La revisión de la bibliografía es necesaria para depurar toda esta desmesurada información científica (se ha acuñado el neologismo “infoxicación”), de forma que el problema es tanto cuantitativo (es difícil acceder a todo lo que se publica sobre un mismo tema) como cualitativo (es difícil conocer la importancia clínica de lo novedoso respecto a lo ya conocido). Sin embargo, la calidad de los artículos de revisión habituales dejan mucho que desear con frecuencia, debido a que las labores de recogida, análisis y publicación de los resultados no se realizan de una forma estructurada, explícita y sistemática, por lo que se constituyen en revisiones de autor subjetivas y científicamente dudosas. Cada día se tiene más claro que, ni la competencia científica del autor ni el prestigio de la revista biomédica, son criterios suficientes para la credibilidad de una revisión. Esta falta de método en las revisiones tiende a extraer conclusiones que, en el mejor de los casos, están sesgadas, y, en el peor de los casos, pueden ser erróneas.
Actualmente las revisiones sistemáticas de calidad (con o sin metanálisis), ya con una metodología bien definida, han sido consideradas una de las mejores fuentes de evidencia científica disponible. Tienen gran valor (y popularidad) en el ciclo de generación, transmisión e implementación del conocimiento, tanto por su valor per se como por ser el punto de partida de guías de práctica clínica y/o informes de evaluación de tecnologías sanitarias.
Pero una revisión sistemática no es buena per se (como tampoco lo es un ensayo clínico) y, para ello, debe describir de forma completa y transparente su metodología, disponemos de la declaración PRISMA, como una lista de comprobación para este tipo de estudios y que viene a sustituir a la previa declaración QUOROM.
En el artículo adjunto se exponen los 27 ítems de la declaración PRISMA. Estos se clasifican en 7 secciones, que son las clásicas IMRD de cualquier artículo original (Introducción, Métodos, Resultados y Discusión), con dos secciones previas (Título y Resumen) y una posterior (Financiación).
Disponemos ya del “prisma”; resta utilizarlo y demostrar que mejora la calidad de las revisiones sistemáticas.
Toda la información en el artículo adjunto y en el enlace propio de Acta Pediátrica Española.
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