Continuamente descubrimos a directores con talento y talentosos que convierten a la infancia y a las familias en tema recurrente para romper el molde. Hace poco encontramos a Xavier Dolan, al que denominamos l´enfant terrible del nuevo cine canadiense y destacamos dos películas: Yo maté a mi madre y Mommy. Y hoy hablamos de Ursula Meier, quizás la fille terrible del cine helvético, un cine poco proclive a penetrar en nuestras pantallas.
La directora franco-suiza Ursula Meier, experimentada en documentales y televisión, estrenó su primera cinta dirigida a la gran pantalla en el año 2008 (Hogar, ¿dulce hogar?) y en el año 2012 nos dejó Sister, y de ambas trataremos hoy. Se trata de dos obras pequeñas, muy de cine de autor europeo, de esas obras que hay que estar preparado para enfrentarse a ellas, pues en ambas nos metemos en una espiral de situaciones claustrofóbicas nada fáciles de sobrellevar, sino se está preparado al mensaje final. En ambas un tema común (las familias disfuncionales), en el primer caso en tono de metáfora surrealista y, en el segundo, en tono de alegoría hiperrealista, y en ambas el mismo protagonista infantil (Kacey Mottet Klein), de llamativas cualidades para la interpretación, rodeado de algunos actores consagrados.
Con esta carta de presentación y con estos dos trabajos en el mundo del celuloide se consagra Ursula Meier como la gran esperanza del cine en Suiza, pues ambas obras han sido seleccionados para representar a su país en los Oscar y Sister fue galardonada en el año 2012 con el Oso de Plata Especial, un premio que se instauró ese mismo año para poder premiar a la película en cuestión.
Home, ¿dulce hogar? nos enfrenta a un escenario alegórico: una casa perdida en medio de la nada y con una autopista abandonada a su lado, allí donde vive una familia que ha decidido alejarse de todo y de todos para construir el hogar soñado.
Una familia con una madre (Isabelle Huppert, gran actriz e inconmensurable en La pianista -Michael Haneke, 2001-), un padre (Olivier Gourmet, actor fetiche de los hermanos Dardenne y protagonista de dos obras ya vistas en Cine y Pediatría: El hijo - Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, 2002 - y Mi Hijo -Martial Fougeron, 2006-) y tres hijos: una hermosa jovencita que tiene el ritual de tomar el sol en el proyecto de jardín, una adolescente preocupada por la contaminación y un niño 8 años (Kacey Mottet Klein). Aparentemente son felices, se muestran unidos y desinhibidos, poseen otras reglas; otra visión del mundo…
La casa es pequeña y en el exterior se nos muestran dos zonas diferenciadas: un jardín mal cuidado y el fragmento de la autopista sin acabar y que pasa directamente frente a la casa, y que es utilizado como patio particular, como lugar de juego y como trastero. El interior y el exterior se entremezclan del mismo modo como lo hacen lo público y lo privado, pero todo cambia cuando las cosas recuperan su uso original y la autopista se pone en funcionamiento, algo que esperaba la familia que ocurriera algún día.
El vallado, asfaltado, pintura e inauguración de la autopista... y la espera de la familia al primer coche (intentando adivinar su color). Y las primeras impresiones por la radio del primer automovilista.
A partir de aquí, las relaciones que este particular hogar venia construyendo sufrirán una irremediable transformación. El universo generado por la autopista se va apropiando de todo lo que la rodea sin ningún tipo de consideración: una casa y una autopista, el interior y el exterior, dos universos paralelos que ya no conviven. Ahora el sonido y la luz del campo se irá transformando en los ruidos del progreso que invade la armonía familiar, de forma que el progreso de la sociedad ensucia el hogar soñado. La casa pasa a ser un búnker y el último bastión de lucha entre los deseos y la realidad, entre la naturaleza y el progreso, entre la familia y la individualidad; en definitiva, entre el hogar buscado y el conseguido...
Home, ¿dulce hogar? se constituye en un experimento que se tiene que estar dispuesto a experimentar para poder acercarse a ella. Pretende ser una metáfora visual y que se muestra como el contraplano de una road-movie en donde acaba siendo difícil identificar donde está el mayor peligro, si en la autopista o en la propia familia. Una familia peculiar que decide aislarse en busca de la felicidad, como antes lo hiciera en Canino el griego Yorgos Lanthimos (2010) o en El país de las maravillas la italiana Alice Rohrwacher (2014).
Sister narra la historia de Simon (Kacey Mottet Klein), un niño de 12 años huérfano que vive con su hermana mayor Louise (la bella Léa Seydoux, intrigante protagonista de La vida de Adèle - Abdallatif Kechiche, 2013-) en un pobre apartamento en una ciudad dormitorio cerca de una estación de esquí en Los Alpes suizos. Una convivencia dominada por el caos y el descontrol, donde la hermana mayo es incapaz de mantener un trabajo y una pareja estable, dominada por la tendencia al fracaso, y donde Simon mantiene a flote el entorno familiar a base de realizar pequeños robos (cascos, guantes, gafas y esquís) a la clientela despistada de la estación de esquí.
Sister se acerca con una atmósfera absorbente a la desintegración de la estructura familiar y sus repercusiones en un niño en busca de afecto. Y lo hace sustentándose en un tour de forcé entre los dos hermanos, hermanos que guardan un gran secreto que se nos revela aún más duro a los espectadores.
Un niño solitario en busca de la felicidad, y que sigue la temática de películas del cine centro europeo como Los Cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959), El pequeño ladrón (Érick Zonca, 1999) y, muy especialmente, el cine de los hermanos Dardenne, desde Rosetta (1999) a El niño de la bicicleta (2011).
Porque solo dos personajes son suficientes para mostrar, de nuevo, un núcleo familiar disfuncional, que sobreviven en la mentira entre la belleza y libertad de la montaña nevada y la sordidez claustrofóbica de un apartamento, entre el azul de cielo y las nubes de abajo, entre la opulencia de la estación de esquí y la pobreza del pueblo que está a sus pies, dos mundos unidos por los cables de un teleférico.
“Nuestra familia es una gran mierda” dice en un momento de la película Simón y Louis le grita más adelante “No eres más que una carga de 12 años. No puedo hacer nada contigo”. Y al final, un funicular que baja y otro que sube: una visión… y una esperanza.
Con estas dos películas, además, Ursula Meier rompe un tabú en Suiza: mostrar la pobreza. Y, por encima de hablar de familias disfuncionales en tono de metáfora o de realidad, nos muestra dos historias de amor. No sé si Ursula Meier es la fille terrible del cine helvético o si Kacey Mottet Klein es su alter ego (al ejemplo del Antoine Doinel de François Truffaut), pero ya forma parte de la familia de Cine y Pediatría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario