Me recuerdo a mí mismo, una vez aprobado el MIR allá por el lejano año 1986, recorriéndome el Hospital "Miguel Servet" de Zaragoza para decidir qué especialidad escoger. Después de hablar con médicos de todos los servicios y especialidades que me interesaban, me quedé con la Pediatría. Y ya entonces la persona que me informó sobre esta apasionante especialidad me dijo que "el futuro de la Pediatría son las especialidades pediátricas"...
...Pero estamos en el final de 2015 y no parece que la situación haya sufrido grandes modificaciones. Las especialidades pediátricas siguen esperando su reconocimiento oficial. Y sobre este tema ha escrito el Presidente de la AEP, Prof. Serafín Málaga, una columna en "Diario Médico". Columna que creemos importante y que deseamos transcribir tal cual. Porque ya va siendo hora de que este tema quede resuelto.
"Las especialidades pediátricas esperan su reconocimiento
Para entender la realidad de las especialidades pediátricas en España hay que remontarse a la promulgación de la Ley de Bases de la Seguridad Social de 1963, que hizo posible la construcción de las entonces denominadas ciudades sanitarias y de los hospitales dotados de centros materno-infantiles. La apertura del Hospital Infantil La Paz tuvo lugar en 1965 bajo la dirección de Enrique Jaso. Su visionaria apuesta por incorporar las especialidades pediátricas propició que éstas fueran adquiriendo progresivamente cometidos asistenciales, representatividad científica y reconocimiento profesional. Esta misma línea de actuación fue seguida por Ángel Ballabriga como director del Hospital Infantil del Valle de Hebrón en Barcelona y defendida institucionalmente por Ernesto Sánchez como el entonces presidente de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Desde mediados de los setenta, sin prisa, pero sin pausa, se fue dando paso a las nuevas especialidades que las necesidades asistenciales de la población iban requiriendo, no sin exigir al mismo tiempo una específica y alta cualificación a los pediatras que las desarrollaban.
A pesar del contrastado desarrollo de las especialidades pediátricas, que desde hace tiempo forman parte de las carteras de servicios de los grandes hospitales de nuestro país, y de los esfuerzos de la comisión nacional en la reivindicación de su reconocimiento oficial, desde la AEP entendimos que sólo una acción conjunta de las dos entidades permitiría avanzar en nuestras pretensiones.
Para alcanzar este objetivo, elaboramos el Libro Blanco de las Especialidades Pediátricas, en el que de forma irrebatible dábamos a conocer a la sociedad la posición mayoritaria de los pediatras españoles en defensa de sus especialidades propias. Su presentación en 2011 trasladó a la sociedad el mensaje de que "la Pediatría, como disciplina que estudia al niño en su totalidad, condiciona la diferencia fundamental con el resto de las especialidades médicas, dedicadas a la atención del adulto".
La defensa de las especialidades pediátricas ha motivado otras iniciativas propiciadas desde la AEP, tratando de enfatizar su impacto positivo sobre los resultados de salud en la población infantil e incidiendo en que en cada etapa de la vida se necesitan unos cuidados concretos y profesionales específicamente formados para ello.
Se trata, en suma, de dar cumplimiento a la Convención sobre los Derechos del Niño y la Carta Europea de los Derechos del niño hospitalizado, que España ha suscrito y que declara que los niños tienen derecho a recibir la mejor atención que podamos darles.
El tan esperado decreto de la troncalidad incluye el reconocimiento de las áreas de capacitación específica (ACE). En lo que concierne a la Pediatría, considera a nuestra especialidad como no troncal y reconoce a la Neonatología como primera ACE a la que podrán acceder únicamente nuestros especialistas. En cambio, en la ACE de Enfermedades Infecciosas, el acceso será compartido con los de Medicina Interna, Microbiología y Neumología. En la última reunión del comité de esta ACE, la Sociedad de Infectología Pediátrica de la AEP ha defendido y solicitado dos vías formativas, una de pediatría y otra de adultos, como la única forma de garantizar una formación independiente.
Desde la asociación pensamos que se cumplen los criterios definidos en la troncalidad para el reconocimiento de las ACE de todas y cada una de sus especialidades pediátricas: incremento significativo de las competencias profesionales exigidas por el programa oficial de la especialidad y la existencia de un interés social y sanitario en el desarrollo de una actividad profesional y asistencial específica en el área correspondiente. Por ello, entendemos que todas las especialidades pediátricas integradas en la AEP son susceptibles de ser reconocidas como ACE.
A día de hoy, las especialidades de Cardiología Pediátrica y Cardiopatías congénitas, Neuropediatría, Gastroenterología y Nutrición, Endocrinología, Hematología y Oncología Pediátricas y Urgencias Pediátricas han presentado en el Ministerio de Sanidad su solicitud de reconocimiento como ACE. La comisión nacional deberá afrontar la misión, no exenta de polémica, de priorizar razonablemente las peticiones.
Mención aparte merecen dos nuevas especialidades médicas del máximo interés para la pediatría, como son Genética Clínica y Psiquiatría del niño y del adolescente. Con la premisa de que consideraremos preceptivo exigir una adecuada formación pediátrica, no es menos cierto que, al depender de troncos diferentes a Pediatría, la presencia de nuestros especialistas en las respectivas comisiones está siendo muy cuestionada.
Creemos que ha llegado el momento de culminar el proceso con una solución definitiva a la formación pediátrica especializada en nuestro país que sea acorde con los tiempos, en armonía con las recomendaciones de la Academia Europea de Pediatría y que permita ofrecer a nuestros niños y adolescentes la misma atención que se presta a los adultos.
Aun teniendo presente que decisiones de esta envergadura precisan ser acometidas desde la sensatez, la reflexión y el consenso, no es menos cierto que esta situación exige ya una solución a corto plazo para acabar de una vez por todas con un enquistado problema que hace tiempo se debería haber resuelto".
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