“Te quiero apasionadamente... y te quiero apaciblemente... Puede que el amor eterno sea eso. Esta mezcla de paz y de fuego”. Esta es una frase extraída de “Le bleu est une couleur chaude”, el sorprende debut en el mundo del cómic de la joven francesa Julie Maroh, que nos narra el despertar sexual de una adolescente, el descubrimiento de su homosexualidad y su primer amor... perfecto, apasionado, de esos que a todos nos gustaría vivir (al menos una vez en la vida), y que no todos conseguimos. Porque un primer amor puede cambiar nuestra vida para siempre.
Y es que, a pesar de su juventud (publicó el cómic con 25 años), o precisamente por eso, Julie Maroh logra transmitirnos toda la pasión de ese primer amor, gracias a un guión perfectamente estructurado y un dibujo delicado, preciso y hermoso, que nos cautiva desde la primera página. Y es imposible no sentirse identificado con sus protagonistas. Y lo que sería un sería un grave error es considerar esta novela gráfica como exclusiva para los homosexuales, porque lo que importa es el amor y cómo lo cuenta, consiguiendo emocionarnos desde el primer momento. Y, lo más importante, sin caer en el morbo ni en la cursilería.
Esa obra gráfica ha sido llevada a la gran pantalla (con éxito y polémica incluida) por obra y gracia de prácticamente tres casi desconocidos en España: el director franco-tunecino Abdallatif Kechiche (con tres obras en su haber y el denominador común de estar interesado en grabar como la vida misma: La culpa la tiene Voltaire, 2000; La escurridiza o cómo esquivar el amor, 2003; y Cuscús, 2007) y las actrices Léa Seydoux (con papeles secundarios en Malditos Bastardos de Quentin Tarantino, 2009, Robin Hood de Ridley Scott, 2010 o Medianoche en París de Woody Allen, 2011 o papeles principales en el drama televisivo francés de La Belle Personne de Christophe Honeré, 2008) y Adéle Exarchopoulos (prácticamente un desconocida de 19 años, con pequeños papeles en el cine francés y que nos ha desgarrado el alma, pues lo suyo no es interpretar… es algo no escrito).
Porque La vida de Adéle (Abdallatif Kechiche, 2013) es una película no dejará indiferente, es una historia (como el cómic) de sentimientos y su vértigo, una historia que se debe ver si no se tiene vértigo a los sentimientos (porque, además, la película se convierte en un tour de forcé de dos personajes durante 3 horas) y que viene precedida por haber ganado la reciente Palma de Oro del Festival de Cannes (también ganó el Premio de la Crítica y esta estela de premios cinematográficos no ha hecho más que empezar).
La película nos narra el despertar sexual y el paso a la madurez de Adéle (Adéle Exarchopoulos), una adolescente de 15 años que vive las incertidumbres de sus inclinaciones amorosas entre una familia trabajadora de clase media y las compañeras de instituto, en los suburbios de Lille. Un cruce de miradas en un paso de cebra con una joven con el pelo teñido de azul pondrá en jaque las dudas de la adolescente y desencadenará todo un vértigo de sentimientos y su búsqueda: el encuentro de Emma (Léa Seydoux), una universitaria de Bellas Artes que viven con libertad su opción sexual, y Adéle, nuestra tímida colegiala, abrirá en ella las liberadoras puertas (mentales y físicas) de un sensualidad tan exuberante como inexplorada.
La vida de Adèle es un melodrama sobre la relación de amor lésbico entre dos adolescentes y que nos habla a la cara con un lenguaje profundo y sutil, sensible y duro, un lenguaje veraz sobre la iniciación al amor, la felicidad y su luz, las dudas y su sombre, los miedos y la transformación de la armonía en odio, el dolor incurable de la pérdida y el desgarro que provoca el abandono, la ineludible necesidad del reencuentro y del perdón y la lacerante constatación de que las apasionados sentimientos nunca volverán a ser compartidos. Porque por encima del amor de alcoba entre Adèle y Emma, lo más importante es la diferencia abismal que hay entre sus respectivos mundos: Adèle vive con unos padres tradicionales ante los que tiene que fingir su homosexualidad, mientras aspira a ser maestra; mientras Emma vive independiente, conociendo que sus padres divorciados apoyan con naturalidad su decisión sexual y aspira a ser pintora.
La anécdota (para bien o para mal) de esta película, es que los tres protagonistas han pasado de la gloria de su Premio en Cannes a la polémica desencadenada por las actrices ante la dureza del rodaje a que les sometió el director, hasta el punto de haber declarado que nunca más volverán a trabajar con él. El propio director ha llegado a confesar: “En mi opinión la película no debería ser estrenada. Se ha ensuciado demasiado,… me siento humillado, deshonrado y, en cierto modo, rechazado”. Realmente no se podría entender de otra forma, pues no hay duda de que en ese interés de filmar la realidad, Abdallatif Kechiche describe el ardor de la piel y la autenticidad de los sentimientos con una extenuante intensidad física, mental (y casi moral) a la que sometió a las actrices, en unas escenas de alcoba que marcarán un antes y un después sobre el realismo de las sensaciones que ocurren en el cuerpo y los sentimientos que abordan al espíritu cuando la entrega es absoluta, cuando el amor no está teñido por la monotonía o el tedio. Y esa es la triste (o no) polémica, pues las secuencias eróticas (en las que nada parece simulado) turbaron a las actrices… y también a los espectadores, pero donde no existe ningún ánimo pornográfico ni morbo, sólo sentimientos a flor de piel.
El primer amor ha sido uno de los temas favoritos de la literatura, la poesía y otras artes, también del cine. Y esta es la historia de enamoramiento de Adèle y Emma, sin prisas pero sin pausa, del cómic a la gran pantalla. Y en donde el azul si es un color cálido… tanto en el color que luce el pelo de Emma al principio de la película como en el color del vestido con el que se aleja Adèle, antes del fundido en negro del final de una historia inacabada. Porque La vida de Adèle guarda un grado de intimismo tal que invita a colarse en la vida de sus protagonistas y en donde la casi debutante Adèle Exarchopoulos nos sorprende de principio a fin… Es una historia de vida, de búsqueda de sí mismo, de interrogación, de prueba, una lección de educación sentimental, del primer amor que define a Adèle como ser humano: "Adèle quiere decir justicia…” le dice la protagonista a Emma…
Porque si Ang Lee provocó en 2005 una convulsión en los Oscar con el amor gay de dos vaqueros en Brokeback Mountain, Abdallatif Kechiche ha hecho lo propio en 2013 en Cannes con el amor lésbico de dos adolescentes. Porque algo de La vida de Adèle surgió de la alemana La ley del más fuerte (Rainer Werner Fassbinder, 1975), de la sueca Fucking Amal (Lukas Moodysson, 1998), de la británica Mi amor de verano (Pawel Pawlikowski, 2004) o de tantas otras películas que nos ha regalado el cine sobre la homosexualidad. Pero La vida de Adèle creo, sin temor a equivocarme, que es algo más: es una historia sobre el vértigo del primer amor en la adolescencia, sea de homo o heterosexual…. Y para ello Kechiche se fundamenta en las explosiones vitales de La culpa la tiene Voltaire, la pasmosa inmediatez de La escurridiza o cómo esquivar el amor y la inconfundible manera de abordar las relaciones humanas de Cuscús…
Todo esto, y mucho más: incluido, sin duda, uno de de los trabajos interpretativos más impecables de la historia del cine, el de nuestra Adèle…la calidez del color azul y el vértigo de su primer amor.
Aviso a los espectadores: no se trata de una película fácil, porque ni el tema, ni su estilo ni su duración son asumibles por cualquiera. Pero si se trata de una película tan arriesgada y humana que cualquiera puede sentirse abducido por ella en algún momento. Una película que está destinada a llegar al corazón (y la retina) de aquéllos que no tengan vértigo a los sentimientos… y que aprecian las obras de arte como un oasis en el desierto.
3 comentarios:
Sinceramente, para que se hagan películas lésbicas como ésta prefiero que no se haga ninguna… porque mucho decir que visibilizan y normalizan pero parece que nadie ve que en realidad estamos en lo de siempre: las relaciones entre mujeres se convierten en objetos de morbo masculino y en escenitas degradantes de tetas y coños antes que en cualquier otra cosa, y eso es más un retroceso que un avance.
Soy lesbiana y estoy muy harta de escuchar tantas alabanzas absurdas a esta película que no es más que el desahogo pornográfico de las obsesiones de un director déspota. Fui a verla ilusionadísima porque el cómic me había encantado y tenía las esperanzas de encontrarme con algo igual de bueno o quizá mejor, pero no puedo expresar mi sorpresa al encontrarme tamaña basura… Quince minutos de porno lésbico completamente gratuito e injustificado que ensucian el resto del metraje y actúan a modo de llamada de atención desesperada (así como llamada a la recaudación, a la audiencia y a la crítica masculina) para disculpar tres horas insustanciales, desaprovechadas y vacías, con lo que podía haber dado de sí una temática inicial tan fantástica. El director sólo se preocupó de rodar tijeras y cunnilingus, no hay rastro de la profundidad de la novela gráfica, de su estética cautivante, de su buen gusto, de su sensibilidad, de su despliegue en cuanto a temas y motivos… sólo sexo explícito, poses ridículas y morbo facilón para arrastrar a la gente a verla y convertirla en vouyers.
Sin esas largas escenas de sexo la película habría ganado en dignidad y fuerza, precisamente es contraproducente a su causa este excesivo regodeo. En lugar de estas escenas (o de gran parte de ellas) se podría haber aprovechado metraje e incluir, por ejemplo, una escena de ataque homófobo de los que están tan tristemente vigentes en Francia u otros países europeos, eso sí contribuiría a una mayor sensibilización del público y no una escena como la de las tijeras con la que la película cae en el ridículo, se descalifica a sí misma y le da la razón a quienes afirman que es pornografía mostrada sólo con el propósito de excitar. ¿Cuál es la intención si no de regodearse de tal manera? ¿Si no vemos ocho orgasmos no entendemos la pasión entre ambas protagonistas? ¿O la “necesidad” de meter estos quince minutos de sexo salvaje era porque si no nadie aguantaría tres horas soporíferas viendo a una actriz con cara de empanada?
Me pregunto cómo es posible que nadie (o muy pocos) vean lo que es en realidad esta película: una fantasía pornográfica de un director heterosexual, basándose en un juicio apriorístico de cómo follan dos lesbianas que no es más que su propio deseo puesto en imágenes (y además tiránicamente, en plan “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo mientras babeo). De haber sido dos hombres los protagonistas (o un hombre y una mujer), el director jamás se habría recreado así en una escena sexual entre ellos y la película no habría sido tan brillante para los críticos. Si la pareja hubiera sido heterosexual y si el sexo, aunque realista, hubiera sido tratado de manera más sutil, de esta película ni se habla. Y mucho menos se la premia. Pero claro, a los críticos heterosexuales les ha gustado mucho y por eso ganó Cannes…
Por eso, lo que me escama de todo esto (aparte de que me es imposible simpatizar con un señor que ha hecho que sus actrices se sientan poco menos que abusadas…) es que el director ha reducido una historia compleja sobre el amor, la amistad, la intimidad… en una larguísima escena de sexo hecha desde el punto de vista de un observador masculino y heterosexual (qué sorpresa) que reduce a las lesbianas y a las mujeres en general en objetos hipersexualizados cuyas prácticas sexuales son y deben ser aquellas que despiertan los deseos de este público en particular. Como siempre, se reduce a las mujeres (lesbianas o no) a lo mismo. Objetos. Objetos con los que vender, comerciar, excitar… objetos masturbatorios y poco más.
Esta película no hace ningún favor a la causa homosexual, más bien todo lo contrario.
Si me extiendo tanto y me expreso con tanta vehemencia es porque quiero que mi punto de vista (que es el de muchas lesbianas también) ayude a entender por qué tanta indignación justificada con esta película, por eso insisto en dar explicaciones de lo que considero que es un enfado lógico (el que también siente la propia autora del cómic) y no una pura histeria “porque sí”.
Recomiendo encarecidamente la lectura del cómic original para que cualquiera compruebe la diferencia por sí mismo en todo cuanto afirmo: claro que hay sexo, de hecho nadie niega la necesidad de que lo haya, pero está tratado de una manera completamente diferente: con buen gusto, sensibilidad y respeto. Son escenas estéticas y realistas, no tan facilonas, exageradas y burdas como en la película, donde la mirada masculina y casi onanista se delata por sí sola. La autora, Julie Maroh, también expresó su indignación al respecto. Conste, insisto, que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como “arte”. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual.
Tened por seguro que si Kechiche hubiera dirigido “Brokeback Mountain” o una historia de amor con dos hombres como protagonistas, ni de coña se habría recreado tanto. Es por este cúmulo de circunstancias por el que las lesbianas nos sentimos tan ofendidas: se nos reduce siempre a lo mismo, al mismo papel de objetos destinados a dar placer o morbo a la audiencia… Es curioso que las mayores alabanzas procedan, justamente, de hombres heterosexuales; las mujeres, heteros o lesbianas, la ponen bastante peor y son mucho más críticas. Será quizá porque la cosificación sexual de la mujer es algo tan enquistado en nuestra sociedad, en todos los ámbitos, lo tenemos tan admitido, que ni se permite darle la vuelta cuando alguien lo cuestiona (y entonces, de hacerlo, se nos tacha de histéricas, mojigatas o estrechas de mente, como si confundiéramos “abiertos de mente” con “necesidad de mostrar sexo explícito”) y, como siempre, se visibiliza a las lesbianas sólo para la consecución del placer masculino; se las muestra como objetos sexuales en la pantalla con la hipócrita excusa de que es necesario ver esas escenas pornográficas para entender la vida de la protagonista. Y así, la vida de Adèle se queda reducida a “La vida sexual de Adèle”. Una película fácil, vulgar, pornográfica, con todo lo que podía haber dado de sí (no se dedica apenas atención a la lucha interior de la protagonista, a los conflictos con sus padres y amigas ni la solución a los mismos, no se incide en la necesidad de una mayor visibilización y normalización, etc.)… Creo sinceramente que Kechiche no quiso desarrollar con la misma extensión y profundidad ningún otro tema más que el sexual, disfrazando tal cantidad exagerada de escenas pornográficas bajo tres horas de “cine” y “arte”. El director parece que sólo se dirige a un público específico para que alabe su obra. Podía haber hecho una verdadera maravilla, pero se dejó cegar por el recurso más fácil y explícito. Es verdaderamente una lástima.
¿Por qué tantas lesbianas estamos en contra de esta película? Aquí enumeramos las razones:
- Fomenta tópicos machistas y morbo gratuito.
- Vulgariza impunemente la maravillosa obra original, #Elazuleselcolormascalido, de #JulieMaroh, y la sexualiza convirtiéndola en basura.
- Reduce la imagen de las lesbianas a mera pornografía para hombres y la relación entre ellas a una frívola fantasía machista.
- Cosifica y explota a las actrices, #LeaSeydoux y #AdeleExarchopoulos, para hacer de ellas simples objetos masturbatorios.
- Ningunea todos los temas profundos del cómic original, así como su buen gusto y sensibilidad, sacrificando su importancia para centrarse únicamente en la explicitud de unas larguísimas escenas sexuales totalmente innecesarias para la trama.
- Intenta convencer al espectador de que estas escenas son imprescindibles para entender la vida de la protagonista, y en cambio no se regodea ni la décima parte con las escenas de cama heterosexuales (también supuestamente importantes para entender la vida de la protagonista y su evolución).
- Convierte la visibilización y normalización lésbica en puro morbo para voyeurs y pajilleros.
- #AbdelatifKechiche demuestra una total falta de respeto hacia la idea original concebida por la autora.
- Es una película mediocre premiada y alabada injustamente sólo por su reclamo sexual, sin el cual la historia no destaca por nada y habría pasado completamente desapercibida.
- Es ofensiva para las lesbianas, utilizadas una vez más para lo mismo de siempre: la consecución del placer masculino.
- Toma por idiota al espectador queriendo venderle una supuesta gran historia de amor que no es más que vulgar pornografía.
- Desaprovecha un fantástico material original y lo que podía haber sido una valiosa y memorable obra de referencia queda reducida al reclamo fácil y comercial.
- Todo lo anterior se corrobora también con las eróticas fotos promocionales y la sexualizada campaña de publicidad.
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