Un pensamiento, una aclaración y una imagen nos sumergen en una película documental muy especial: Camino a la escuela (Pascal Plisson, 2013).
El pensamiento nos dice: “A menudo olvidamos la suerte que tenemos de ir a la escuela”. La aclaración nos refiere que estos escolares que aparecen en la película son los héroes de sus historias de cada día, historias reales. Y la imagen inicial nos muestra las manos de un niño keniata que cava con sus manos un agujero en la tierra, hasta dar con agua enfangada, para luego aclararla pacientemente y llenar un par de recipientes, que llevará a la choza donde vive con su familia…
La UNESCO patrocina el film Camino a la escuela y UNICEF Comité Español considera que esta película representa una magnífica oportunidad de comunicar la importancia que tiene el derecho a la educación y cómo deben ser apoyadas todas aquellas iniciativas que contribuyen día tras día a su cumplimiento. Y por ello dos entidades emblemáticos como UNESCO y UNICEF se suman al esfuerzo de hacer llegar el mensaje del documental lo más lejos posible. Y con ellos todos nosotros…
Camino a la escuela es una película documental que narra la historia real y extraordinaria de cuatro niños, héroes cotidianos (Jackson, Zahira, Carlos y Samuel) que deben enfrentarse diariamente con una multitud de adversidades y peligros para llegar a la escuela. Estos niños viven en cuatro puntos muy distantes de la tierra, pero comparten las mismas ganas de aprender y son conscientes de que sólo la educación les abrirá las puertas a un porvenir mejor.
- Jackson tiene 11 años y vive en Kenia. Cada día realiza el camino a la escuela de 15 km de recorrido y 2 horas de trayecto, y lo hace con su hermana menor a través de la sabana poblada de animales salvajes, con especial cuidado con las manadas de elefantes. La noche previa Jackson arregla sus sandalias con extremo cuidado, prepara su jersey azul y oye los consejos del padre de mantener la máxima prudencia en el camino y su bendición, tan especial: “Que Dios os bendiga, hijos míos. Que lleguéis sanos y salvos a la escuela. Os bendigo y bendito sea el bolígrafo…”. Y esa acogida casi religiosa del profesor: “Venir a la escuela no es fácil. Doy gracias a Dios porque no hoy no haya habido ningún accidente”.
- Zahira tiene 12 años y vive en el Alto Atlas marroquí. Cada lunes le espera un camino agotador a pie de más de 22 kilómetros y 4 horas por los senderos y valles de la montaña, antes de que ella y sus dos amigas puedan llegar al internado. En el camino, la compañía de una gallina que cambiará en el mercado de la ciudad por frutos.
- Carlos tiene 11 años y vive en la Patagonia argentina. Recorre dos veces al día más de 18 kilómetros montando a caballo con Micaela, su hermana menor, cruzando montañas y grandes llanuras de una de las regiones más inhóspitas de Argentina. Un recorrido de 1,5 horas que les permite tener grandes experiencias, incluida el poner las cintas a Gauchito Gil, todo un símbolo de devoción en ese país.
- Samuel tiene 13 años y vive en India, en la bahía de Bengala. Debido a su discapacidad, no puede andar y los 4 kilómetros que separan su casa de la escuela, debe hacerlos en silla de ruedas. Sus dos hermanos menores lo ayudan durante más de una hora de recorrido empujando su especial silla de ruedas a través de caminos de arena, ríos y otros obstáculos. Emocionante la acogida del resto de compañeros del colegio cuando ven llegar a Samuel, un acto de amor a un niño con parálisis cerebral infantil con integridad de sus facultades intelectuales.
Camino a la escuela es una película que rebosa optimismo y esperanza en un futuro, a través de cuatro hazañas épicas por la consquista del saber entre paisajes de gran belleza, donde para Jackson, Zahira, Carlos y Samuel todo es posible con coraje, predeterminación y esfuerzo. Porque en el mundo hay demasiados niños y niñas no escolarizados o que reciben una educación intermitente o deficiente. Cada uno de estos niños y niñas tiene un sueño que quizás no se cumpla nunca y un potencial que quizás jamás se desarrolle. Garantizando que todos los niños y niñas tienen acceso a una educación de calidad sentamos los cimientos para el desarrollo, la transformación, la innovación, la oportunidad y la igualdad.
Y para ello Pascal Plisson se apoya en una exposición directa y franca, sin comentarios añadidos, sustentado en la elocuencia de la sencillez, sin subrayados: las imágenes hablan por sí solas y los sentimientos recorren ese camino que va de nuestro cerebro a nuestro corazón. Pura poesía y pura enseñanza de vida en sus caminos a la escuela, una enseñanza para todos con esta verdadera aventura humana, pero quizás especialmente para esos hijos y esa infancia y juventud del llamado Primer Mundo, infancia privilegiada que teniéndolo todo, llega a agradecer tan poco. Y sólo al final es cuando cada uno de los pequeños expone a la cámara las razones por las que desean estudiar: Zahira y Samuel quieren ser médicos, Carlos elige ser veterinario y Jackson prefiere ser piloto de líneas aéreas y volar alrededor del mundo. Porque para estos niños, la escuela no es una tarea, es una oportunidad, un regalo muy valioso: para ellos, acceder a la educación significa poder obtener más tarde un trabajo que les permitirá ocuparse de su familia, curar, ayudar a los demás, comprender el mundo, participar en la vida de su país.
Camino a la escuela ha sido la ganadora del César al Mejor Documental este año, demostrando una vez más que el cine en francés (de Francia y también de Canadá) es un modelo de referencia al tratar el tema de la educación y en la forma que se preocupa de difundirlo. Curiosamente, y al contrario de lo que suele ocurrir, después del estreno de la película, se ha publicado el libro homónimo con la magistral escritura de Marie-Claire Javoy, co-guionista de la película.
Hay películas que emocionan y otras que conmocionan. Y las hay que consiguen ambos valores como Camino a la escuela. No os perdáis esta pequeña obra de arte. Coger el camino al cine y acompañar a Jackson, a Zahira, a Carlos y a Samuel a la escuela. Porque esta es una película que debemos “prescribir”, una película para ver (y comentar) en familia.
La frase final de la película es contundente como lo es el camino de la educación, de la vida y del corazón: “Venimos a este mundo sin nada y nos vamos sin nada…”.
Leyendo la reseña de la película he vuelto a sentir la misma emoción que cuando la vi.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que debe prescribirse pues ayuda al objetivo de ser humanos.
Las 4 historias son aleccionadoras, pero si tuviera que decidirme por una...quizá la del niño indio en su silla de ruedas manteniendo esa sonrisa que, a pesar de las malas cartas que le han tocado para jugar la vida, muestra felicidad y la regala