Carintia es un estado federado en el sur de Austria, cuya capital es Klagenfurt. En ese estado y ese hospital tuvo lugar un hecho real médico hace pocos años y que, desde entonces, se conoce como “el milagro de Carintia”.
Basándose en esos hechos reales, pero con personas, nombres y acontecimientos ficticios, el austriaco Andreas Prochaska dirigió en 2011 un telefilm con ese mismo nombre: El milagro de Carintia.
Y se constituye este hecho y esta película en todo un documental sobre cómo se viven las tragedias médicas entre familias y sanitarios, con un hospital de guardia como telón de fondo, y muchos temas bioéticos en la retaguardia.
En las primeras escenas aparece esta reflexión mientras un atleta (que luego descubrimos que es el cirujano cardiovascular Dr. Höchstman) corre por el campo: “Emile Zatópek dijo una vez: si quieres correr, corre una milla; si quieres conocer una vida nueva, haz un maratón”. Y a continuación una fecha (3 de mayo de 1998) y una dulce escena campestre, con la familia preparándose para ir a los oficios de domingo a la iglesia. La llamada a la niña de 4 años, Katharina, que no contesta… y la intuición de una madre, que se hace realidad. La niña flotando en el estanque y todo el indescriptible dolor y confusión que se desencadena desde que su hija es sacada del agua hasta el interminable tiempo que pasa hasta llegar a un centro sanitario…, con el Servicio de asistencia médica urgente que llega por helicóptero en medio de la campiña austriaca. Angustia visual, emocional y más… Los padres tienen que acudir en su vehículo en busca del hospital, en busca de su hija… que no saben si llegará viva o muerta. Porque en un mínimo espacio de tiempo, toda tu vida cambia en un abrir y cerrar de ojos. Y no es ficción, es la realidad de nuestro a día a día… frente a la pantalla.
Y la llegada a urgencias del hospital de Klagenfurt: “Mujer, 4 años, con una grave hipotermia, 18,4ºC de temperatura corporal. Se ha ahogado. No sabemos cuánto tiempo ha podido estar bajo el agua. Puede ser que media hora”. Y una pregunta: “¿Qué pediatra está de guardia…?” y la duda bioética de si procede continuar con la reanimación cardiopulmonar de la paciente…
Y la información del pediatra a los padres: “Sr Breidnard, Sra Breidnard, buenos días. Dr. Beninger, soy jefe de pediatría. Miren, su hija se ha ahogado, su corazón ha dejado de latir, pero… puede que haya una opción. Normalmente un cerebro puede sobrevivir sin oxígeno 4 ó 5 minutos máximo. Sin embargo, si la temperatura corporal cae por debajo de cierto valor y antes de que comience el ahogamiento, el cuerpo cambia a una especie de hibernación en la que el cerebro puede llegar a sobrevivir hasta 30 minutos”.
La larga espera de los padres: las culpas y autoculpas, su soledad en la sala de espera y los pasillos vacíos y fríos, la búsqueda de una capilla, el consuelo de Dios…
La tensión del quirófano en el recalentamiento cardiopulmonar…. y el primer latido al alcanzar los 24 ºC. Y una escena de alarde cinematográfico, mientras hay que prorrogar la atención de un diputado… y la disculpa del cirujano: “Siento tener la decencia de no sacrificar la vida de una niña de 4 años para ponerle un marcapasos, una operación que no necesitaría si comiera menos y moviera más el culo”.
Y la búsqueda de nuevas soluciones para la niña, con remembranza a los cuidados empleados habitualmente en el recién nacido: “La máquina cardiopulmonar no puede abastecer la sangre con suficiente oxígeno y las cánulas son demasiado pequeñas, y va muy despacio.. Oscilación de alta frecuencia, eso también se utiliza para partos prematuros. No podemos insuflarle aire, así que debemos hacerle llegar oxígeno de otra manera. Necesitamos más presión respiratoria… y surfactante… y luego ECMO”.
Una película casi en tiempo real…ideal para quien no conozca esta realidad de cada día, para revivir lo que es una guardia ante un caso grave (y no es ficción)…, la lucha frente a la vida y la muerte, frente a la vida con o sin secuelas, frente al dolor de las familias, frente a los dilemas bioéticos,… en nuestro caso el debate entre un pediatra, un cirujano cardiovascular y una anestesista con la responsabilidad y la duda de la adecuación del esfuerzo terapéutico. Y las frases del pediatra: “El primer niño siempre resulta doloroso… Y algo me quedó claro: los niños tienen una dignidad mayor a la nuestra” (en referencia a la primera muerte de un niño que vivió como doctor) o “La respuesta es por qué no puede rendirse: por la niña o por su ambición”.
Cabe decir que el ruido del oscilador de alta frecuencia es tal cual se percibe en la película…, así como la obsesión por los monitores y es búsqueda de un valor de saturación de oxígeno por encima del 92%. Y las complicaciones… y solucionar cada una. Y la soledad de las noches interminables de guardia en un hospital, para todos: para familiares y para sanitarios.
Y tras todo este periplo, con crítica incluida al poder del sistema sanitario que se apunta a lo bueno (olvidando hipócritamente el camino de críticas y falsedades), la película termina con el mismo pensamiento de Emile Zatópek, conocido como la “locomotora checa”. Y un colofón: “Y el 4 de junio de 1998, exactamente un mes después de la operación, le dieron el alta hospitalaria a Katharina. Su salvación pasó a la historia de la medicina moderna como el Milagro de Carintia. Katharina tiene ahora 16 años. Vive en la granja de sus padres y rebosa salud. Markus Höchstman vive y trabaja en Viena con su mujer y su hijo”.
El milagro de Carintia nos devuelve el milagro de cada día en una guardia, cuanto todo el trabajo en equipo, toda la preocupación personal asociado al agotamiento físico, mental y emocional… ha valido la pena, cuando salvas una vida… Gracias a todos los que hacen esto posible.
(Nota final: cuando se rebusca en la
hemeroteca, encontramos que el caso real ocurrió un 29 de agosto en similares circunstancias, pero a un niño de 11 años llamado Paul).