De niños (De nens, en su versión original) es una película documental del año 2003 dirigida por Joaquín Jordà, un especialista en estas lides, que versa sobre la pedofilia, la pederastia, la pobreza y marginación social, los juicios kafkianos y los medios de comunicación. Pero sobre todo, De niños, nos acerca en sus tres horas de metraje al amor y protección de la infancia y a la vergüenza ajena.
Con esta descripción inicial es posible que ya muchos decidan verla o no verla. Cualquier decisión será justificable, pero no verla por difícil o incómoda, significa perder la oportunidad de reflexionar sobre una cruda realidad de la sociedad y perder la oportunidad de ver una pequeña obra de arte del género documental. Porque hablamos de la obra de un veterano cineasta que se arriesga, que fue casi todo en el cine (guionista, director, productor y docente) y a quien se le conoce más por películas documentales. Aunque en 1966 codirigió junto a Jacinto Esteva el largometraje Dante no es únicamente severo, considerada ejemplo de las propuestas renovadoras de la Escuela de Barcelona, es a partir de de la década de los ochenta cuando se dedicó plenamente al cine y, concretamente, al documental: en 1980, Numax presenta (describe la experiencia de autogestión que llevaron a cabo los trabajadores de una fábrica de electrodomésticos); en 1990, El encargo del cazador (reconstrucción de la vida y obra de Jacinto Esteva, arquitecto, pintor y aventurero, a través de las vivencias de su hija y amigos); en 1999, Monos como Becky (sobre las actividades de un grupo de internos esquizofrénicos, en donde analiza los límites entre la locura y la normalidad, pero también los servicios de salud mental), etc. Esta última es de las más conocidas y Jordà salió triunfador de aquel reto profesional. Y, cuatro años después, con De niños asume un nuevo reto.
De niños nos acerca a la historia del Barrio Chino de Barcelona, desde la transición hasta la actualidad y su resistencia a ser borrado y convertirse en el Raval. La historia del barrio se mezcla con el caso de pedofilia que sacudió Barcelona en 1997 y en la que se vieron implicadas muchas personas. Parecía ser que una red basada en centros de ayuda a menores del barrio chino captaba niños y niñas para pederastas; al parecer, profesionales de entidades relacionadas con el propio ayuntamiento podían estar implicados. Unos meses más tarde, sin embargo, se empezó a acusar de manipulación a la Guardia Urbana. Un año después se llegó a descalificar la instrucción y se plantea que ha existido una interesada confusión de todo el proceso. Incluso se habló de manipulación del supuesto caso por parte de grupos inmobiliarios que pugnaban por diferentes opciones de urbanismo del Raval y que facilitaron la denuncia de falsos culpables ante la interesada connivencia de los medios de comunicación. El juicio acabó en 2001 con el resultado de sólo dos condenas, pero con muchos inocentes marcados injustamente de por vida.
Basándose en los planteamientos de Arcadi Espada, periodista que denunció la manipulación, Jordà consigue la autorización para grabar el juicio y con estas imágenes construye de nuevo un riguroso análisis Y, con ello, lo transforma en la base de un documental que intenta desvelar la hipocresía de nuestra sociedad y del sistema judicial. Se rodaron más de 150 horas de material que han sido reducidas a 188 minutos para su exhibición comercial. El resultado puede resultar extraño, pero no deja de ser apasionante por el material filmado: además del propio juicio en sí, se realizan entrevistas con periodistas que siguieron el caso, con acusados que autorizaron la filmación de la entrevista, con gestores de urbanismo, con vecinos del Raval, etc. Junto a este materia, un valor añadido especial tienen las canciones alusivas al tema interpretadas por Albert Pla (polémico cantautor que aplica un toque infantil a sus composiciones) y grabadas en un local del propio Raval; canciones que dan paso a la historia y que se intercalan oportunamente entre ella.
De la misma manera que Monos como Becky entrecruzaba discursos diversos sobre la sanidad y la locura en el sistema sanitario, De niños alterna un estudio sobre la pederastia, sobre el análisis periodístico de un tema escandaloso y, también, sobre un sistema judicial español que no da ninguna confianza ante la manipulación de la tramas (en la que los niños se vieron implicados sin pudor). Porque a Jordà no le tiembla el pulso al poner en evidencia la desconexión entre la Barcelona “oficial”, esa Ciudad Condal postolímpica basada en planos y estadísticas, y la Barcelona real “de los otros”, sucia, miserable y pobre.
No quedan bien parados los profesionales del periodismo que evidencian frivolidad ante estos temas tan duros y que dejan en entredicho la imparcialidad de unos medios de comunicación que no dudan en ejercer la acusación particular con tal de aumentar las ventas, basándose en prejuicios y en ausencia de evidencias. Pero, a quienes les toca la peor parte es a la justicia. Porque el juicio en sí mismo es la esencia de la película y las imágenes recogidas en la Audiencia son evidentes para poner en relieve las insuficiencias de nuestro sistema judicial: la falta de profesionalidad de los abogados, la torpeza de sus intervenciones, el desinterés mostrado repetidamente por miembros de la acusación y la arrogancia casi chulesca de fiscal y juez nos dejan boquiabiertos como espectadores y como potenciales usuarios de este sistema judicial. Jueces que se enfrentan a macarras, proxenetas y pederastas, a miserables (económica y espiritualmente) no a asesinos, a miserables sin escrúpulos que llegan a vender el cuerpo de sus hijos a muy bajo precio para obtener beneficio. Sin embargo, la miseria moral de los acusados queda empequeñecida ante la torpeza y deshumanización del sistema judicial en las escenas en que los profesionales pierden (literalmente) los papeles, en que bostezan durante una declaración o se confunden de testimonio. Sea como sea, De niños no toma partido ni pone el veredicto en tela de juicio, pero si hace reverberar las palabras emitidas por un testigo que duda de la idoneidad del juicio al dejar claro que la característica común de todos los finalmente juzgados es exclusivamente la pobreza.
Porque en ese juicio, Jordà no nos presenta al Henry Fonda de Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957), ni al Jame Stewart de Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959), ni al Charles Laughton de Testigo de cargo (Billy Wilder, 1957), ni al Gregory Peck de Matar a un ruiseñor (1962), ni al Paul Newman de El Veredicto (Sindney Lumet, 1982), ni al Tom Cruise de Cuestión de Honor (Rob Reiner, 1992), ni al Denzel Washignton de Filadelfia (de Jonathan Demme, 1993), ni…
De niños es una película épica, compleja y no fácil de abordar. Es difícil escuchar la historia de la vida y de los sentimientos de Xavier Tamarit: su amor por los niños, su convicción de que lo peor que podría hacer es hacerle daño a un menor, su desprecio por el abuso, el sufrimiento de ser crucificado públicamente simplemente por sus sentimientos. Porque Tamarit se admite pedófilo, pero niega de plano que le haya hecho daño a un menor; nos dice que ha aprendido a vivir con su atracción, pero que jamás podría hacerle daño a un niño. Tamarit fue juzgado socialmente, en palabras de la fiscalía, “por tener una visión moral distinta de la nuestra”. Al final, no importa si verdaderamente abusó o no de esos niños: solamente importa que es un enfermo, un degenerado, y por eso se le condena. Y es el chivo expiatorio de toda una trama urbana que hubo detrás y sobre la que no hubo condenas. Porque la pregunta sin respuesta que nos deja el director es: ¿hubo un complot político para sacar vecinos indeseables que se oponían a los intereses de transformar completamente el barrio del Raval? No sabemos, pero lo cierto es que entre jueces, policías y periodistas consiguieron que el caso fuera catalogado como “una de las más importantes redes de pederastia de toda Europa”, en donde esta “red” que es una de las más importantes de toda Europa cuenta solamente con dos presuntos pederastas. Pero, ¿y si estas personas eran inocentes…?.
La pederastia es un tema execrable al que el cine siempre que se acerca nos incomoda profundamente. Nos incomoda sólo el nombrarlo y cada vez que lo hemos tratado en el cine, también en Cine y Pediatría: Hard Candy (David Slade, 2005), Silencio de hielo (Baran Bo Odar, 2010), Polisse (Maïwen, 2011), No tengas miedo (Montxo Armendáriz, 2011), etc. A este elenco de películas, hoy sumamos De niños, una película documental que nos pasea alrededor de la pobreza y de una sociedad que nos avergüenza, desde los pederastas a la justicia, una sociedad que no tiene reparo en “utilizar” a los niños. Y eso no se puede permitir nunca.
Con esta descripción inicial es posible que ya muchos decidan verla o no verla. Cualquier decisión será justificable, pero no verla por difícil o incómoda, significa perder la oportunidad de reflexionar sobre una cruda realidad de la sociedad y perder la oportunidad de ver una pequeña obra de arte del género documental. Porque hablamos de la obra de un veterano cineasta que se arriesga, que fue casi todo en el cine (guionista, director, productor y docente) y a quien se le conoce más por películas documentales. Aunque en 1966 codirigió junto a Jacinto Esteva el largometraje Dante no es únicamente severo, considerada ejemplo de las propuestas renovadoras de la Escuela de Barcelona, es a partir de de la década de los ochenta cuando se dedicó plenamente al cine y, concretamente, al documental: en 1980, Numax presenta (describe la experiencia de autogestión que llevaron a cabo los trabajadores de una fábrica de electrodomésticos); en 1990, El encargo del cazador (reconstrucción de la vida y obra de Jacinto Esteva, arquitecto, pintor y aventurero, a través de las vivencias de su hija y amigos); en 1999, Monos como Becky (sobre las actividades de un grupo de internos esquizofrénicos, en donde analiza los límites entre la locura y la normalidad, pero también los servicios de salud mental), etc. Esta última es de las más conocidas y Jordà salió triunfador de aquel reto profesional. Y, cuatro años después, con De niños asume un nuevo reto.
De niños nos acerca a la historia del Barrio Chino de Barcelona, desde la transición hasta la actualidad y su resistencia a ser borrado y convertirse en el Raval. La historia del barrio se mezcla con el caso de pedofilia que sacudió Barcelona en 1997 y en la que se vieron implicadas muchas personas. Parecía ser que una red basada en centros de ayuda a menores del barrio chino captaba niños y niñas para pederastas; al parecer, profesionales de entidades relacionadas con el propio ayuntamiento podían estar implicados. Unos meses más tarde, sin embargo, se empezó a acusar de manipulación a la Guardia Urbana. Un año después se llegó a descalificar la instrucción y se plantea que ha existido una interesada confusión de todo el proceso. Incluso se habló de manipulación del supuesto caso por parte de grupos inmobiliarios que pugnaban por diferentes opciones de urbanismo del Raval y que facilitaron la denuncia de falsos culpables ante la interesada connivencia de los medios de comunicación. El juicio acabó en 2001 con el resultado de sólo dos condenas, pero con muchos inocentes marcados injustamente de por vida.
Basándose en los planteamientos de Arcadi Espada, periodista que denunció la manipulación, Jordà consigue la autorización para grabar el juicio y con estas imágenes construye de nuevo un riguroso análisis Y, con ello, lo transforma en la base de un documental que intenta desvelar la hipocresía de nuestra sociedad y del sistema judicial. Se rodaron más de 150 horas de material que han sido reducidas a 188 minutos para su exhibición comercial. El resultado puede resultar extraño, pero no deja de ser apasionante por el material filmado: además del propio juicio en sí, se realizan entrevistas con periodistas que siguieron el caso, con acusados que autorizaron la filmación de la entrevista, con gestores de urbanismo, con vecinos del Raval, etc. Junto a este materia, un valor añadido especial tienen las canciones alusivas al tema interpretadas por Albert Pla (polémico cantautor que aplica un toque infantil a sus composiciones) y grabadas en un local del propio Raval; canciones que dan paso a la historia y que se intercalan oportunamente entre ella.
De la misma manera que Monos como Becky entrecruzaba discursos diversos sobre la sanidad y la locura en el sistema sanitario, De niños alterna un estudio sobre la pederastia, sobre el análisis periodístico de un tema escandaloso y, también, sobre un sistema judicial español que no da ninguna confianza ante la manipulación de la tramas (en la que los niños se vieron implicados sin pudor). Porque a Jordà no le tiembla el pulso al poner en evidencia la desconexión entre la Barcelona “oficial”, esa Ciudad Condal postolímpica basada en planos y estadísticas, y la Barcelona real “de los otros”, sucia, miserable y pobre.
No quedan bien parados los profesionales del periodismo que evidencian frivolidad ante estos temas tan duros y que dejan en entredicho la imparcialidad de unos medios de comunicación que no dudan en ejercer la acusación particular con tal de aumentar las ventas, basándose en prejuicios y en ausencia de evidencias. Pero, a quienes les toca la peor parte es a la justicia. Porque el juicio en sí mismo es la esencia de la película y las imágenes recogidas en la Audiencia son evidentes para poner en relieve las insuficiencias de nuestro sistema judicial: la falta de profesionalidad de los abogados, la torpeza de sus intervenciones, el desinterés mostrado repetidamente por miembros de la acusación y la arrogancia casi chulesca de fiscal y juez nos dejan boquiabiertos como espectadores y como potenciales usuarios de este sistema judicial. Jueces que se enfrentan a macarras, proxenetas y pederastas, a miserables (económica y espiritualmente) no a asesinos, a miserables sin escrúpulos que llegan a vender el cuerpo de sus hijos a muy bajo precio para obtener beneficio. Sin embargo, la miseria moral de los acusados queda empequeñecida ante la torpeza y deshumanización del sistema judicial en las escenas en que los profesionales pierden (literalmente) los papeles, en que bostezan durante una declaración o se confunden de testimonio. Sea como sea, De niños no toma partido ni pone el veredicto en tela de juicio, pero si hace reverberar las palabras emitidas por un testigo que duda de la idoneidad del juicio al dejar claro que la característica común de todos los finalmente juzgados es exclusivamente la pobreza.
Porque en ese juicio, Jordà no nos presenta al Henry Fonda de Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957), ni al Jame Stewart de Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959), ni al Charles Laughton de Testigo de cargo (Billy Wilder, 1957), ni al Gregory Peck de Matar a un ruiseñor (1962), ni al Paul Newman de El Veredicto (Sindney Lumet, 1982), ni al Tom Cruise de Cuestión de Honor (Rob Reiner, 1992), ni al Denzel Washignton de Filadelfia (de Jonathan Demme, 1993), ni…
De niños es una película épica, compleja y no fácil de abordar. Es difícil escuchar la historia de la vida y de los sentimientos de Xavier Tamarit: su amor por los niños, su convicción de que lo peor que podría hacer es hacerle daño a un menor, su desprecio por el abuso, el sufrimiento de ser crucificado públicamente simplemente por sus sentimientos. Porque Tamarit se admite pedófilo, pero niega de plano que le haya hecho daño a un menor; nos dice que ha aprendido a vivir con su atracción, pero que jamás podría hacerle daño a un niño. Tamarit fue juzgado socialmente, en palabras de la fiscalía, “por tener una visión moral distinta de la nuestra”. Al final, no importa si verdaderamente abusó o no de esos niños: solamente importa que es un enfermo, un degenerado, y por eso se le condena. Y es el chivo expiatorio de toda una trama urbana que hubo detrás y sobre la que no hubo condenas. Porque la pregunta sin respuesta que nos deja el director es: ¿hubo un complot político para sacar vecinos indeseables que se oponían a los intereses de transformar completamente el barrio del Raval? No sabemos, pero lo cierto es que entre jueces, policías y periodistas consiguieron que el caso fuera catalogado como “una de las más importantes redes de pederastia de toda Europa”, en donde esta “red” que es una de las más importantes de toda Europa cuenta solamente con dos presuntos pederastas. Pero, ¿y si estas personas eran inocentes…?.
La pederastia es un tema execrable al que el cine siempre que se acerca nos incomoda profundamente. Nos incomoda sólo el nombrarlo y cada vez que lo hemos tratado en el cine, también en Cine y Pediatría: Hard Candy (David Slade, 2005), Silencio de hielo (Baran Bo Odar, 2010), Polisse (Maïwen, 2011), No tengas miedo (Montxo Armendáriz, 2011), etc. A este elenco de películas, hoy sumamos De niños, una película documental que nos pasea alrededor de la pobreza y de una sociedad que nos avergüenza, desde los pederastas a la justicia, una sociedad que no tiene reparo en “utilizar” a los niños. Y eso no se puede permitir nunca.
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