Ya hemos comentado ayer en el blog que si hemos de evaluar a los médicos e investigadores, conviene realizarlo en base a criterios multidimensionales, evitando la “impactolatría”.
Porque el factor de impacto (FI) arrastra mucha comorbilidad consigo, con dos variantes extremas bien conocidas (la “impactofilia” y la “impactofobia”, ambas no deseables) y una de nueva aparición (el “impacto¿qué?”).
Porque el factor de impacto (FI) arrastra mucha comorbilidad consigo, con dos variantes extremas bien conocidas (la “impactofilia” y la “impactofobia”, ambas no deseables) y una de nueva aparición (el “impacto¿qué?”).
-Se entiende por “impactofilia” la extrema obsesión por orientar las publicaciones a revistas con FI, en busca de la mayor visibilidad internacional, criterio lícito y deseable, pero que en ese contexto lleva a no valorar en su justa medida la publicación de calidad e importancia realizada en revistas no incluidas en SCI-JCR y que presenta valor añadido en la formación e información del profesional. Dado que el SCI-JCR está dominado por las revistas de habla inglesa, se penaliza la publicación de calidad en español y a los investigadores que publican en nuestro idioma. Porque son pocas las revistas españolas en SCI-JCR (59 en el año 2009, sobre un total de 7.347 revistas volcadas en ese año en el repertorio) y con factores de impacto generalmente bajos (oscilan en 2009 entre 3,786 de Aids-Rev y 0,000 de Ginecol Obstet Clin).
-Se entiende por “impactofobia” la posición opuesta, que consiste en descalificar este consagrado indicador bibliométrico, dar más peso a las limitaciones (bien reconocidas) que a las bondades del FI y no tener en cuenta su contribución (que la tiene y mucha) a la búsqueda de la calidad de la publicación. La “impactofobia” puede ser un mecanismo defensivo y la excusa de un bajo perfil científico e investigador. Mal asunto…
-¿Y qué llamamos el “impacto¿qué?” ?. Pues al desconocimiento marcado de este indicador bibliométrico en el entorno de la formación de los clínicos, algo así como que “ni sé lo que es y no sé si me importa saberlo”. En una encuesta realizada a 140 residentes de Pediatría de 4º año (con representación de todo el país) distribuidos en dos años (promoción del año 2009 y del año 2010) se les preguntó 8 preguntas básicas sobre el FI (concepto y aplicabilidad en su especialidad) con un resultado desalentador: sobre 5 ítems posibles ninguna de las respuestas fue correcta en un porcentaje superior al 25% (es decir, no se mejoró prácticamente ni las respuestas posibles por el azar). Este misma encuesta se aplicó hace unos meses a 44 neuropediatras (36 adjuntos y 8 residentes en formación) y el resultado fue similar (datos pendientes de publicación).
De esta forma se establecen dos mundos en Medicina alrededor del FI:
1) El mundo de los investigadores “básicos”, muy ligados a la “impactofilia”, algo impuesta por todo lo relacionado con los sexenios y carrera profesional y ligado a la máxima conocida de “publish or perish”.
2) El mundo de los médicos “clínicos”, más ligados a la “impactofobia” y al “impacto¿qué?”, pues a la postre uno no tiene la sensación de que se enseñe bien en el pre y postgrado el valor de la investigación bien hecha (la investigación que nos hace mejores médicos y que se traduce en mejora en la atención de nuestros pacientes y la salud poblacional) o que se tenga muy en cuenta en los méritos profesionales (las “publicaciones” se tienden a minusvalorar en las oposiciones para una plaza en propiedad, con menor peso, en ocasiones, que el conocer el idioma autonómico en cuestión). En esta antítesis (no deseable) no existe un responsable, sino muchos (y que lance la primera piedra el que esté libre de culpa, incluído el que esto escribe). Porque son muchas voces y durante muchos años las que reclaman un cambio que dignifique la investigación y acabe con esta morbilidad asociada al FI.
Está claro que resulta absurdo pensar que toda la calidad, importancia e impacto científico de una publicación pueda resumirse en una simple cifra (sea el FI, el factor H… o el que sea). Remarcamos la importancia de evaluar la ciencia (y a los científicos) en base a indicadores cienciométricos multidimensionales utilizados con rigurosidad por especialistas de esta materia, y conocedores de sus ventajas y limitaciones. Ya incluso, el alcance del análisis de citas –incluido el concepto de FI- puede cambiar en los próximos años debido a la aparición de competidores del hasta ahora monopolio de Thompson-ISI: tal sería el caso de Google Scholar o de Scopus de Elsevier, iniciativas que ofrecen recuentos alternativos de citas que, lógicamente, no coinciden con los de la particular estrategia de Thompson-ISI. Y más allá aún, en el mundo hipertextual de la Word Wide Web, ya se empieza a utilizar el factor de impacto Web y otros indicadores cibermétricos. Asimismo, en la actualidad se están imponiendo diversos estimadores alternativos como el estudio del “impacto social”, que analiza la influencia directa de las publicaciones en la mejora de la salud de la población.
Está claro que resulta absurdo pensar que toda la calidad, importancia e impacto científico de una publicación pueda resumirse en una simple cifra (sea el FI, el factor H… o el que sea). Remarcamos la importancia de evaluar la ciencia (y a los científicos) en base a indicadores cienciométricos multidimensionales utilizados con rigurosidad por especialistas de esta materia, y conocedores de sus ventajas y limitaciones. Ya incluso, el alcance del análisis de citas –incluido el concepto de FI- puede cambiar en los próximos años debido a la aparición de competidores del hasta ahora monopolio de Thompson-ISI: tal sería el caso de Google Scholar o de Scopus de Elsevier, iniciativas que ofrecen recuentos alternativos de citas que, lógicamente, no coinciden con los de la particular estrategia de Thompson-ISI. Y más allá aún, en el mundo hipertextual de la Word Wide Web, ya se empieza a utilizar el factor de impacto Web y otros indicadores cibermétricos. Asimismo, en la actualidad se están imponiendo diversos estimadores alternativos como el estudio del “impacto social”, que analiza la influencia directa de las publicaciones en la mejora de la salud de la población.
2 comentarios:
Muy acertada la reflexión... Añadiría que en algunos casos, 'clínicos' que descubren el FI entran en 'impactitis' y se pasan al sector 'impactofilia' cual la ley del péndulo. Pero sobretodo, añadiría que es este único indicador, con 'pseudovariantes', el que utilizan instituciones para 'medir' y otorgar ayudas... De ahi todos estos males, tan bien descritos por Javier...
muy bueno el articulo.
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