Es difícil decidir si Fernando León de Aranoa es mejor guionista o director, pero hay poca duda de que ha traído aire fresco al cine español en los últimos 15 años, aunque su filmografía no sea prolija. Curtido en la televisión, donde escribió guiones para programas (el concurso Un, dos tres o el humor del dúo "Martes y 13") o series (Turno de oficio), se fogueó en el cortometraje (Sirenas, 1994) y, por fin, llegó su sorprendente debut en el largometraje con dos películas que son las que hoy comentamos: Familia (1996) y Barrio (1998). Dos películas que, como el resto de la filmografía de León de Aranoa (Los lunes al sol, 2002; Princesas, 2005; Amador, 2010) se enmarcan en una huida de la realidad en busca de la felicidad, en donde los personajes sienten la necesidad de inventarse otra vida a su medida y vivirla en su imaginación.
Familia (1996) tiene frescura, fondo y forma, sorpresa, gracia y ternura. Es una sorprende película aclamada por público y crítica, con diversos premios, entre los que destaca el Premio al mejor director novel en los Goya de ese año.
Todo parece normal en el inicio de la película. Santiago (un comedido Juan Luis Galiardo) cumple hoy 55 años y lo celebra con su familia: una bella mujer (una recuperada Amparo Muñoz, recientemente fallecida y que atesoró ser nuestra única Miss Universo, así como la única Miss Universo de la historia que ha renunciado a su corona), sus tres hijos, su madre y su hermano y cuñada (Chete Lera y Ágata Lys). Todo parece normal, hasta pasado el minuto 15 de la película, momento en el que Santiago explota en la mesa: “Yo no quería un hijo gordo y sin gafas. Despedido” y alguien le contesta “Es lo mejor que hemos podido encontrar”. Y así es como descubrimos que todo es una farsa y no son una familia real, sino una compañía de actores contratados para recrear la familia ideal que Santiago quiere. Al final de la película, nos dice el protagonista que “es mucho mejor estar mal acompañado que solo. Y quien diga lo contrario es que no sabe lo que es estar solo”.
En el fondo, la película es una pequeña joya que nos narra una triste historia (con la soledad como telón de fondo y la familia como balsa de salvación) contada en clave de comedia, convirtiendo lo patético en cómico, y con el mérito de un buen guion y una buena dirección de actores. Todos espléndidos, pero destacamos el papel de la adolescente Luna, interpretada con descaro y maestría por Elena Anaya, esa bella y joven palentina (con una peculiaridad física poco conocida, aparte de su belleza: el tener un ojo de color claro y otro oscuro) con un don para la interpretación. Aunque el debut real de Elena Anaya fue unos meses antes con África (Alfonso Ungría, 1996), fue en Familia donde despuntó. Y su trayectoria le ha permitido ser en España musa de afamados directores como Julio Medem (Lucía y el sexo, 2000; Habitación en Roma, 2010), Agustín Díaz Yañez (Alatriste, 2006; Sólo quiero caminar, 2008) y Pedro Almodóvar (Hable con ella, 2001; La piel que habito, 2011), así como hacer sus pinitos en la filmografía internacional (el más conocido en Van Helsing de Stephen Sommers, 2004).
Si con Familia se nos reveló el genio de director y guionista de León de Aranoa, con Barrio (1998) se cimentó su merecida fama. Una historia ágil, con hábiles diálogos (bien pensados, pero que saben a espontaneidad), buenas interpretaciones de los tres jóvenes actores y de todos los secundarios. De nuevo aclamada por público y crítica, incluyendo la Concha de Plata en San Sebastián y tres premios Goya: dirección, guion y actriz revelación (Marieta Orozco).
Manu (Eloi Yebra) y Rai (Críspulo Cabezas) y Javi (Timy) son tres adolescentes quinceañeros, compañeros de instituto y amigos de barrio, que comparten las aventuras, problemas y sinsabores de un verano en un barrio de la periferia de Madrid, con el calor como telón de fondo y la ilusión como salvavidas entre los problemas familiares, sus hogares de protección oficial y un entorno social hostil. Ilusión por escapar de algunas de las perspectivas que ofrece el barrio: desempleo, droga, delincuencia, desintegración familiar, etc. Según Fernando León de Aranoa, los tres protagonistas representan las tres almas de Platón: Manu la racional, Rai la instintiva y Javi la emocional.
Manu no tiene madre y vive con su padre (soberbio Francisco Algora) y con un hermano al que no ve, pues le ocultan que es yonqui. Rai tiene alma de raterillo y un hermano segurata con moto. Javi vive con sus padres (hasta que los malos tratos de la madre provocan la separación del matrimonio), una hermana adolescente (que vuelve loco a Rai) y un abuelo sordo con el que duerme. Bajo esas tres almas acompañamos a los protagonistas en sus diálogos (todos magníficos, producto de un guion brillante), con algunas escenas que impactan más cuantas más veces se ve esta película: la moto de agua en mitad del barrio (un premio que no pueden disfrutar a cientos de kilómetros del mar), el reparto de pizzas sin moto, cuando Manu descubre a su hermano yonqui debajo de un puente, el paseo por la estación de metro onírica, la escena del juego de ver pasar coches en el puente, etc., Barrio nos adentra en la marginalidad de la adolescencia sobre una realidad social (la del barrio obrero), por medio de una encantadora pieza de cine llena de humor y de situaciones emotivas. En ella estos tres adolescentes se nos presentan sin dinero, sin amor y casi sin familia, con las necesarias pinceladas que evidencian lo trágico, triste y doloroso de su universo.
Un argumento que en manos de cualquiera hubiera sido un cliché, pero que Fernando León de Aranoa logró mezclar drama y humor para darle un toque que alguien ha definido como “poesía del desamparo”. Se trata de una historia y unos personajes universales y atemporales, lo cual aumenta su valor, porque es sabido que éstas son dos características ineludibles en casi todas las grandes obras.
Magnífico guion, buena dirección de actores, narración sencilla y sin artificios y algunos elementos comunes (triste realidad y busca de la felicidad, diálogos frescos y espontáneos) son el material de que está hecha Familia y Barrio. En su trasfondo hay reflexión sobre una cierta condición existencial, familiar y social, una cavilación sobre el desamparo del individuo, la desintegración familiar y la negligencia de la sociedad. La “familia” y el “barrio” como elementos esenciales en nuestro desarrollo durante la infancia y adolescencia.
El inicio de Barrio que aquí os presento es un ejemplo de como un buen guion puede convertir lo banal en arte y lo grotesco en materia de reflexión.
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