En un viaje reciente en coche,
escuché por la radio una entrevista al escritor Carl Honoré, con motivo de su
nuevo libro “La lentitud como método”. Me impresionó su lenguaje cadencioso, su
perfecto español con acento Hispanoamericano pero también anglosajón, y hablaba
de no tener prisa, de vivir cada momento apreciando lo bueno que nos rodea.
Habló de que se adhirió a algo
que llamó “movimiento slow” porque le atrapó su filosofía, y que el
punto de inflexión en su vida, que le hizo reaccionar, fue cuando se alegró al
conocer una publicación en la que editaban cuentos para contar a los niños al
acostarlos, que duraban tan solo un minuto.
Yo no conocía nada de esto, y al
llegar a casa busqué en Google.
Carl
Honoré, nació y estudió en Edimburgo y posteriormente se trasladó a Canadá.
Estudió historia e italiano pero se dedicó al periodismo y ha escrito tres
libros:
-
Elogio de la lentitud. Un movimiento mundial desafía el culto a la
velocidad (2004).
-
Bajo presión: cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente
(2010).
-
La lentitud como método (2013).
En el último libro habla de que las
decisiones precipitadas, la vía rápida de la solución de problemas, suele
llevar a problemas mayores, y que la forma lenta y reflexiva es mucho más
eficaz. La tendencia generalizada a solucionar los problemas solo a corto plazo
conduce, demasiado a menudo, a generar complicaciones mayores en el futuro. Este es un mal generalizado no solo personal, sino
político y social. El cortoplacismo.
Su anterior libro, el de 2010 (Bajo presión: cómo
educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente), está dedicado a la educación de nuestros
niños, tal como aparece en los comentarios del libro: “Nos revela cómo los padres
corren el peligro de sobreestimular a sus hijos y nos enseña cómo ayudarles a
crecer de manera feliz sin tanta presión. El padre que grita desde las gradas a
su hijo de ocho años para que rinda al máximo; la madre embarazada que toca
Mozart a su hijo aún no nacido: son ejemplos habituales de la hipereducación.
Honoré hace un llamamiento a padres y profesores para que permitan a los niños
crecer a un ritmo más lento. ¿Dónde se ha quedado el tiempo de jugar con los
amigos o simplemente de sentarse y soñar?”
Honoré, ha descrito el movimiento
"Slow" como "una revolución cultural. Un uso del tiempo más sano, más humano y -y
esto no es una paradoja- más productivo. De tratar de hacer cada
cosa lo mejor posible, en vez de hacerla lo más rápido posible. Es una
filosofía que se puede aplicar en todos los ámbitos: comida, sexo, trabajo,
diseño, medicina...".
"Hemos creado una
embrutecedora cultura del perfeccionismo. Esperamos que todo sea perfecto
-nuestros dientes, nuestros cuerpos, nuestras vacaciones-. Y queremos hijos perfectos para redondear el retrato. El problema
es que no hay tal cosa y esa búsqueda se está volviendo contra nosotros".
¿Utópico? No tanto. Pasar
más tiempo con nuestros hijos, contarles historias sin prisas, jugar con ellos,
dejarles ser niños, aburrirse de vez en cuando también. Dedicarle a cada
actividad el tiempo que necesita,…a mí me gusta decir, contra las prisas: una cosa después de
otra.
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