¿Conocéis a Christopher Paul Gardner y Benjamin Mee…?. Son el nombre de dos personas actuales cuya vida se ha llevado a la gran pantalla, con mejor o peor éxito, pero con el propósito de mostrarnos dos historias con buenos valores ante la adversidad, dos historias de superación. Y ambas películas se basan en dos libros autobiográficos.
Christopher Paul Gardner es ahora un estadounidense millonario emprendedor y conferenciante motivacional, pero en la década de los ochenta tuvo que criar a su hijo con gran dificultad, incluso viviendo en la calle por los desgraciados avatares de la vida familiar y laboral. Actualmente es un filántropo que lucha favor de las personas sin hogar en Estados Unidos (que son muchas, demasiadas). Esta historia se relata en el libro de sus memorias titulado “The Pursuit of Happyness".
Benjamin Mee es un columnista independiente del periódico británico The Guardian, casado y con dos hijos pequeños. Cuando su mujer muere en 2006, decide dar un cambio radical a su vida y comenzar desde cero con la intención de pasar el máximo tiempo posible con sus hijos. Así que se hace con una propiedad rural a las afueras de la ciudad, en plena campiña británica, y que cuenta con el clausurado zoo de Dartmoor y unos pocos animales. Así, él y sus hijos se vuelcan en el mantenimiento del parque zoológico, mientras se convierte en un pilar básico para los pocos trabajadores que quedaban y para la comunidad. Esta historia se relata en el libro autobiográfico “We Bought a Zoo”.
La historia de Christopher Paul Gardner se llevó a la pantalla en la película En busca de la felicidad (Gabriele Muccino, 2006). Una obra amena y agradable de ver, que llega con facilidad al corazón del espectador y que, en términos generales, lo hace sin manipular con excesivo descaro sus sentimientos. Una película que nos propone acercarnos a algunos ejemplos del cine clásico de Hollywood, bordeando el estilo del Frank Capra de Qué bello es vivir (1946) o simulando al mejor King Vidor de Y el mundo marcha (1928). Y para ello, el italiano Gabriele Muccino (en su estreno en Hollywood y a quien conocimos con la refrescante El último beso, 2001) se vale del mejor Will Smith, en una conseguida y versátil actuación que mereció una nominación al Oscar a mejor actor (acercándose a sus interpretaciones en Enemigo público - Tony Scott, 1998- o Ali -Michael Mann, 2001- y lejos de los estereotipos en las series de Men in Black, Soy leyenda y Hancock), así como de su hijo Jaden Smith (con quien acaba de protagonizar la fallida Después de la Tierra -M. Night Shyamalan, 2013-). La banda sonora original de otro italiano, el compositor Andrea Guerra, puso el contrapunto musical emocional.
En 1981, en San Francisco, Chris Gardner (Will Smith) invierte sus ahorros de toda la vida en escáneres de densidad ósea portátiles que intenta mostrar y vender a los médicos. La inversión resulta ser un fracaso, lo que deja en bancarrota a la familia y, como resultado, su esposa Linda (Thandie Newton) lo abandona. Su hijo Christopher (Jaden Smith) se queda con su padre. Intentando vender uno de los escáneres en el centro de la ciudad, Chris conoce a un gestor de la empresa Dean Witter, quien le da la oportunidad de convertirse en un corredor de bolsa a prueba. En este intervalo de tiempo, a Chris le embargan su cuenta bancaria y son desalojados de su vivienda. Él y su hijo quedan desamparados y se ven obligados a dormir en locales públicos o en hoteles baratos, así como a vivir del amparo de una iglesia metodista (donde tienen que llegar pronto del trabajo para encontrar sitio para cenar y dormir). En esta situación tan desfavorable asume su reto de pasantía en la bolsa, si bien nunca revela sus estado de desamparado a sus compañeros de trabajo. Al finalizar la pasantía, Chris se reúne con sus directivos: su trabajo ha dado sus frutos y se le ofrece el puesto. Luchando por contener sus lágrimas, se apresura a la guardería de su hijo y lo abraza. Ellos caminan por la calle, bromeando entre sí mientras pasa un hombre con un traje de negocios (el verdadero Chris Gardner en un cameo). El epílogo revela que Chris finalmente creó su propia empresa multimillonaria de corredores de bolsa. La frases que Chris Gardner revela a su hijo ya forman parte de las emociones del cine: “No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo… Si tienes un sueño, debes conservarlo… Si quieres algo, sal a buscarlo. Y punto”. O algunas de sus reflexiones: “Y fue en aquella ocasión en la que empecé a pensar en Thomas Jefferson escribiendo la Declaración de la Independencia, diciendo que todos tenemos derecho a vivir, a ser libres y a buscar la felicidad. Y pensé en cómo supo poner la palabra "buscar" ahí en medio, como si nadie realmente pudiera alcanzar la felicidad. Sólo podemos buscarla…”
Christopher Paul Gardner es ahora un estadounidense millonario emprendedor y conferenciante motivacional, pero en la década de los ochenta tuvo que criar a su hijo con gran dificultad, incluso viviendo en la calle por los desgraciados avatares de la vida familiar y laboral. Actualmente es un filántropo que lucha favor de las personas sin hogar en Estados Unidos (que son muchas, demasiadas). Esta historia se relata en el libro de sus memorias titulado “The Pursuit of Happyness".
Benjamin Mee es un columnista independiente del periódico británico The Guardian, casado y con dos hijos pequeños. Cuando su mujer muere en 2006, decide dar un cambio radical a su vida y comenzar desde cero con la intención de pasar el máximo tiempo posible con sus hijos. Así que se hace con una propiedad rural a las afueras de la ciudad, en plena campiña británica, y que cuenta con el clausurado zoo de Dartmoor y unos pocos animales. Así, él y sus hijos se vuelcan en el mantenimiento del parque zoológico, mientras se convierte en un pilar básico para los pocos trabajadores que quedaban y para la comunidad. Esta historia se relata en el libro autobiográfico “We Bought a Zoo”.
La historia de Christopher Paul Gardner se llevó a la pantalla en la película En busca de la felicidad (Gabriele Muccino, 2006). Una obra amena y agradable de ver, que llega con facilidad al corazón del espectador y que, en términos generales, lo hace sin manipular con excesivo descaro sus sentimientos. Una película que nos propone acercarnos a algunos ejemplos del cine clásico de Hollywood, bordeando el estilo del Frank Capra de Qué bello es vivir (1946) o simulando al mejor King Vidor de Y el mundo marcha (1928). Y para ello, el italiano Gabriele Muccino (en su estreno en Hollywood y a quien conocimos con la refrescante El último beso, 2001) se vale del mejor Will Smith, en una conseguida y versátil actuación que mereció una nominación al Oscar a mejor actor (acercándose a sus interpretaciones en Enemigo público - Tony Scott, 1998- o Ali -Michael Mann, 2001- y lejos de los estereotipos en las series de Men in Black, Soy leyenda y Hancock), así como de su hijo Jaden Smith (con quien acaba de protagonizar la fallida Después de la Tierra -M. Night Shyamalan, 2013-). La banda sonora original de otro italiano, el compositor Andrea Guerra, puso el contrapunto musical emocional.
En 1981, en San Francisco, Chris Gardner (Will Smith) invierte sus ahorros de toda la vida en escáneres de densidad ósea portátiles que intenta mostrar y vender a los médicos. La inversión resulta ser un fracaso, lo que deja en bancarrota a la familia y, como resultado, su esposa Linda (Thandie Newton) lo abandona. Su hijo Christopher (Jaden Smith) se queda con su padre. Intentando vender uno de los escáneres en el centro de la ciudad, Chris conoce a un gestor de la empresa Dean Witter, quien le da la oportunidad de convertirse en un corredor de bolsa a prueba. En este intervalo de tiempo, a Chris le embargan su cuenta bancaria y son desalojados de su vivienda. Él y su hijo quedan desamparados y se ven obligados a dormir en locales públicos o en hoteles baratos, así como a vivir del amparo de una iglesia metodista (donde tienen que llegar pronto del trabajo para encontrar sitio para cenar y dormir). En esta situación tan desfavorable asume su reto de pasantía en la bolsa, si bien nunca revela sus estado de desamparado a sus compañeros de trabajo. Al finalizar la pasantía, Chris se reúne con sus directivos: su trabajo ha dado sus frutos y se le ofrece el puesto. Luchando por contener sus lágrimas, se apresura a la guardería de su hijo y lo abraza. Ellos caminan por la calle, bromeando entre sí mientras pasa un hombre con un traje de negocios (el verdadero Chris Gardner en un cameo). El epílogo revela que Chris finalmente creó su propia empresa multimillonaria de corredores de bolsa. La frases que Chris Gardner revela a su hijo ya forman parte de las emociones del cine: “No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo… Si tienes un sueño, debes conservarlo… Si quieres algo, sal a buscarlo. Y punto”. O algunas de sus reflexiones: “Y fue en aquella ocasión en la que empecé a pensar en Thomas Jefferson escribiendo la Declaración de la Independencia, diciendo que todos tenemos derecho a vivir, a ser libres y a buscar la felicidad. Y pensé en cómo supo poner la palabra "buscar" ahí en medio, como si nadie realmente pudiera alcanzar la felicidad. Sólo podemos buscarla…”
La historia de Benjamin Mee se llevó a la pantalla en la película Un lugar para soñar (Cameron Crowe, 2011), pero trasladando la acción de Inglaterra al sur de California. Una obra amena y también agradable de ver, pero que pasa por ser una película familiar sin riesgos ni sorpresas, con el academicismo hollywoodiense que busca complacer y suscitar emociones fáciles. Una película positiva y dulce, que es cierto que se ve con gusto si se va sin otras pretensiones que las de vivir una aventura que nos acerca al estilo de la factoría Dysney. Y para ello, el estadounidense Cameron Crowe (un director irregular, pero que nos regaló obras como Casi famosos, por el que consiguió el Oscar al mejor guión original en el año 2000) se vale de un dúo de actores consagrados, como son Matt Damon (quien, curiosamente, también ganó un Oscar al Mejor guión original en 1997 por El indomable Will Hunting) y Scarlett Johansson (ya todo un icono sexual en el cine, pero gran actriz, capaz de acaparar nominaciones en el mismo año 2004 para los Globos de Oro, tanto como actriz de comedia por Lost in Traslation de Sofía Coppola como en drama por La joven de la perla de Peter Webber). La banda sonora original incluye temas de muchos artistas, si bien fue Jonsi, músico y cantante islandés (más conocido por ser el solista del grupo irlandés Sigur Ros), quien acabaría componiendo la partitura de la película.
Benjamin Mee (Matt Damon), un columnista de prensa y escritor de artículos de aventuras, acaba de enviudar hace seis meses y se enfrenta al desafío de criar a sus dos hijos pequeños, Dylan (Colin Ford) y la pequeña Rosie (Maggie Elizabeth Jones que derrocha gracia y simpatía). Con la esperanza de que comenzar una nueva vida restablecerá el espíritu familiar, Mee deja su empleo y compra una vieja casa rural en las afueras de la ciudad que incluye una original particularidad: un zoológico denominado el Parque de Animales Rosemoor, residencia de docenas de animales encomendados al cuidado de la jefa de guardas, Kelly Foster (Scarlett Johansson) y su entusiasta equipo. Sin experiencia, con poco tiempo y reducido presupuesto, Mee se propone, con el apoyo de su familia y de la gente de la localidad, reabrir el zoo. Ahora, Benjamin ya no cuenta una historia de aventuras, sino que vive la suya propia y la de su familia. El carácter amable y optimista de la cinta hace que las tragedias familiares se vivan sin dramatismo y que la esperanza siempre ilumine el horizonte de sus personajes.
Cine que responde al género de cine familiar sin pretensiones y que muestra la necesidad de luchar por los sueños. Por eso, sin riesgos ni sorpresas, Un lugar para soñar funciona y entretiene, y puede verse como una película positiva (si no buscas una joya del séptimo arte) y que no engaña respecto a sus intenciones, porque, según se nos transmite, “lo complicado puede ser genial”.
Dos películas familiares “basadas en hechos reales” con dos títulos antológicos en español, peligrosa reseña si no se trata con cuidado. Las historias de superación y lucha contra la adversidad han tratado de inspirar a la humanidad desde sus mismos inicios, pero el cine y la televisión han convertido estas historias muchas veces en simple entretenimiento manipulador de emociones. Sin embargo, ocasionalmente surge alguna obra que evita caer en ese fácil nicho, ofreciendo sólida narrativa sin empalagosos excesos: algo que casi consigue En busca de la felicidad, pero no llega a hacerlo Un lugar en el mundo. Aún así, ambas películas se pueden ver… y se pueden ver en familia.
Si uno no le pide al cine siempre lo máximo, se convierten en dos películas para ver en familia y plantearse como dos historias de superación…, que, en los tiempos que corren, no es un mal mensaje. No es la primera vez que un padre se tiene que enfrentar sólo al cuidado de sus hijos: aquí es Will Smith y Matt Damon, pero ya vimos a John Cusack en La vida sin Grace (James C. Strouse, 2007) y a Clive Owen en Sólo ellos (Scott Hicks, 2009).
Benjamin Mee (Matt Damon), un columnista de prensa y escritor de artículos de aventuras, acaba de enviudar hace seis meses y se enfrenta al desafío de criar a sus dos hijos pequeños, Dylan (Colin Ford) y la pequeña Rosie (Maggie Elizabeth Jones que derrocha gracia y simpatía). Con la esperanza de que comenzar una nueva vida restablecerá el espíritu familiar, Mee deja su empleo y compra una vieja casa rural en las afueras de la ciudad que incluye una original particularidad: un zoológico denominado el Parque de Animales Rosemoor, residencia de docenas de animales encomendados al cuidado de la jefa de guardas, Kelly Foster (Scarlett Johansson) y su entusiasta equipo. Sin experiencia, con poco tiempo y reducido presupuesto, Mee se propone, con el apoyo de su familia y de la gente de la localidad, reabrir el zoo. Ahora, Benjamin ya no cuenta una historia de aventuras, sino que vive la suya propia y la de su familia. El carácter amable y optimista de la cinta hace que las tragedias familiares se vivan sin dramatismo y que la esperanza siempre ilumine el horizonte de sus personajes.
Cine que responde al género de cine familiar sin pretensiones y que muestra la necesidad de luchar por los sueños. Por eso, sin riesgos ni sorpresas, Un lugar para soñar funciona y entretiene, y puede verse como una película positiva (si no buscas una joya del séptimo arte) y que no engaña respecto a sus intenciones, porque, según se nos transmite, “lo complicado puede ser genial”.
Dos películas familiares “basadas en hechos reales” con dos títulos antológicos en español, peligrosa reseña si no se trata con cuidado. Las historias de superación y lucha contra la adversidad han tratado de inspirar a la humanidad desde sus mismos inicios, pero el cine y la televisión han convertido estas historias muchas veces en simple entretenimiento manipulador de emociones. Sin embargo, ocasionalmente surge alguna obra que evita caer en ese fácil nicho, ofreciendo sólida narrativa sin empalagosos excesos: algo que casi consigue En busca de la felicidad, pero no llega a hacerlo Un lugar en el mundo. Aún así, ambas películas se pueden ver… y se pueden ver en familia.
Si uno no le pide al cine siempre lo máximo, se convierten en dos películas para ver en familia y plantearse como dos historias de superación…, que, en los tiempos que corren, no es un mal mensaje. No es la primera vez que un padre se tiene que enfrentar sólo al cuidado de sus hijos: aquí es Will Smith y Matt Damon, pero ya vimos a John Cusack en La vida sin Grace (James C. Strouse, 2007) y a Clive Owen en Sólo ellos (Scott Hicks, 2009).