La vida es bella (Roberto Benigni, 1997) supuso toda una convulsión en su momento en los Premios Oscar de la Academia. No era habitual que una película no creada en Hollywood consiguiera 7 nominaciones a los Oscar (de las que finalmente consiguió tres: mejor actor, mejor banda sonora y mejor película extranjera). Esta efeméride de la película italiana sólo ha sido superada este año por la francesa The Artist, con 10 nominaciones a los Oscar (de las que finalmente consiguió cinco).
Pero La vida es bella también supuso una convulsión en los espectadores, pues esta fábula (en tono de tragicomedia) sobre el holocausto judío, tiene el sello inconfundible de su creador: Roberto Benigni, director, coguionista y actor principal (ese Guido, casi un alter ego). La trama transcurre en 1939 y es narrada como un cuento en dos partes bien diferentes. En la primera parte, Guido (Roberto Benigni), un italiano descendiente de judíos, llega a la una ciudad de la Toscana (Arezzo, magnífica con su Piazza Grande) y allí se enamora de Dora (Nicoletta Braschi, su mujer en la vida real), una bella profesora que está comprometida con un burócrata aburrido. La simpatía y actitud con que Guido corteja a Dora terminan por enamorarla, se casan y tiene hijo, Josué (Giorgio Cantarini). En la segunda parte, la historia da un giro dramático, cuando Guido, Dora y Josué son deportados por los nazis a un campo de concentración. Una vez allí, pese al horror y la desesperación del holocausto y la xenofobia, Guido idea con determinación un plan: defender a su hijo de la crueldad y sinrazón imperantes aquel ambiente y, para ello, hace creer a su hijo que todo se trata de un juego en el que sólo se ganará si se siguen todas las reglas. El premio será un tanque y, cada día, Guido utilizará toda su imaginación para salvar la vida de Josué y que éste no vea lo que está pasando. El niño, motivado por el tanque que, según su padre, recibirá el ganador, vive el holocausto como un juego, sin darse cuenta de las barbaridades que ocurren a su alrededor como consecuencia del antisemitismo.
Basada en el libro autobiográfico de Rubino Romeo Salmoni, "Alla fine ho sconfitto Hitler", la película nos narra la forma en que un padre utiliza su habitual estilo humorístico para convertir la consternación en una especie de metáfora, en el sentido de que transporta la realidad a una irrealidad. Esta historia nos permite visualizar actitudes y habilidades de las personas con espíritu de superación y generosidad, personas que creen que vale la pena vivir la vida con alegría. Destaca la bondad, la fe, la esperanza, la ilusión y el buen humor con el que el protagonista intenta rescatar las secuelas de su hijo, secuelas que le podrían quedar a causa de la sinrazón humana, en este caso el holocausto frente a los judíos. Por ello, La vida es bella es una película positiva. Y tiene un mensaje positivo que nos hace ver la vida de una mejor manera, independientemente de las circunstancias que puedan estar sucediendo a nuestro alrededor; porque no se trata de encontrar mejores paisajes, sino de tener nuevos ojos
Con esta película, Roberto Benigni logró toca las estrellas. Incluso se permitió el lujo de pasar por encima de los hombros de Steven Spielberg para recoger uno de los premios. Desde entonces, no ha vuelto a repetir el éxito, y eso que repitió la misma fórmula con su película El tigre y la nieve (2005), al ser director, guionista, actor y hacer tándem, de nuevo, con su esposa. De La vida es bella recordamos con facilidad algunas frases de este película, tanto en la introducción (“Esta es una historia sencilla, pero no es fácil contarla. Como en una fábula, hay dolor, y como una fábula está llena de maravillas y de felicidad”), como en el nudo ("Prohibida la entrada a perros y judíos. Ya ves, a partir de mañana prohibiremos la entrada a las arañas y a los visigodos... ¡me tienen frito esos visigodos!”) y al final de la historia (“Ese es el sacrificio que hizo mi padre. El regalo que tenía para mí”).
La vida es bella es un película protagonizada por un niño en medio de una guerra, un niño que no vive la terrible realidad de los adultos (en este caso, el holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial, algo que ya comentamos en La llave de Sarah, de como puede marcar en la infancia la memoria histórica), sino la suya propia originada por la imaginación que facilita la comprensión de los hechos que suceden alrededor. Con este esquema recordamos películas similares, como El niño con el pijama de rayas (Mark Herman, 2008), con el niño Bruno y el holocausto judío también de trasfondo; o como El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006), con la niña Ofelia y la Guerra Civil Española de trasfondo.
La vida es bella y hay que verla así (y aunque a veces no lo parezca, como es el caso de la sinrazón de los conflictos bélicos), sobre todo en la infancia y a través de la inocencia de los ojos de un niño. Las música de Nicola Piovani nos ayuda a verlo así...
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