Hay películas verdaderamente gratificantes por su sencillez, su nostálgica quietud y su agreste belleza. Hay películas verdaderamente gratificantes porque son como la vida y porque nos hablan de la vida. Hay películas antropológicas que perviven pese al paso del tiempo. Y eso es lo que le ocurre a una película que celebra su 30 cumpleaños y que fue la ópera prima de un gran director navarro, Montxo Armendáriz: Tasio (1984).
Porque Tasio supuso el descubrimiento de un director humano y humanista, que siempre es guionista de sus películas, y que se abrió rápidamente un hueco destacable dentro del panorama del cine español, gracias a títulos posteriores como 27 horas (1986), Las cartas de Alou (1990), Historias del Kronen (1994), Secretos del corazón (1997, en su momento candidata en los Oscar a Mejor película extranjera), Silencio roto (2001), Obaba (2005) o su última película, No tengas miedo (2011), que ya ha formado parte de la familia Cine y Pediatría.
Montxo Armendariz se basó para Tasio en el realismo de la gente aferrada a la tierra y en una persona real, Tasio Otxoa, un carbonero a quien conoció en la grabación del documental de 1981, Carboneros de Navarra. Y para conseguir que la película huela a monte y a carbón vegetal envolviendo al espectador para crear una de las mejores películas naturalistas del cine contemporáneo, contó con un gran equipo: la música de Ángel Illarramendi, la fotografía de José Luis Alcaine, la dirección artística de Gerardo Vera, el montaje de Pedro G. del Amo y la producción de Elías Querejeta. Un trabajo cinematográfico magnífico de detalles invisibles, pero esenciales para describir la historia de un hombre, desde la infancia a la vejez, pasando por la adolescencia, y en donde Tasio reivindica su tierra y una relación sostenible con ella, frente al avance del progreso, la emigración a las ciudades y la explotación desmedida de los recursos.
Tasio se convierte así en una miniatura rural de un hombre nacido en la sierra de Urbasa. Y somos espectadores de la sencilla historia de una vida:
- En los 5 minutos iniciales conocemos al Tasio niño (Garikoitz Mendigutxia) y su infancia feliz. Aunque desde los ocho años tendrá que empezar a trabajar en el monte por necesidades familiares, el bosque será el lugar que sea testigo de su crecimiento, de sus juegos infantiles y también donde encuentre el sustento necesario para su familia. Esa época en la que su padre le enseña a respetar la naturaleza, incluso en la caza: “siempre hay que coger la mitad de los polluelos, para que no se acabe la caza”.
- En los siguientes 15 minutos se nos presenta al Tasio adolescente (Isidro José Solano) y cómo, a los catorce años, las necesidades le obligan a hacerse carbonero. Más tarde, conocerá a Paulina, su amor de adolescencia y juventud, esa etapa en la que no todas sus actividades son legales, pues convive con la caza (a lazo, cepo o a escopeta de cartuchos) y la pesca a escondidas del guarda del coto.
- El resto de la película nos acompaña a la madurez de Tasio (Patxi Bisquert), con su mujer Paulina y la hija que tendrán, una familia que debe mantener con el carbón y la caza furtiva. Y mientras muchos emigran a la ciudad para tener un trabajo fijo y un futuro mejor, él prefiere quedarse en el monte, viviendo en la más absoluta soledad con el fin de preservar su libertad. Y, poco a poco, la vida avanza y la soledad es su principal compañía, sobre todo cuando su mujer fallece pronto y tiene que dedicarse a la educación de su hija. Pero él mantiene fiel a su monte y a su carbonera, y cuando su amigo Luis le pregunta si quiere irse con él a trabajar en el sector de la construcción a Vitoria, le responde: “Yo de aquí no me muevo”. Porque así son los héroes anónimos que mueren fieles a sus principios.
Y con estas elipsis transcurre la vida, y la película Tasio se convierte en una hermosa reflexión sobre el paso del tiempo, sobre el apego a la tierra, a las raíces, sobre la vida rural, sobre la desnudez de los sentimientos del ser humano, desde una sensibilidad natural y naturalista, tan sencilla como bella. Como es la vida, como debería ser la vida.
Y es así como Armendáriz escribió un guión narrando tres épocas de la vida de Tasio, la pequeña gran historia de una vida: la vida de un niño curioso y alegre; la vida de un adolescente voluntarioso y sensible; la vida de de un hombre de extraordinaria firmeza en su personalidad rural, amante de la naturaleza y de su libertad por encima de cualquier traba.
Hace dos semanas hablábamos de la monumental película de Richard Linklater, considerada como una de las películas del 2014, Boyhood, momentos de una vida. Hoy hablamos de una película de hace 30 años y que también habla de la vida, sin monumentalidad, pero igual de hermosa.
Porque, en palabras de Gregorio Marañón, nuestro médico humanista por antonomasia. “Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir”.
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