sábado, 25 de enero de 2014

Cine y Pediatría (211). “Sombras del tiempo” para el trabajo infantil


Florian Gallenderger es un director alemán que se trasladó a la India durante más de año y medio para investigar las costumbres y la magia del país y dar forma, con un guión propio y su dirección, a una emotiva película de amor a través del tiempo y en la que subyace un retrato arquetípico del trabajo en la infancia, una historia concebida como la condena del miedo y la indecisión. 
Y es así como este director alemán se viste de Hollywood en la película Sombras del tiempo (2004), al igual que lo hiciera, posteriormente, el británico Danny Boyle en Slumdog Millionaire (2009). En ambas películas ambientadas en India se narran historias de amor desde la infancia con la denuncia a distintas formas del maltrato de los niños como mar de fondo. Pocas películas como Slumdog Millionaire han sido capaces de contar tantas desgracias alrededor de la infancia (pobreza, marginación, delincuencia y prostitución juvenil, maltrato y mafias de niños, etc.) y simular un cuento de hadas en las calles de Mumbai. Algo similar ocurre en Sombras del tiempo, película que nos regala una cálida fotografía (donde Jurgen Jürges confiere un sello inconfundible con los colores de la India, desde sus saris a sus alfombras, desde sus templos a sus fábricas), un cuidado diseño de producción (para reproducir tanto las condiciones de trabajo inhumanas como la degradación moral del país o el progreso socioeconómico de un pueblo que estrenaba independencia) y una música apropiada (una banda sonora emocional a cargo de las eficaces e insistentes partituras de Gert Wilden Jr), junto con una dirección que utiliza la prosa narrativa, en donde, quizás, la trama adolece de prevalecer más el romance que la crítica social (principalmente patente en la primera mitad de la película). 

De nuevo se recoge el decadente clima social y moral de la India colonial Y allí nos traslada Florian Gallenberger para recordar, a partir de su escena inicial, como un Ravi anciano regresa a la fábrica de tejidos y alfombras para rememorar sus lejanos recuerdos del Ravi niño (Sekandar Awarval y Prashant Narayanan de hombre) y los tiempos en que trabajaba en condiciones de explotación en dicha fábrica de Calcuta. Allí conoció a la niña Masha (Tumpa Das y Tannishtlla Cahtlriee de mujer) y se enamoró de ella hasta el punto de establecer promesas de amor eterno, si bien el destino cruel complicará la vida de estos dos enamorados hasta convertir los vivos colores de sus tejidos en tonos grises apagados por el infortunio. Porque este Ravi niño sabe que el dinero fija la línea entre ser libre y ser un esclavo, y trata de llegar lo más alto posible en el trabajo: comienza como un simple peón y tratará de llegar a ser el mejor urdidor de alfombras, para cumplir su deseo de abandonar aquel lugar. La desgracia viene cuando averigua que el encargado se dispone a vender a Masha a un proxeneta para que ejerza como prostituta. Es entonces cuando invierte todo su dinero para comprar la libertad de la chica, que le promete esperarle todas las noches de luna llena en el templo de la ciudad, dedicado a Shiva. 

Una historia de amor imposible en la que Gallenberger juega con los contrastes para potenciar la sensación de fragilidad del amor y de fugacidad de la felicidad, pero en donde el cruel mensaje que subyace es un mundo de abusos infantiles y atropellos en el que se negocia con la mano de obra infantil, la pobreza o el sexo. Y donde el dios Shiva parece empeñado en poner palos a la rueda del amor a los enamorados en una lucha contra el destino a la luz de la luna. Y así es como Masha le dice a Ravi: “No hay nada que puedas cambiar. Ni el pasado, ni posiblemente el futuro”

Sea como sea, de nuevo nos enfrentamos a un retrato arquetípico de la esclavitud infantil. Porque Ravi y Masha son esclavos sin remedio en la región india de Bengala por el año 1943, donde las clases más bajas tienen casi la misma situación que los presos. Por aquel entonces, en el país manda Gran Bretaña y los niños son mano de obra sin gastos, muchas veces su única paga es la comida. Masha y Ravi son dos niños pequeños explotados que trabajaban juntos en la fábrica de alfombras y en donde el destino y la vida se encargará de decidir lo que será de sus vidas. 

Pero Masha y Ravi son el fiel reflejo de una realidad muy cruel que afecta a más de 200 millones de niños mayores de 5 años de edad, problema que se concentra principalmente en Asia, África Subsahariana y América Latina. Un Objetivo de Desarrollo del Milenio incumplido y que duele sobremanera, porque uno de cada seis niños del planeta está obligado a ganarse la vida con el trabajo

Porque el trabajo infantil es una lacra en el mundo, una lacra que en demasiadas ocasiones va asociada a otros males mayores, como la prostitución infantil y el abuso de poder. Niños de la calle o en situaciones sociales marginales o límites, no sólo en la India, sino en cualquier país del mundo, como ya hemos denunciado en “Cine y Pediatría” desde Perú (La espalda del mundo de Javier Corcuera, 2000), Argentina (El Polaquito de Juan Carlos Desanzo, 2003), o Paraguay (7 cajas de Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori, 2011). Hoy cambiamos de continente, pero todo sigue igual. Hoy es la India, pero está a nuestro alrededor, de forma directa o indirecta. 

Porque el trabajo infantil sí que es una sombra del tiempo...

 

3 comentarios:

Unknown dijo...

Película fantástica donde las haya, muy bien reseñada por J.G de Dios. Refleja perfectamente la precaria situación del abuso infantil en India en todas sus formas, y la asunción de un karma implacable a pesar de la voluntad de sus protagonistas, que inevitable determina sus destinos divergentes casi como una maldición.
Llam la atención el carácter aparentemente bondadoso del protagonista cuando alcanza su cota de poder, en contra del tópico esperable de "convertirse en verdugo, cuando deja de ser esclavo". Late el amor imposible, en medio de las divinidades y supersticiones de la cultura india.

Unknown dijo...

solo un error: Shiva no es una diosa, es un dios, el esposo de la diosa Parvati. Dios de la destrucción y de la creación a través del amor, representado por el Lingam y uno de los más venerados por las distintas castas hindúes.

Javier González de Dios dijo...

Gracias María, quien mejor que tú (que fuiste quien me aconsejó la película) para este comentario y para esta aclaración de "dioses": que Shiva me perdone y ya corregido :-).
Conoces bien India y por ello este comentario es algo más que una aclaración, sino toda una declaración. Un abrazo.