jueves, 14 de marzo de 2013

Érase una vez... una historia verdadera sobre "antivacunas"


Érase una vez un pediatra que ejerce su labor en un centro de atención primaria. Un día como cualquier otro, el director de su centro le dice que “le han puesto una reclamación”: unos padres han escrito una queja en la hoja de reclamaciones del centro. Al parecer, a este pediatra, bien conocido por mi y curtido en mil batallas, se le reprochaba que se le “había pasado una tosferina”. Puede pasar. Al fin  y al cabo la tosferina, en sus fases iniciales, en poco o nada se diferencia de un simple resfriado... Así que con tranquilidad revisó la historia y vio – para su tranquilidad – que no. Que no se le había pasado el diagnóstico. Que había diagnosticado corectamente al niño, un lactante de cuatro meses, de tosferina. E iniciado el tratamiento antibiótico pertinente. Gracias a la informatización de la receta electrónica, el pediatra pudo comprobar además que el antibiótico fue comprado por los padres de la criatura en cuestión.

En la hoja de reclamaciones se le acusaba a este buen amigo pediatra, además de no haber realizado el diagnóstico e iniciado el tratamiento – lo que resultó falso como se acaba de exponer... – de no haber tomado en la consulta las medidas pertinentes para que la tosferina, tan contagiosa ella, "se expandiera por la sala de espera del centro de salud". Y este buen amigo mío, de cuya paciencia franciscana doy fe, repasó la historia clínica del niño y vio... que el lactante en cuestión no estaba vacunado por decisión expresa de los padres. No había recibido las preceptivas vacunas que se administran a los 2 y a los 4 meses (la tosferina incluida entre ellas).

Con este material, mi amigo escribió su “pliego de descargos” y se lo pasó al director de su centro de salud, encargado de responder a estos padres tan preocupados por la gravedad de la tosferina y por su contagiosidad, recordándoles que la mejor manera de prevenir esta enfermedad y su contagio es, precisamente, la vacunación que su hijo no había recibido.

Y pasó el tiempo. Este amigo mío no ha vuelto a ver a estos padres ni a su desdichada criatura (que por otra parte se curó completamente). Pero su enfermera le comentó un día que sí habían pedido hora en su consulta para un control rutinario de peso. Los padres ya habían recibido la respuesta del director del centro. La enfermera en cuestión, inasequible al desaliento, les ofreció de nuevo la vacunación a estos padres, más aún teniendo en cuenta la experiencia por la que su hijo había tenido que pasar al no estar vacunado. La respuesta de los padres: “No queremos vacunar a nuestro hijo”.

Fin de la historia. Cualquier parecido con la realidad... es totalmente cierto.

3 comentarios:

Estefania dijo...

No entiendo nada ¿Qué pretendían?

cristobal dijo...

Hola, Estefanía. ¿Qué pretendían los padres con la reclamación: Misterio imposible de discernir.

Lo grave de esta historia no es la reclamación en sí...Lo grave es la ausencia completa de autoconciencia de estos padres respecto a que ellos fueron los principales responsables de la tosferina de su hijo al negarse a vacunarlo...


...Y lo más pavoroso de todo es que, después de haberles explicado que con la vacunación hubiera sido muy improbable que su hijo contrajera la enfermedad, ¡siguieran negándose a vacunar a su hijo tras ofrecerles la posibilidad! Esto, para mi, roza el maltrato por negligencia. En fin, este es el panorama que tenemos con algunos padres, afortunadamente una minoría.

Un saludo.

Julia María Sánchez dijo...

Es lamentable y diría que limita con lo ético el no vacunar a los niños sabiendo que es la mejor herramienta para evitar las enfermedades prevenibles de la infancia. Pero debo agregar que el factor de conocimiento que adolecen los padres de estos pequeños es un tema que debemos resolver, dandoles la información veraz y oportuna cuando se encuentran en la consulta pediátrica, toda vez que es una oportunidad de educar en salud. Un saludo cordial desde Lima Perú