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lunes, 3 de febrero de 2014

Sobre "burbujas" y "mareas" en nuestro Sistema Nacional de Salud


José Luis Puerta es un buen amigo que ha sido de todo en el mundo sanitario. Pero algo de lo que se siente muy feliz es de seguir dirigiendo Dendra Médica /Revista de Humanidades, una publicación semestral que patrocina Fundación Pfizer. Una publicación que, si no existiera, habría que inventarla...

Y este post de hoy procede del Editorial del último número, firmado por él y bajo el título de La "burbuja sanitaria". Un artículo que conviene leer en su totalidad, pero del que subrayo algunas ideas esenciales. 

En los últimos de 25 años se han publicado cientos de informes sobre los males que aquejan a nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS) y los posibles remedios para superarlos. Lo cierto es que todo sigue prácticamente igual (de mal y enrevesado), aunque se pueden apuntar algunos intentos aislados de reformas. Así, se pueden citar las Entidades de Base Asociativa de Cataluña, que hoy suman un total de 10; las empresas públicas sanitarias de Andalucía; el temido, por privatizador, «modelo Alzira», cuyo marbete hoy apenas agrupa media docena entre los 400 hospitales públicos que existen en España; la Fundación Hospital de Alcorcón que, con el tiempo y arrinconando los principios que animaron su creación, ha claudicado y funciona como un hospital público más; o la flamante modificación del copago farmacéutico. Por no hablar de la reciente "marea blanca" que durante los últimos 15 meses ha invadido Madrid. 

Un buen sistema sanitario accesible a todos los ciudadanos es un elemento clave para la deseable distribución de la riqueza, la cohesión social y el bienestar de las personas. La Sanidad es el servicio público que los ciudadanos (independientemente del color político) consideran que en mayor medida justifica los impuestos que pagan. Pero también son conscientes de que es del que se hace peor uso y tiene mayor margen de mejora. Percepción que retrata el inmovilismo que caracteriza al SNS, no siempre capaz de adaptarse a los profundos cambios sociales, demográficos y tecnológicos. La fuerte caída de los ingresos fiscales ha puesto en entredicho sus problemas estructurales, algunos de los fundamentos que lo soportan y su viabilidad económica. Y, como nos recuerda el autor, tenemos que romper los clichés del pasado, tanto los que suponen que el Estado puede solucionar cualquier problema, como los que dan por sentado que la gestión privada siempre es más ventajosa. 

Porque, al igual que aplicamos la "prevención cuaternaria" para la microgestión de los profesionales cada día a pie de cama o de consultorio, esa "prevención cuaternaria" cabe aplicarla a la meso y macrogestión. Porque, como es bien conocido, cuando aumenta la oferta (más centros y más personal) también lo hace la demanda (más consultas, más pruebas, más medicinas y más listas de espera). Y no siempre, ésa es la solución... 

Sin duda que nuestro sistema sanitario tiene fortalezas (por ejemplo, su equidad, el ser campeones en trasplantes y que nuestra esperanza de vida es de las más altas del mundo), pero la realidad es que son patentes las debilidades. Como la verdad no debe ser nunca un final de trayecto en el que echarse a dormir, sino una senda continua de indagación, vale la pena mantener, como José Luis Puerta, una continua reflexión y un debate productivo. 

Porque hay que evitar la "burbuja sanitaria" (en cinco años hemos pasado de 45.000 a 70.000 médicos, por no hablar de que somos el país de Europa con más Facultades de Medicina), porque las "mareas blancas" no pueden ocurrir solo en Madrid (y está confirmado que la fórmula de gestión de los hospitales no determina los resultados), y porque las oportunidades de nuestro SNS deben prevalecer sobre las amenazas... 

Y finalizo con las palabras de William Osler de la propia editorial: "La peor acción del hombre es dejar que las `cosas que han sido´ acaben perdiéndose y que un presente irracional dé al traste con lo que tuvimos".

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