La maternidad como reto, como pánico, como regalo, como trauma, como experiencia transformadora de la mujer, de la familia, del sexo, de las expectativas, de la identidad. Ser madre es toda una experiencia de supervivencia cuya magnitud trasciende la postal familiar prototipo y cuya única certeza es su carácter siempre imprevisible. Con estas premisas y tras conocer la novela “Un heureux événement”, escrita en el año 2005 por Éliette Abécassis, el director Rémi Bezançon nos regala la película Un feliz acontecimiento, todo una acontecimiento cinematográfico en el año 2011 en Francia.
Una película que trata de evitar los tópicos sobre la maternidad, una atinada propuesta que propone una visión más realista y alejada de la idealización cinematográfica del embarazo. Una película que trata de reinventarse visualmente, y que disfruta de una fabulosa química entre la pareja protagonista: una entregada y brutal Louise Bourgoin, esa joven madre con todos los registros en el papel de Bárbara, y un adecuado Pio Marmaï, en el papel de Nicolás. Es esta película una cinta especialmente recomendable para padres primerizos, en donde se nos presenta la visión íntima de una maternidad sincera y sin tabúes. Una experiencia que transforma la vida de la pareja, especialmente la de la madre: "Me acorraló, me sacó de quicio, me enfrentó a lo más absoluto: amor, sacrificio, ternura, abandono. Me dislocó, me transformó. ¿Por qué no me lo había dicho nadie? ¿Por qué no se habla de eso?", nos recuerda Barbara.
Arranca la película, en los créditos de inicio, con el sonido de una noche de placer (orgasmo incluido) y la inmediata imagen cenital de una joven en sus últimos meses de gestación. A partir de ahí, el recuerdo de cómo ha pasado, con el primer encuentro de la pareja. Y se nos presenta a Bárbara, estudiante de filosofía, quien un día conoce a Nicolás, que trabaja en el videoclub que frecuenta. Los encuentros se repiten y el enamoramiento cuaja al hilo de un guiño cinéfilo, original y simpático arranque, en donde los mensajes entre los protagonistas proceden de las carátulas del videoclub alquiladas. Ella alquila la película Deseando amar (Wong Kar Wai, 2000), todo un icono visual y sonoro del slow love y, luego, Todo por un sueño (Gus Van Sant, 1995). En la siguiente ocasión, él le presenta Un hombre y una mujer (Claude Lelouch, 19666) y Las reglas del juego (Roger Avary, 2002), pero ella elige La gran ilusión (Jean Renoir, 1937). Más adelante, ella sigue entrando al videoclub, donde él le muestra Corazonada (Francis Ford Coppola, 1982) y El bazar de las sorpresas (Ernst Lubitsch, 1940), pero ella elige Los sueños (Akira Kurosawa e Ishirô Honda, 1990). Más adelante, él le enseña las carátulas de Sólo un beso (Ken Loach, 2004) y Lee mis labios (Jacques Audiard, 2001), pero ella elige ¿Qué les pasa a los hombres? (Ken Kwapis, 2009). Él le muestra Sin perdón (Clint Eastwood, 1992), Crueldad intolerable (Joel y Ethan Coen, 2003),… hasta que ella elige Atrápame si puedes (Steven Spielberg, 2002). Simplemente un comienzo de película que atrapa, a la vez que todo un guiño cinéfilo…
A partir de ahí y con un ritmo dinámico, la cámara sigue esta carrera de maduración a partir de la paternidad/maternidad, y el guion acierta al tratar con intensidad dramática los momentos difíciles y, a la vez, oxigenarlos con momentos de felicidad y de humor inteligente. Y así, Rémi Bezançon, nos pasea por la primera cita, el primer beso,… y el primer hijo. Y los nueves meses que se prometían felices comienzan a narrarse como una carrera de fondo:
- Las visitas al ginecólogo, las ecografías (y la emoción de oír sus latidos del corazón a través del doppler), el querer conocer (o no) el sexo del feto, las primeras patadas, el sentir “que un alien vive dentro de ti”…,los cambios hormonales, los cambios corporales, los cambios de humor,…, los consejos de vida (no fumar, no beber, no comer carne sin cocer, etc.).
- El decirlo a la familia (o no), el comentarlo en el trabajo (o no), el sexo durante el embarazo y los remordimientos (“como si él nos observara…”), la búsqueda del nombre al próximo hijo (o hija), la compra del carrito de bebés y otros enseres.
- Los ejercicios preparto, las contracciones del parto, la monitorización y el parto… con su epidural, su episiotomía, … y las emociones del primer llanto, el primer abrazo, las primeras tomas de pecho.
- La temida depresión postparto (porque “la verdad es que dar a luz significa desgarrarte y coserte con hilo y aguja”) y las dudas sobre si serás una buena madre, el estrés de los primeros días… y el temido cólico del lactante… y las decenas de libros de puericultura de autoayuda.
- El cansancio y la sensación de que nada se hace bien, ni el papel de madre, ni de esposa ni de trabajadora. Y el colecho obligatorio, con el bebé en medio de la cama de los padres. Y los vídeos caseros del bebé (eso, claro, sólo en el primer hijo….).
- Y las tensiones con la suegra, más los frecuentes consejos para abandonar la lactancia materna por el biberón. Y el encuentro con los grupos de apoyo a la lactancia materna (genial, porque aquí no se libra nadie de la visión crítica de la película…), y el cuidado del lactante y la duda entre la guardería o los abuelos,… o un canguro.
- Las dudas como pareja (“Mi cuerpo estaba insensible. No sentía nada, sólo vergüenza. Enfermeras, médicos, comadronas, tocólogos, todos me habían tocado de forma mecánica. Y ahora todo estaba desacralizado. Mi sexo ya no era sexual. Ahora era un lugar de paso, desgarrado, cosido, descosido, sin llegar a cicatrizarse”), la crisis de pareja, el reencuentro familiar, la reconciliación…
Cuando uno ve esta obra de Bezançon, no puede por menos que recordar otra película francés del mismo año: Declaración de guerra (Valérie Donzelli, 2011). Un paralelismo entre las películas de Bezançon y Donzelli, dos historias de pareja alrededor de un hijo en dos obras que se esfuerzan en la reinvención visual como fórmula enérgica para erradicar el tópico: en Un feliz acontecimiento alrededor de la maternidad, simple y sencilla; en Declaración de guerra alrededor de una enfermedad oncológica en un hijo.
Si bien el espectro meramente técnico de Un feliz acontecimiento funciona en conjunto de un modo notable (buena fotografía, banda sonora acertada en su funcionamiento por asociación a los acontecimientos, guión inteligente, etc.) lo que realmente impulsa a la película es la entrega de Louise Bourgoin, radiante en su recorrido de arriba abajo, de abajo a arriba, como hija, como novia, como amante, como esposa, como madre…
Es Un feliz acontecimiento una película que nos habla de cómo sobrevivir al viaje de la maternidad. Y lo recordamos en un día en que compartiremos experiencias en el I Congreso Nacer del Agua (Málaga, 27 y 28 de abril) con la ponencia “Embarazo, maternidad y adolescentes a través de la mirada del cine: emociones y reflexiones”. Y es aquí, con esta coincidencia, esta emoción y esta reflexión, donde cabe aquí recordar algunas frases alrededor de la maternidad, algo ineludiblemente asociado a nuestras vidas:
“Antes de concebirte ya te quería. Antes de que nacieras ya te amaba. Antes de que tuvieras una hora de nacido ya moría por ti. Este es el milagro del amor de madre” (Maureen Hawkins).
“Tomar la decisión de tener un hijo es trascendental. Se trata de decidir que tu corazón caminará siempre fuera de tu cuerpo”. (Elisabeth Stone).
“Un bebé es algo que llevas dentro de ti durante nueve meses, en tus brazos durante tres años y en tu corazón hasta el día que te mueras” (Mary Mason).
Muchas gracias por descubrirme esta película... Un abrazo!
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