Dentro del prototípico cine comercial de Hollywood, no es que se prodiguen los directores norteamericanos que merezcan ser llamados autores. Entre estos podemos citar a los ya reconocidos y populares Quentin Tarantino, David Fincher, Christopher Nolan o Paul Thomas Anderson, a los que se suman otros: algunos con un perfil más bajo, como James Gray (La otra cara del crimen, 2000; La noche es nuestra, 2007; Two lovers, 2008) y Judd Apatow (Virgen a los 40, 2005; Lío embarazoso, 2007; Hazme reír, 2009), y otros ya con un destacado protagonismo como realizadores, como es el caso de Alexander Payne (A propósito de Schmidt, 2002; Entre copas, 2004; Los descendientes, 2001) o Wes Anderson.
Wes Anderson es un polifacético tejano en el mundo del séptimo arte (director, guionista, actor, productor), al que reconocemos por algunos puntos clave de su cine: 1) una desconexión de la realidad para crear un mundo propio, paradójico y poco convencional; 2) un tratamiento especial de niños y adultos, de forma que “sus” niños son extremadamente maduros para su edad y los mayores han sufrido una evolución natural consecuencia de incontables traumas y una alarmante alienación vital, de forma que son incapaces de hacer valer su supuesta superioridad moral al carecer realmente de ella; 3) un tratamiento peculiar de las familias, con una relación disfuncional entre sus miembros; y 4) la presencia recurrente de ciertos actores en su cine, actores fetiche como Angelica Huston, Bill Murray, Owen Wilson o Jason Sachwartzman.
Este versátil e inclasificable Wes Anderson ya ha sido nominado al Oscar a Mejor película animada por Fantástico Sr Fox (2009) y al Oscar a Mejor guión adaptado por Los Tenenbaum: una familia de genios (2001), a la postre la que aún se considera mejor película de este realizador, por delante de otra comedias que también han encandilado a público y crítica, como Life Aquatic (2004) o Viaje a Darjeeling (2007). Ahora acaba de estrenar la que se considera las segunda mejor película suya: Moonrise Kingdom (2012).
Moonrise Kingdom atesora el continuismo y la madurez de Anderson para crear un obra peculiar, un cruce entre cuento y fábula. Una historia ambientada en el verano de 1965, en una isla junto a la costa de Nueva Inglaterra. La desaparición de dos adolescente de 12 años revoluciona la tranquila comunidad: él es Sam Shakusky (Jared Gilman), un huérfano en acogida con evidentes problemas de comportamiento para relacionarse con otros chicos y con desequilibrio emocional (más enuresis nocturna) y ella es Suzy Bishop (Kara Hayward), la hermana mayor de una familia con unos padres abogados peculiares (Bill Murray Frances McDormand). Sam asiste a un campamento de boy-scouts y decide huir con Suzy, su alma gemela, a quien conoció el verano anterior en una representación teatral. Tras esa huída, el único policía del lugar (Bruce Willis) y el jefe del campamento de scouts (Edward Norton) ponen en marcha una improvisada y desastrosa operación de búsqueda, mientras los muchachos disfrutan de su compañía y del poderoso vínculo romántico que los ha unido en medio de la naturaleza. En el entramado aparece una trabajadora de servicios sociales (Tilda Swinton) que quiere meter en un orfanato a Sam, el primo Ben (Jason Sachwartzman) o el comandante Pierce (Harvey Keitel), para desarrollar una aventura alrededor del primer amor de dos adolescentes frikies en el eterno verano de la infancia.
Aunque los gustos van por barrios y por colores y la película no gustará a todos, quisiera exponer al menos cuatro motivos por los que uno debería ver Moonrise Kingdom:
- Por su director: el inclasificable Wes Anderson. Realizador de comedias absurdas y surrealistas como la vida misma, quien vuelve a hablar con más madurez (puliendo sus torpezas y perfeccionando sus virtudes) en Moonrise Kingdom de lo que le gusta y a su manera: personajes excéntricos, problemas familiares, amor, soledad, frustración, aventura,…
- Por su guión: obra del propio Anderson, mano a mano con Roman Coppola (hijo del gran Francis Ford Coppola). Una conmovedora historia de amor adolescente, en la que la fijación por los fetiches de la infancia (cartas escritas a mano, un tocadiscos a pilas, unos prismáticos) incendia una relación tierna y extravagante contada con colores y decorados que simulan en algún caso a la pintura de Edward Hopper.
- Por sus actores: el elenco de actores es de los que no necesitan presentación, pero la gran revelación son las actuaciones de los debutantes Jared Gilman y Kara Hayward. Estos dos niños, pequeños frikies, brillan con luz propia: porque es mucho más difícil transmitir ser adulto siendo un niño que al contrario, y ellos transmiten total credibilidad en su peculiar relación amorosa.
- Por su música: la banda sonora original es firmada por el gran Alexander Desplat, este compositor francés con una dilatada carrera, pero brillante en el último quinquenio y que incluye cuatro nominaciones al Oscar por sendas bandas sonoras en 4 años consecutivos (The Queen de Stephen Frears, 2007; El curioso caso de Benjamin Button de David Fincher, 2008; Fantástico Sr Fox de Wes Anderson, 2009; El discurso del rey de Tom Hooper, 2010) y 8 bandas sonoras en el año 2011, algunas del calibre de El árbol de la vida de Terrence Malick, Tan fuerte, tan cerca de Stephen Daldry, Un dios salvaje de Roman Polanski o Mi semana con Marilyn de Simon Curtis. Impresionante Alexander Desplat, quien convierte siempre a la música en otro protagonista. Pero impresionante también el espectacular juego de cámara del inicio de la película con la pieza de Henry Purcell o el tema "Le temps de l´amour" de François Hardy como tema idílico para las bellas escenas del amor juvenil de los protagonistas en la playa.
Wes Anderson es un gran director de actores que gusta cuidar los aspectos visuales y musicales de sus obras. Wes Anderson nos regala este precioso y melancólico cuento con aires retros, con personajes excéntricos y con el amor como tabla de salvación. Wes Anderson se enamora y nos enamora con estos dos adolecentes.
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