sábado, 28 de septiembre de 2013

Cine y Pediatría (194). “Napola”, escuelas del mal


En los últimos años han aparecido una serie de películas que ahondaban en el pasado de Alemania y, en cierto modo, denuncian las atrocidades cometidas alrededor del nazismo. Películas como Amén (Constantin Costa-Gravas, 2000), El Hundimiento (Oliver Hirschbiegel, 2004) o La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006) serían claros ejemplos de ello. Hemos dedicado un capítulo especial a la mirada inocente de la infancia ante el holocausto nazi, con películas que nos permiten reconocer el antes (La cinta blanca del suizo Michael Haneke, 2009), el durante (La vida es bella del italiano Roberto Beningni, 1997; Rutka: un diario del Holocausto del inglés Alexander Marengo, 2009)) y el después (La llave de Sarah del francés Gilles Paquet-Brenner, 2010) del holocausto nazi, y también otras películas a lo largo del tiempo: Kapò (Gillo Pontecorvo, 1960), El tambor de hojalata (Volker Schlöndorff, 1979), Hijos de un mismo Dios (Yurek Bogayevicz, 2001), El niño con el pijama de rayas (Mark Herman, 2008). 

Una película especial mereció un detallado análisis: La Ola (Dennis Gansel, 2008), la adaptación cinematográfica de el experimento llevado a cabo en 1967 en un instituto de California: un experimento con los alumnos que quería demostrar que, incluso las sociedades libres y abiertas, no son inmunes al atractivo de ideologías autoritarias y dictatoriales, lo que explicaría que en la primera mitad del siglo XX el Partido Nazi exterminara a millones de judíos. Este director alemán, nos regaló unos años antes la película que hoy vamos a analizar: Napola (Dennis Gansel, 2004). 

Al poco de llegar Hitler al poder en 1933, se crearon en Alemania las Napola (National Politische erziehungs Anstalt), unos internados pensados para formar a toda una élite de jóvenes líderes arios, escuelas donde se preparaba a una selecta minoría de alumnos entre los 10 y los 18 años para ser los futuros dirigentes políticos. En las Napola sólo se aceptaba a los “mejores”, o sea, los más capaces física y/o intelectualmente. Y durante un periodo de nueve años se trataba de eliminar lo que se consideraban defectos del carácter, como la compasión o el libre pensamiento, un lavado de cerebro en toda regla. En su calidad de centros para la educación nacional-política comunitaria, las Napolas tenían la misión de conseguir hombres disponibles para el pueblo alemán, que hubiesen crecido en un clima de sacrificio y exigencia, capaces de ser la generación rectora en un futuro inmediato. Para cumplir esa función precisaban tales centros de un plantel de aspirantes sanos, racialmente puros, de buen carácter y muy dotados en cuanto a condiciones anímicas. Las asignaturas que tenían que estudiar los jóvenes eran, principalmente, biología, historia, geografía, química, física, alemán, inglés, latín, matemáticas, música, canto y dibujo, combinadas con otras materias de extraña naturaleza como, por ejemplo, Weltanschauliche Schulung, una especie de adiestramiento para la "visión del mundo", concepto altamente relevante en la doctrina hitleriana. Los programas de asignaturas como biología e historia estaban totalmente invadidos por conceptos y consideraciones racistas, sociodarwinistas y ultranacionalistas. Al entrenamiento físico se le concedió especial importancia dentro del sistema: disciplinas como remo, boxeo, esgrima, natación, vuelo sin motor, tiro, hípica y conducción de motocicletas y automóviles se consideraban necesarias. Existían otros aspectos complementarios en la formación: los viajes y el trabajo. 

El director Dennis Gansel se inspiró en la experiencia personal de su propio abuelo, que pasó por una de estas siniestras napolas. Y así, Napola narra una curiosa historia de amistad entre dos adolescentes, Friedrich Weimer (Max Riemelt) y Albrecht Stein (Tom Schilling) en el año 1942, en plena Segunda Guerra Mundial. Friedrich proviene de una familia de trabajadores, aficionado al boxeo y que, por sus condiciones físicas extraordinarias, ingresa en la napola (en contra de la opinión de su familia) en busca de un futuro prometedor. Albrecht Stein es el hijo de un dirigente nazi y entra en la napola por voluntad de su padre; si bien es un chico inteligente y sensible, también es frágil y, desde el principio, muestra un carácter y una ideología incompatibles con el ideario de nacionalsocialista. Es en la relación de esos dos personajes, y en su contraste, donde la película tiene su mayor atractivo. Aunque nos encontramos con otros personajes reseñables, como el profesor de boxeo (su manera de entender el boxeo refleja el ideario propio de la napola), el profesor de educación física (su dureza y crueldad es un claro exponente del funcionamiento de la escuela) y el padre de Albrecht (bestia negra del ideario nacionalsocialista). Una bella historia de amista adolescente que sirve como excusa para ser una nueva muestra de ese cine alemán que trata de saldar cuentas con un pasado reciente y abominable, que desearíamos que nunca hubiera ocurrido. 

En esta especie de purificación de la memoria histórica, el joven Dennis Gansel entrega una historia intensa, llena de dramatismo y humanidad, con algunos momentos de gran dureza. Y hace reflexionar acerca de los horrores y bajezas en que puede caer el hombre cuando olvida su excelsa dignidad. Destacamos cinco secuencias, en donde estas escuelas del mal tienen toda su expresión: 
- Las pruebas de ingreso: el joven Friedrich supera las pruebas físicas para ingresar en la napola y cómo, a pesar de que el padre se opone a que ingrese en una organización nazi, el adolescente no quiere dejar escapar esa oportunidad de prosperar en la vida. 
- Las clases en la napola: cuyo desarrollo deja transpirar la ideología que subyace en ellas. De especial interés resultan las clases de educación física y las referencias a la teoría de la evolución de las especies de Darwin. 
- El combate de boxeo: frente a un alumno de otra napola y cómo ver dos actitudes muy diferentes: la del profesor de boxeo de Friedrich (combativa y sin compasión frente al rival) y la de su amigo Albrecht (quien le recrimina que no haya tenido compasión por el rival). 
- La tragedia en la nieve: la búsqueda nocturna de unos prisioneros rusos que han huido por el bosque y que les dejará profunda huella, porque finalmente los prisioneros eran niños rusos desarmados y abatidos por los tiros de los alumnos. 
- La expulsión de la napola: Albrecht, enfrentado abiertamente a su padre y al ideario de la napola, aprovecha una dura prueba de la clase de Educación Física para suicidarse, ante los ojos atónitos de sus compañeros y la desesperación de su amigo. Tras este acontecimiento, Friedrich participa en un combate de boxeo durante el cual toma una decisión que motivará su expulsión definitiva de la napola. 

Pese a la dureza de las imágenes y la historia, la banda sonora de Normand Corbeil y Angelo Badalamenti posee una extraña belleza. Porque Napola narra una historia que no sólo es de ayer, sino de también puede ser de hoy: escuelas donde se enseña a la juventud que la diferencia no es algo complementario que nos acerca a los demás, sino algo diferencial que nos aleja de quien elegimos nuestros opresores. Creo que es nuevamente momento de recordar la frase de La Ola: “Fascismo. Todos nos hemos considerado mejores, mejores que los demás. Y lo que es aún peor, hemos excluido de nuestro grupo a todos aquellos que no pensaban igual. Les hemos hecho daño...”.

 

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