretti), busca respuestas para recuperar el control. La película se centra sobre todo en la figura del padre, psicoanalista de profesión, y sus esfuerzos para superar el duelo entre su vida, su familia y su trabajo.

Las fases del duelo se intuyen a lo largo de la película. El aturdimiento es evidente ante esa llamada que comunica el accidente (y cómo Giovanni mira a su hija en el borde de la pista de baloncesto, una mirada que lo dice todo). La búsqueda del hijo en el paseo por el parque de atracciones o a través de la ropa y los objetos de su habitación. La desesperanza por saber qué es lo que falló cuando visita la tienda de buceo o la pelea de la hija en el partido de baloncesto, junto con el sentimiento de culpa del padre por no haber salido juntos de nuevo ese día a correr. La desorganización de la propia vida familiar (silencios y discusión, en el límite de la ruptura de una familia hasta ese momento sólida) y profesional (esa mirada perdida tras su camilla de psiquiatra, ese llanto incontenible en medio de una sesión). Y la fase final de reparación por medio de una carta que encuentran en la habitación de Andrea sobre un primer amor con una chica llamada Arianna, lo que algunos críticos han considerado una golpe maestro de guión, pues la carta es el hilo al que la familia quiere agarrarse para no dar por muerto a Andrea. La familia acaba por conocer a Arianna (y a su nuevo novio) en el momento de iniciar un viaje en autostop; finalmente son ellos mismos lo que les acercan a la frontera de otro país. Y ese viaje hasta la frontera se convierte en simbólico, pues la única conexión en esta vida con Andrea se pierde, pero la sonrisa se esboza de nuevo en la familia. Un final que no resuelve nada concreto (porque tampoco la vida real lo hace) y en la que Nanni Moretti no pretende hacernos llorar, sino mostrarnos la crudeza de la emoción humana desnuda, con toda su perturbadora belleza. La vida comienza de nuevo, de otra forma, pero ya la escena que presentamos en el video, con los cuatro miembros de la familia cantando en el coche no volverá a suceder.

Este Nanni Moretti realiza un cambio de rumbo que incluye dejar de lado el aspecto humorístico presente en su filmografía (Ecce Bombo, 1978; Sogni d´Oro, 1981; La misa ha terminado, 1985; Palombella rossa, 1989; Querido Diario, 1993; Abril, 1998) para centrarse en el drama. Merece realizar un breve receso a su obra más popular (Querido diario), con la que obtuvo también el beneplácito del festival de Cannes (premio al mejor director en el año 1994): película constituida por tres episodios (En mi vespa, Islas y Médicos) de carácter autobiográfico, enfocados con estilo documental, en los que Moretti se interpreta a sí mismo. El capítulo Médicos es un paradigma sobre algunos problemas que nos son comunes a la medicina actual: comunicación médico-paciente, variabilidad injustificada, prevención cuaternaria, efecto cascada, etc. De visión obligada, os aconsejamos la entrada que desde el blog Saludyotrascosasdecomer se comentó hace un tiempo, en donde se realizó una especie de cineforum sobre este imprescindible documental.

El mismo Nanni Moretti que esboza nuestra sonrisa en el capítulo Médicos en Querido Diario (especialmente viéndole como se arrasca, cada vez más a medida que visita más especialistas y acaba con la farmacopea), es el Moretti que hoy esboza nuestra tristeza con el duelo por la pérdida de un hijo, momento en que su “habitación” queda relegada como un espacio sagrado de recuerdos, donde la soledad y el dolor se reencuentran. Como es habitual en Nanni Moretti, la película La habitación del hijo se rodó en el más absoluto secreto (obligó a los actores a firmar un contrato que les obligaba a guardar silencio) y, cuando la rumorología empezó a hablar de falta de inspiración por el retraso en su estreno, sorprendió a propios y extraños con una obra madura sobre el duelo por la muerte de un hijo.

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