No seremos nosotros quienes no relativicemos los rankings o clasificaciones de todo tipo. En el caso de los rankings universitarios ya hemos hablado de cómo digerirlos sin salir empachados. Fue hace dos años cuando hablamos en este blog de un ranking que ha marcado un antes y un después: hablamos del Academic Ranking of World Universities (ARWU) que, desde hace 11 años, elabora el Center for World-Class Universities and the Institute of Higher Education of Shanghai Jiao Tong University (China) y se actualiza anualmente, y que nos permite conocer las universidades mejor valoradas a nivel global o por especialidades (Medicina, Física, Químicas, Matemáticas, Económicas, Ingeniería, Ciencias Sociales, etc.).
ARWU utiliza seis criterios para clasificar las universidades del mundo: número de alumnos (peso=10%), ganadores de Premios Nobel o medallas de reconocido prestigio en su campo (peso= 20%), número de investigadores altamente citados en Thomson Scientific (peso= 20%), número de artículos publicados en revistas de Nature y Science (peso= 20%), número de artículos indexados en Science Citation Index-Expanded y Social Sciences Citation Index (peso= 20%), y el rendimiento per cápita con respecto al tamaño de la institución (peso= 10%).
Se ha convertido en un sistema de referencia internacional, a pesar del alboroto y críticas a su debilidad metodológica. Le pasa lo mismo que al archifamoso Factor de impacto de las revistas científicas, que se espera cada año su clasificación y donde sitúa a cada universidad. Acaba de publicar el ranking ARWU del año 2013 e, incluso la prensa general, se ha hecho ya referencia de ello.
Más de 1.000 universidades se estudian por ARWU cada año y las 500 mejores se publican en la web. Este el ranking de este año cabe valorar que, de las 20 universidades situadas en primer lugar, hay 16 de Estados Unidos, 3 de Gran Bretaña y 1 de Suiza. En el podio se sitúan Harvard Universitiy, Stanford University y Massachusetts Institute of Technology. La "Champions" de las universidades, según la clasificación de Shanghai, se juega sobre todo en Estados Unidos, Gran Bretaña y, en menor medida, algunos centros suizos, franceses, suecos, holandeses y alemanes, además de los israelíes, que van escalando bien.
De nuevo España no está entre los 100 primeros. La Universidad de Barcelona es el primer y único centro español entre el puesto 151 y 200 de los 500 mejores del mundo. La Autónoma de Barcelona y Autónoma de Madrid aparecen entre los puestos 201 y 300. A partir del puesto 100 se hacen grupos y se colocan dentro los campus por orden alfabético. La Complutense de Madrid se sitúa entre el 301 y 400, al igual que la Politécnica de Valencia, la Universidad de Granada y la Pompeu Fabra. La Politécnica de Cataluña está entre el 401 y 500, como la Universidad de Santiago de Compostela, País Vasco y Zaragoza. Sin rastro del resto y son muchas las universidades españolas... y cada vez más: tanto como 82 universidades (de las que 50 son públicas y 32, privadas) el pasado curso y, desde el año 2001, se está creando a un ritmo de una universidad privada por año.
El debate sobre la universidad española y la enseñanza universitaria es constante en el tiempo. El problema ronda siempre alrededor de dos conceptos: cantidad frente a calidad. Sea como sea y mire como se mire, a nivel internacional, los criterios de calidad de la universidad española son deficientes. Por algo será,... y algo habrá que cambiar, especialmente la endogamia (considerado por especialistas el principal problema, que conlleva a mediocridad) y los actuales criterios y métodos de docencia, que no mejoran pese a intentar adaptarnos al "Plan Bolonia" y al Espacio Europeo de Educación Superior.
No obstante, la baja calidad de nuestro sistema universitario no es un problema aislado, sino consecuencia del retroceso que se ha producido en los niveles inferiores, tal y como se pone de manifiesto año tras año en los negativos resultados del informe Pisa. Un erróneo concepto del igualitarismo que suele convertirse en la nivelación a la baja para evitar discriminaciones, la prolongación de la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, la promoción automática de los alumnos y la posibilidad de obtener el título con asignaturas suspendidas son algunas de las raíces de un problema que hereda la enseñanza universitaria pero que no compete sólo a ella.
Este “mundial” de universidades si es decepcionante, y no el pasado Mundial de fútbol. Este mismo año comentamos en el blog lo que la Universidad española puede aprender del modelo americano… o de otro modelos, pero así no vamos. Si hubiera vergüenza torera, las figuras relevantes que lideran la universidad española deberían dimitir… como en el fútbol (entendiendo que el fútbol es una chorrada y la universidad es muy importante).
ARWU utiliza seis criterios para clasificar las universidades del mundo: número de alumnos (peso=10%), ganadores de Premios Nobel o medallas de reconocido prestigio en su campo (peso= 20%), número de investigadores altamente citados en Thomson Scientific (peso= 20%), número de artículos publicados en revistas de Nature y Science (peso= 20%), número de artículos indexados en Science Citation Index-Expanded y Social Sciences Citation Index (peso= 20%), y el rendimiento per cápita con respecto al tamaño de la institución (peso= 10%).
Se ha convertido en un sistema de referencia internacional, a pesar del alboroto y críticas a su debilidad metodológica. Le pasa lo mismo que al archifamoso Factor de impacto de las revistas científicas, que se espera cada año su clasificación y donde sitúa a cada universidad. Acaba de publicar el ranking ARWU del año 2013 e, incluso la prensa general, se ha hecho ya referencia de ello.
Más de 1.000 universidades se estudian por ARWU cada año y las 500 mejores se publican en la web. Este el ranking de este año cabe valorar que, de las 20 universidades situadas en primer lugar, hay 16 de Estados Unidos, 3 de Gran Bretaña y 1 de Suiza. En el podio se sitúan Harvard Universitiy, Stanford University y Massachusetts Institute of Technology. La "Champions" de las universidades, según la clasificación de Shanghai, se juega sobre todo en Estados Unidos, Gran Bretaña y, en menor medida, algunos centros suizos, franceses, suecos, holandeses y alemanes, además de los israelíes, que van escalando bien.
De nuevo España no está entre los 100 primeros. La Universidad de Barcelona es el primer y único centro español entre el puesto 151 y 200 de los 500 mejores del mundo. La Autónoma de Barcelona y Autónoma de Madrid aparecen entre los puestos 201 y 300. A partir del puesto 100 se hacen grupos y se colocan dentro los campus por orden alfabético. La Complutense de Madrid se sitúa entre el 301 y 400, al igual que la Politécnica de Valencia, la Universidad de Granada y la Pompeu Fabra. La Politécnica de Cataluña está entre el 401 y 500, como la Universidad de Santiago de Compostela, País Vasco y Zaragoza. Sin rastro del resto y son muchas las universidades españolas... y cada vez más: tanto como 82 universidades (de las que 50 son públicas y 32, privadas) el pasado curso y, desde el año 2001, se está creando a un ritmo de una universidad privada por año.
El debate sobre la universidad española y la enseñanza universitaria es constante en el tiempo. El problema ronda siempre alrededor de dos conceptos: cantidad frente a calidad. Sea como sea y mire como se mire, a nivel internacional, los criterios de calidad de la universidad española son deficientes. Por algo será,... y algo habrá que cambiar, especialmente la endogamia (considerado por especialistas el principal problema, que conlleva a mediocridad) y los actuales criterios y métodos de docencia, que no mejoran pese a intentar adaptarnos al "Plan Bolonia" y al Espacio Europeo de Educación Superior.
No obstante, la baja calidad de nuestro sistema universitario no es un problema aislado, sino consecuencia del retroceso que se ha producido en los niveles inferiores, tal y como se pone de manifiesto año tras año en los negativos resultados del informe Pisa. Un erróneo concepto del igualitarismo que suele convertirse en la nivelación a la baja para evitar discriminaciones, la prolongación de la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, la promoción automática de los alumnos y la posibilidad de obtener el título con asignaturas suspendidas son algunas de las raíces de un problema que hereda la enseñanza universitaria pero que no compete sólo a ella.
Este “mundial” de universidades si es decepcionante, y no el pasado Mundial de fútbol. Este mismo año comentamos en el blog lo que la Universidad española puede aprender del modelo americano… o de otro modelos, pero así no vamos. Si hubiera vergüenza torera, las figuras relevantes que lideran la universidad española deberían dimitir… como en el fútbol (entendiendo que el fútbol es una chorrada y la universidad es muy importante).
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