Las bicicletas no son sólo para el verano, sino para todas las épocas del año. La bicicleta es más que un juguete en la infancia, más que un vehículo en la vida adulta. La bicicleta representa muchos valores, entre ellos la libertad de movimientos y el sentimiento ecológico y respetuoso con la vida. La bicicleta nos regala motivos para entender la felicidad. Pero hoy no vamos a hablar de Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984), pues ya la comentamos cuando enumeramos una serie de películas que se enfocaban a la mirada inocente de la infancia ante la Guerra Civil Española y su postguerra.
Hoy vamos a hablar de una película que ha conmocionado el mundo del cine, al ser el primer largometraje rodado por una mujer directora saudita: La bicicleta verde (Haifaa Al Mansour, 2012).
Teniendo en cuenta que en Arabia Saudí el cine pertenece al ámbito más íntimo, sin salas de cine, es imposible contar allí con una industria cinematográfica. De ahí que rodar una película en este país es ya de por sí una proeza; si encima lo hace una mujer, el mérito es doble (o triple). Porque las mujeres tienen que ocultarse detrás del abayá e ir acompañas siempre por un familiar, tienen prohibido conducir (tampoco pueden montar en bici) y tan sólo un 5% trabaja fuera de casa. Así, Haifaa Al Mansour nos descubre que hace películas como terapia (empezó en el corto y éste es su primer largo), terapia frente a la invisibilidad de la mujer en Arabia Saudí y en los países árabes. Y nos regala La bicicleta verde, una forma de expresar los aromas de cambio en su país, la tensión entre modernidad y tradición. Y lo hace contando la historia de Wadjda, una niña inconformista de 10 años que vive en Riad y que ansía poseer una bicicleta, cuando en Arabia Saudí montar en bicicleta es cosa de chicos. En realidad esta película es la bicicleta verde de su directora y Wadjda se convierte en alter ego de Haifaa Al Mansour.
No es la mejor película que denuncia los derechos de la mujer en los países islámicos. Otras películas ya comentadas en "Cine y Pediatría" lo han hecho con maestría: El círculo (Jafar Panahi, 2000), Kandahar (Mohsen Makhmalbaf, 2001), Osama (Siddiq Barmak, 2003), Buda explotó por vergüenza (Hana Makhmalbaf , 2007) o Persépolis (Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, 2007). Estas películas nos abofetean de lo encerrados que vivimos en nuestra pequeña burbuja de Occidente y sentimos la injusticia contra las mujeres, pero con La bicicleta verde conseguimos sentir complicidad y simpatía por su joven protagonista. No nos extraña por ello que haya sorprendido en los festivales de Venecia, Toronto o Dubait.
La película se basa en la vida de una sobrina de la directora. Wadjda vive en una sociedad tan tradicional que ciertas cosas como ir en bicicleta le están totalmente prohibidas a las niñas. A pesar de todo, es divertida y emprendedora y bordea siempre el límite entre lo autorizado y lo prohibido. Wadjda (Waad Mohammed) desea tener una bicicleta para poder competir con su amigo Abdullah (Abdullrahman Al Gohani) en una carrera, pero su madre no se lo permite porque las bicicletas son un peligro para la dignidad de una chica.
Wadjda se aprovecha de su estatus de niña para cruzar los límites de lo que está prohibido para el sexo femenino en su país. Aunque las bicicletas no son un juguete para las niñas, Wadjda luchará (con todo tipo de negociaciones) por conseguir la bicicleta, y para ello utilizará toda su rebeldía, su gracia y su inconformismo. Y esa rebeldía se plantea en los dos ambientes habituales: en casa frente a su madre, quizá más preocupada por gustar a su marido (y que éste no le abandone por no darle un hijo varón); y en el colegio frente a su estricta directora.
Pero la bicicleta sólo es un leit motiv para denunciar la situación de la mujer en Arabia Saudí y La bicicleta verde se convierte, por derecho propio, en un canto a la igualdad de sexos en un mundo en donde las mujeres son transparentes (o menos que eso).
Porque esa es la parte más interesante de la película: el reflejo de esa sociedad conservadora vista desde el punto de vista de una niña que lo medio acepta, pero no la entiende. Con una sencilla puesta en escena y una dirección muy limpia y sin florituras, Haifaa Al Mansour nos adentra de lleno en el conformismo de las mujeres en esta sociedad en la que está bien visto que una niña se case y en la que, una vez tenga el periodo, deba tocar el Corán con un pañuelo; una sociedad en la que la mujer debe ser servil hacia el marido, pero invisible ante el resto de los hombres; una sociedad en la que los niños pueden ir al colegio en bicicletas y las niñas a pie.
Es La bicicleta verde una oda a la libertad, a la libertad y a la lucha por los derechos de la mujer en el islam. Una película agridulce, que te hace sonreír de vez en cuando, que habla con sutileza de una moral tan hipócrita como asfixiante, eficazmente contada y resuelta, protagonizada por una niña que te puede enamorar. Y es esa niña Wadjda la que nos regala muchas escenas para el recuerdo, pero no podemos dejar de contar la del inicio (entre los pies de las niñas del colegio aparecen unas zapatillas deportivas de colores, símbolo de la rebeldía de nuestra protagonista) y la del final (la carrera en bicicleta, con la mirada y sonrisa final de Wajda, preludio de esperanza en donde las mujeres tienen pocas esperanzas).
Un gran Post, me ha encantado, y lo he vuelto a leer ayer por segunda vez
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