No nos cansaremos de hablar del cine francés, una filmografía que está hoy en día un paso por delante de cualquier otra. La semana pasada hablamos de otra película francesa en cartel muy aconsejable (La profesora de Historia) y hoy repetimos de país. Es sabido que los franceses saben mantener un sabio equilibrio entre cine de autor y comercial pensado para reventar taquillas y a recientes ejemplos nos remitimos: Intocables (Eric Toledano y Olivier Nakache, 2011 ), la película más taquillera de la historia del cine en Francia, pero también otros recientes ejemplos como Dios mío, ¿pero cómo te hemos hecho? (Philippe de Chauveron, 2014) o De óxido y hueso (Jacques Audiard, 2012). Pues bien, una reciente película repite fórmula, éxito y rompe las taquillas en su país y fuera del mismo: hablamos de La familia Bélier (Eric Lartigeau, 2014).
Porque La familia Bélier no presenta ninguna novedad, pero, sin duda, ése es el mayor de sus encantos. Con un pie puesto en la comedia popular francesa de los años 40 y 50 y el otro en las nuevas maneras de enfrentarse al humor surgidas de la televisión, la película funciona a la perfección para devolvernos muchas sonrisas y alguna lágrima. Parece que el cine francés ha encontrado la piedra filosofal capaz de convertir cualquier tipo de argumento, por muy banal o explotado que sea, en oro de cara a las taquillas Esa alquimia funciona en todo tipo de géneros, pero especialmente en la comedia. Y si se acompaña de pegadizas canciones la fórmula es más amable y familiar, como ésta.
La familia Bélier está compuesta por cuatro miembros que viven en una granja en la campiña francesa, entre vacas y quesos. Todos los miembros de la familia son sordos, excepto Paula (Louane Emera), que tiene 16 años y acude cada día (en bici y en autobús) al instituto, allí donde le dice a su amiga: “Te cambio la familia”. Ella hace de intérprete para sus padres y es parte importante de esa peculiar familia; ella que es natural y pura como el campo en el que vive, siempre que se presenta dice “Me llamo Paula Bélier…que significa carnero”. Pero, Paula, alentada por su profesor de música que ha descubierto su talento para el canto, un buen día decide prepararse para la audición del Coro de Radio France, una elección que la obligará a distanciarse de su familia.
Porque en los últimos meses hemos hablado en Cine y Pediatría en dos ocasiones de la sordomudez (más bien eran sordociegos) como protagonista central: una película actual, La historia de Marie Heurtin (Jean-Pierre Améries, 2014) y otra un clásico, El milagro de Anna Sullivan (Arthur Penn, 1962), ambas películas basadas en una historia real, historias de superación personal y películas vocacionales sobre el alto valor de la docencia. Dos grandes películas que nos aproximan al silencioso mundo de los sordos (y sordociegos) desde el drama. Y hoy lo hacemos desde la comedia, por los senderos de la ternura familiar y con la música como compañera.
La familia Bélier, quinto largo del francés Eric Lartigau, hasta ahora inédito en España, está repleta de conversaciones donde la imagen se llena de subtítulos que traducen al espectador el lenguaje de los sordos. Una apuesta casi suicida que Lartigau soluciona con sencillez, simpatía, naturalidad, emoción, humor y humanismo, ayudado por unos magníficos intérpretes que hacen suyos unos personajes adorables, en sus virtudes y en sus defectos: la relación entre los padres es increíble (baste recordar la escena del médico o del mercado), y cómo Rodolfo, el padre (François Damiens), se lanza, con el entero apoyo de su esposa Gigi (Karin Viard), como candidato a la alcaldía de su pueblo; o el maestro de música, todo un caso aparte, capaz de declamar máximas como la de “Cuando todo va mal y no queda ninguna esperanza, nos queda Michel Sardou. Mirchel Sardou es para la música francesa lo que Mozart para la música clásica: intemporal”; o nuestra Paula, adolescente protagonista, uno de esos personajes ya para no olvidar. Protagonizada además por Louane Emera, la ganadora de La Voz en Francia, y que nos sorprende con una capacidad natural de interpretación a igual altura (sino superior) a su gran voz, lo que le valió el César a la mejor actriz novel. Curiosamente en la película tan solo el hermano pequeño es sordomudo de verdad, pero los intérpretes llegan a dominar a la perfección el lenguaje de los signos.
El sentimiento verdadero de toda la familia, el humor que sabe destilar el director y la emotividad constante de la cinta sirven en bandeja una comedia que tiene de todo pero, fundamentalmente, una gran belleza interna. Y con mensajes contundentes: “Ser sordo no es un hándicap, es una identidad”.
Una película donde la música es intérprete y las canciones del gran Michel Sardou, cantante mítico francés de varias generaciones, es casi leitmotiv. La canción “Je vole” se adapta a las aspiraciones de esta adolescente que tiene dificultades de volar por la gran responsabilidad que supone cuidar de su familia y la canción “Je vais t´aimer”, con el magnífico efecto final de no oir la música, nos coloca en la piel (y los sentidos) de un sordo.
La película me la aconsejó un gran amigo (maestro y músico, Antonio Tomás Beades), y los grandes amigos nunca dan un mal consejo. Tenéis que ir corriendo a ver esta película que hace el milagro de convertirnos en mejores personas al salir de la sala, una película llena de corazón y bravura. Como dice la carátula de presentación de esta cinta: “Lo que no escuches, lo sentirás en tu corazón”. Así es… y así lo sentimos.
Porque La familia Bélier no presenta ninguna novedad, pero, sin duda, ése es el mayor de sus encantos. Con un pie puesto en la comedia popular francesa de los años 40 y 50 y el otro en las nuevas maneras de enfrentarse al humor surgidas de la televisión, la película funciona a la perfección para devolvernos muchas sonrisas y alguna lágrima. Parece que el cine francés ha encontrado la piedra filosofal capaz de convertir cualquier tipo de argumento, por muy banal o explotado que sea, en oro de cara a las taquillas Esa alquimia funciona en todo tipo de géneros, pero especialmente en la comedia. Y si se acompaña de pegadizas canciones la fórmula es más amable y familiar, como ésta.
La familia Bélier está compuesta por cuatro miembros que viven en una granja en la campiña francesa, entre vacas y quesos. Todos los miembros de la familia son sordos, excepto Paula (Louane Emera), que tiene 16 años y acude cada día (en bici y en autobús) al instituto, allí donde le dice a su amiga: “Te cambio la familia”. Ella hace de intérprete para sus padres y es parte importante de esa peculiar familia; ella que es natural y pura como el campo en el que vive, siempre que se presenta dice “Me llamo Paula Bélier…que significa carnero”. Pero, Paula, alentada por su profesor de música que ha descubierto su talento para el canto, un buen día decide prepararse para la audición del Coro de Radio France, una elección que la obligará a distanciarse de su familia.
Porque en los últimos meses hemos hablado en Cine y Pediatría en dos ocasiones de la sordomudez (más bien eran sordociegos) como protagonista central: una película actual, La historia de Marie Heurtin (Jean-Pierre Améries, 2014) y otra un clásico, El milagro de Anna Sullivan (Arthur Penn, 1962), ambas películas basadas en una historia real, historias de superación personal y películas vocacionales sobre el alto valor de la docencia. Dos grandes películas que nos aproximan al silencioso mundo de los sordos (y sordociegos) desde el drama. Y hoy lo hacemos desde la comedia, por los senderos de la ternura familiar y con la música como compañera.
La familia Bélier, quinto largo del francés Eric Lartigau, hasta ahora inédito en España, está repleta de conversaciones donde la imagen se llena de subtítulos que traducen al espectador el lenguaje de los sordos. Una apuesta casi suicida que Lartigau soluciona con sencillez, simpatía, naturalidad, emoción, humor y humanismo, ayudado por unos magníficos intérpretes que hacen suyos unos personajes adorables, en sus virtudes y en sus defectos: la relación entre los padres es increíble (baste recordar la escena del médico o del mercado), y cómo Rodolfo, el padre (François Damiens), se lanza, con el entero apoyo de su esposa Gigi (Karin Viard), como candidato a la alcaldía de su pueblo; o el maestro de música, todo un caso aparte, capaz de declamar máximas como la de “Cuando todo va mal y no queda ninguna esperanza, nos queda Michel Sardou. Mirchel Sardou es para la música francesa lo que Mozart para la música clásica: intemporal”; o nuestra Paula, adolescente protagonista, uno de esos personajes ya para no olvidar. Protagonizada además por Louane Emera, la ganadora de La Voz en Francia, y que nos sorprende con una capacidad natural de interpretación a igual altura (sino superior) a su gran voz, lo que le valió el César a la mejor actriz novel. Curiosamente en la película tan solo el hermano pequeño es sordomudo de verdad, pero los intérpretes llegan a dominar a la perfección el lenguaje de los signos.
El sentimiento verdadero de toda la familia, el humor que sabe destilar el director y la emotividad constante de la cinta sirven en bandeja una comedia que tiene de todo pero, fundamentalmente, una gran belleza interna. Y con mensajes contundentes: “Ser sordo no es un hándicap, es una identidad”.
Una película donde la música es intérprete y las canciones del gran Michel Sardou, cantante mítico francés de varias generaciones, es casi leitmotiv. La canción “Je vole” se adapta a las aspiraciones de esta adolescente que tiene dificultades de volar por la gran responsabilidad que supone cuidar de su familia y la canción “Je vais t´aimer”, con el magnífico efecto final de no oir la música, nos coloca en la piel (y los sentidos) de un sordo.
La película me la aconsejó un gran amigo (maestro y músico, Antonio Tomás Beades), y los grandes amigos nunca dan un mal consejo. Tenéis que ir corriendo a ver esta película que hace el milagro de convertirnos en mejores personas al salir de la sala, una película llena de corazón y bravura. Como dice la carátula de presentación de esta cinta: “Lo que no escuches, lo sentirás en tu corazón”. Así es… y así lo sentimos.
2 comentarios:
Hola, me llamo Sonia, tengo 40 años, vivo en Madrid y soy médico. Vi la película hace días y es maravillosa.
También vi "El último verano que pasamos en Escocia"...toda una lección de la VIDA. No quiero enrollarme pero mi pareja fue diagnosticada de glioblastoma multiforme hace 3 meses...y está dónde quiso, en casa, conmigo...pese a la oposición de parte de su familia. Os la recomiendo, un abrazo y siempre debemos seguir sonriendo. Fran es lo que quería que yo hiciera ;-). Por ti, cuore.
Gracias Sonia, por tus palabras y por tu emocionante reflexión. Tendré muy presente la película que nos aconsejas. Un abrazo !!
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