Se dice que la palabra robot procede del término checo “robota”, que significa servidumbre o esclavitud en ese idioma, pues es una concepción inicial para el que se crearon estas máquinas. El dramaturgo checo Karel Capek fue quien, en una obra de teatro de 1920, utilizó por primera vez la palabra robot para definir a unas criaturas mecánicas con forma humana, pero el celuloide ya los había retratado en alguna que otra pesadilla futurista como Houdini: The Master Mistery (Harry Grossman y Burton L. King, 1919) o L'uomo meccanico (André Deed, 1921). Porque los robots han representado en el cine el temor de los frágiles humanos a las máquinas y la tecnología, al progreso y la deshumanización, pero también los ha retratado con ternura y amor, admiración y respeto.
Los robots más famosos en la historia del cine son, por orden cronológico: La falsa María en Metrópolis (Fritz Lang, 1927), Gort en Ultimátum a la Tierra (Robert Wise, 1951), Robby en Planeta prohibido (Fred McLeod Wilcox, 1956), Ash en Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979), Roy en Blade Runner (Ridley Scott, 1982), T-800 y T-1000 en Terminator y Terminator 2 (James Cameron, 1984 y 1991), Número 5 en Cortocircuito (John Badham, 1986), RoboCop en Robocop (Paul Verhoeven, 1987), NDR "Andrew" en El hombre bicentenario (Chris Columbus, 1999), El gigante de hierro en El gigante de hierro (Brad Bird, 1999), David en Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001), NS-5 en Yo, Robot (Alex Proyas, 2004), Wall-E en Wall-E (Andrew Stanton, 2008), y, especialmente, C3PO y R2D2 en La Guerra de las Galaxias, principalmente en su trilogía inicial: La amenaza fantasma, El ataque de los clones y La venganza de los Sith (George Lucas, 1999, 2002 y 2005).
Y dentro de este elenco de robots cinematográficos, hoy nos toca comentar una verdadera rareza en la cinematografía española: una película de ciencia ficción ambientada en el futuro, con las relaciones entre humanos y robots como tema central. Hablamos de Eva, el más que destacado debut en el año 2011 de Kike Maíllo en el largometraje.
Porque Kike Maillo fue primero alumno y ahora profesor de esa sugerente y necesaria fábrica de talentos llamada ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya). Y él mismo se revela como un talento a tener en cuenta a la hora de configurar un espectro técnico realmente notable, con una muy buena visión a la hora de acompañarnos en un guión con la integración de la tecnología futurista que se mantiene más que a flote (y gusta), pese a las limitaciones presupuestarias de nuestro cine. Tal es así que la película fue galardonada en Sitges con el premio a los Mejores efectos especiales y recibió 12 nominaciones a los Goya (de los que ganó 3: Director, Actor secundario para Lluís Omar y Efectos Especiales).
En 2041, el reciente futuro, los seres humanos conviven en la Tierra acompañados de criaturas mecánicas. Álex (Daniel Brühl), un reputado ingeniero cibernético, regresa a Santa Irene con un encargo muy específico de la Facultad de Robótica: la creación de un niño robot. En estos diez años de ausencia, la vida ha seguido su curso para su hermano David (Alberto Ammann) y para su mujer Lana (Marta Etura), que ha rehecho su vida tras la marcha de Álex. Una ciudad del futuro donde se instala Álex en una casa junto a un robot androide de compañía (Gris, el gato robótico) y junto a un robot de servicio (el criado Max, siempre magnífico Lluis Homar y que en su papel recuerda a Robin Williams, a Jude Law y a C3PO juntos).
Lo sorprendente de la película es la relación especial que nacerá entre él y Eva (Claudia Vega, en un sorprende debut, y ya toda una promesa seleccionada entre más de 3000 candidtas), la increíble hija de Lana y David. Una niña especial, magnética, con la que emprenderá un viaje que le precipitará a un final revelador. Porque “no importa tanto si los robots sienten o no, lo que importa realmente es lo que te hace sentir”.
Lo importante de la película es el posible desarrollo de un modelo de inteligencia artificial muy parecido al que Spielberg ya nos mostró en A.I: Inteligencia artificial y se basa en la creación de un "niño robot" y poder otorgarle la capacidad de ser un "niño real". Aquí es en dónde aparece el personaje de la niña Eva, llena de vida, emociones y sentimientos.
Otro acierto es la localización, con unos paisajes nevados (paisajes procedentes de la fría estepa suiza de Chaux-de-Fonds y también de nuestra oscense Panticosa) y también la música que ambienta la película. Imprescindible la secuencia con el "Space Oddity" de David Bowie, una de las pocas escenas en la cual los personajes si transmiten una cierta tensión entre ellos.
Al igual que el "Space Oddity" (oddity = rareza, original) de David Bowie resuena en una secuencia imprescindible de la cinta, Eva es de una "rareza original" dentro del cine de "sci-fi" (ciencia ficción) español, que bien merece ser vista si eres de uno de esos espectadores que creen en la posibilidad y viabilidad de que algún día los humanos lleguemos a vivir con robots de inteligencia artificial… y en donde los niños y niñas son todo un prototipo.
Porque los sentimientos más puros, aunque hablemos de máquinas y aunque hablemos de futuro, siempre proceden de la infancia.
Y la pregunta queda en el aire: “¿Qué ves cuando cierras los ojos?”.
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