Xavier Dolan, este fenónemo canadiense que ha dado el cine, sigue fiel a los temas de sus películas (la adolescencia y la incomprensión, la búsqueda de identidad y la soledad, y la relación con las madres) y a su estilo (películas contundentes que colisionan con el espectador como un puñetazo en el estómago). Así lo hizo ya en su ópera prima, Yo maté a mi madre (comentada la semana pasada), y así sigue haciéndolo con su última película, Mommy (2014), motivo de la entrada de hoy.
Hay un indudable paralelismo entre la primera y la última película de Dolan: en ambas se narra una complicada relación madre-hijo con un tercer personaje como tabla de salvación, como vía de escape y único soplo de aire fresco en la tórpida relación materno-filial. Pero mientras que en Yo maté a mi madre buscaba, de alguna manera, castigar a su propia madre, en Mommy narra una relación madre-hijo complicada, pero de amor incondicional, de ese “te voy a seguir queriendo aunque intentes matarme”. Y en ambas se confirma que Dolan es de actores fijos: Anne Dorval hace de madre en las dos películas, dos madres radicalmente diferentes que interpreta con igual talento; Suzanne Clément también tiene un papel similar en las dos películas, pues en Yo maté a mi madre es la profesora del hijo (Hubert, interpretado por el propio Xavier Dolan), y en Mommy, una vecina que traba una intensa amistad con la madre y el hijo (Steve, Antoine-Olivier Pilon, alter ego de Xavier Dolan, y sorprendente en su papel de hijo problemático).
“En un Canadá ficticio llega un nuevo gobierno durante las elecciones federales de 2015. Dos meses después, se aprueba la ley S-18, con vistas a solventar la política sanitaria canadiense. Concretamente, la polémica ley S-14 estipula que los padres de hijos con problemas de conducta en una situación de apuro económico, peligro físico o psíquico, tienen el derecho legal y moral de confiar a sus hijos a un hospital público, sin un proceso judicial. Esta es la historia de Diane “Die” Després, una mujer cuyo destino parece estrechamente ligado a este asunto”.
Con este prólogo comienza Mommy, donde se nos narra la compleja relación de Diane, una madre viuda, quien intenta volver a encargarse de la educación de su hijo adolescente Steve, tras su expulsión de un centro correccional, en donde ha permanecido ingresado debido a su especial patología psiquiátrica (entre la psicosis y la hiperactividad, con un marcado trastorno oposicionista-desafiante y explosiones de violencia incontrolable), pero donde ya no pueden con él. “La peor cosa que puede hacerle a su hijo es dejar que se crea invencible. Amar a una persona no la salva. El amor aquí no cuenta. Por desgracia”, le dice la cuidadora del correccional a la madre.
Su salida a la vida real e intentar una vida normal no es fácil para Diane y Steve. Lo intentan, pero los brotes de ira de Steve complican su integración social. No es de extrañar que suene la canción de Dido, “Whyte Flag”, pues realmente es para sacar la bandera blanca y pedir la rendición a veces, con hijos así. Pero cuando parecía que todo estaba perdido, un soplo de esperanza llega al conocer a su misteriosa nueva vecina Kyla: una mujer que se integra ella misma en la vida de la madre y su hijo, propocionando a la madre y al hijo el apoyo que anhelaban.
Queremos destacar dos recursos en Mommy dignos de comentar: el plano de la imagen y el uso de la música.
- El plano de la imagen: en esta película el plano es cuadrado, más cercano a una fotografía de Instagram que a la pantalla de cine. Una imagen que ocupa menos de la mitad de la pantalla (y que uno piensa al principio que es un error del proyeccionista), un plano que pasa a ser centrípeto, opresivo, para expresar el caos y el dolor de la realidad. Y que Dolan ensancha el cuadro a pantalla completa en los pocos momentos de alegría, esa vida feliz y soñada. Es así como la cámara tiene psicología propia y nos acompaña en los controvertidos sentimientos que emana la relación de esos dos personajes que hablan y gritan en un francés estridente y poco inteligible, y lo hacen como una explosión tanto estética como emocional.
- El uso de la música: porque mientras en la mayoría de las películas la música suele convertirse en protagonista invisible, cuando no en leit-motiv, en Mommy es protagonista principal, donde la música no se insinúa, sino que las canciones suenan en toda su amplitud y dimensión. Y además es una B.S.O. espectacular, con 15 canciones de artistas actuales y que van desde Dido a Ludovico Einaudi, pasando por Beck, Céline Dion, Counting Crows, Craig Armstrong, Eiffel 6S, Elle Goulding, Oasis, One Republic, Sarah McLachlan, Simple Plan o la gran Lana del Rey. Canciones míticas para escenas clave.
Una relación triangular complicada sin figura paterna. Y la afirmación de la madre a su hijo: “¿Sabes cuál es mi único problema? Tu, Steve. Sin trabajo, por tu culpa. Sin dinero. Sin vida. Pastillas, fianzas, internados. ¡Y ahora, una querella! ¿Alguna vez voy a poder descansar?...” Afirmaciones duras, como duras son muchas escenas, como dura es la relación de Diane y Steve: la del taxi, la del karaoke, la del supermercado y, especialmente, la reentrada en el centro psiquiátrico. Y el subyacente complejo de Edipo de Steve planeando, y la declaración de su madre: “Lo que va a pasar es que cada vez te querré más. Y serás tú quien me quieras cada vez menos… Es ley de vida”.
Xavier Dolan no es el primero, ni será el último, en escribir sobre las relaciones maternofiliales: lo hizo Hitchcock, especialmente en Psicosis (1960), porque, no en vano, se dice que el propio Hitchcock tenía una obsesión con su madre, hasta el Edipo reprimido de Woody Allen en Historias de Nueva York (1989), un tema con el que cualquiera ha podido verse identificado de alguna manera u otra en algún momento de su vida.
La simplicidad nunca ha sido el fuerte de Xavier Dolan, más dado a llevar el gusto por la estética al extremo y a relatar historias en torno a sentimientos desbocados. Mommy es una película intensa y extensa (139 minutos de metraje), que hay que digerir bien. Pero si se digiere, produce grandes emociones y grandes reflexiones. Así lo entendieron en Cannes (Premio del Jurado 2014) y en su propio país (donde fue seleccionada el pasado año para los Oscar como Mejor película extranjera).
Y nos quedamos con la escapada final de Steve, mientras la canción “Born to die” de Lana del Rey suena en los créditos finales. Porque así es Mommy, una relación en la que se vive y se muere, un amor entre una madre y un hijo que puede llegar a ser imposible.
Esta es la peculiar visión del controvertido Xavier Dolan (o lo amas o lo odias, pero nunca dejará indiferente) sobre las especiales relaciones entre madres e hijos adolescentes.
Impresionante película. Hoy justamente pensé en ella a raiz de un asunto personal. También soy pediatra y me reconfortó mucho encontrar este blog. Muchas gracias!
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