A la estela de directores como Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón o Alejandro Gomez Iñárritu ha surgido una nueva ola de nuevos directores que demuestra que la salud del cine mexicano es envidiable. Y un ejemplo será la próxima gala de los Premios Oscar de la Academia, pues, o mucho me equivoco, o tendrán sabor mexicano y con dos efemérides: porque es posible que el director Alejandro González Iñárritu y el fotógrafo Emmanuel Lubezki consigan sendos hitos y la cuadratura del círculo.
Alejandro González Iñárritu fue nominado a los Oscar a Mejor película extranjera por Amores perros (2000) y por Biutiful (2010), nominaciones a Mejor película y Mejor Director por Babel, pero gran triunfador en la última edición con Birdman (2014), donde se alzó con 4 Oscar (de sus 9 nominaciones), incluidos Mejor película y Mejor Director, algo que puede volver a repetir este año con El renacido, dado que parte como favorito (tras haber ganado ya los Globos de Oro a Mejor película dramática y Mejor director y ser la máxima nominada de este año con 12 nominaciones). Y Emmanuel Lubezki, fotógrafo, productor y director mexicano es hoy por hoy el mexicano más nominado de forma individual a los Oscar (hasta en 8 ocasiones) y que este año puede hacer historia al poder ser el primero que gane tres años consecutivo un Oscar a Mejor fotografía: lo consiguió inicialmente con Gravity (Alfonso Cuaron, 2013), al año siguiente con Birdman (Alejandro González Iñárritú, 2014) y este año parece que lo va a volver a lograr con El renacido (Alejandro González Iñárritú, 2015).
Así que hoy viajamos al cine de México, en homenaje a que hemos podido regresar al México de "cine" y donde en unos días presentaremos el proyecto Cine y Pediatría en un Curso Internacional de Pediatría en Puebla. Y así, junto a estos nombres tan consolidados del cine de este país, aparecen otros nuevos: y Claudia Saint Luce es una de ellos y de las mejores gracias a su película de debut, con un título tan original como Los insólitos peces gato, con la que ya ha recorrido triunfal por los festivales de medio mundo (La Habana, Gijón, Locarno, Mar del Plata, San Francisco o Toronto, entre otros), una película que se inspira en el caso real de una mujer que sabiendo próxima a su muerte consigue rodearse de todos los que la hacen soportable la enfermedad y dan un sólido sentido a su existencia, en una película que maneja con humorismo y destreza los cambios emocionales en los adolescentes y su educación sentimental en una situación de crisis. Película en gran medida autobiográfica, en una anécdota que cambió en buena parte la vida de la cineasta como de la protagonista real, quien aprendió a vivir a pesar de tener la muerte a cuestas.
La soledad y la celebración de la vida ante la muerte son los temas centrales de esta sorprendente y hermosa primera película de Saint Luce, con un atrevido título que permite centrar el argumento en la amistad y la relación de mutua protección que surge entre una joven aislada y huérfana, Claudia (Ximena Ayala) y una madre de familia numerosa (y aparentemente desestructurada) infectada de VIH, Martha (Lisa Owen).
Claudia es una joven solitaria (su madre se murió siendo muy joven y no conoce el paradero de su padre) que trabaja en un supermercado, y que tiene que ser hospitalizada por una apendicitis. Y allí conoce a Martha, la mujer de la cama de al lado, que recibe la compañía de sus cuatro hijos (cada uno de un padre distinto: "Con el papá de Alejandra pues ni me casé, lo conocí en una fiesta, pasó lo que pasó y luego desapareció. Y con el papá dela Wendy con ese sí me casé, pero solo por el civil. Estaba loco Rodrigo, loco. Duramos cuatro años y lo dejé. Y luego pasaron como tres años y conocí a Armando..." ). Por causas del devenir Claudia pasa a formar parte de esa familia, allí donde hallará un equilibrio singular y una conexión que crecerá conforme la enfermedad de Martha avanza.
En Los insólitos peces gato somos espectadores de un tratamiento naturalista y minimalista que reconstruye la cotidianidad de esta familia disfuncional, caótica en apariencia pero estructurada a través de la profunda sombra afectiva de la madre, esa gran matriarca a la que le falta vida pero a quien le sobra el cariño para acoger a Claudia como una hija más, engrandeciendo así esa suerte de familia tan dispar y contradictoria. Y todo con gran sobriedad en la puesta en escena, y un elenco equilibrado entre actores profesionales y no profesionales, dotan al relato de una inspirada autenticidad y de una emoción conmovedora, pero lejos de las convenciones melodramáticas. Y todo ello a pesar de regalarnos emociones como bálsamo ante uno de los grandes y tristes retos de la vida: la pérdida de un ser querido.
A la relación entre Claudia y Martha se suman las peculiares personalidades de los cuatro hijos, tres chicas y un varón. Alejandra, la mayor, quien acaba expresando "Si pudiera cambiaría mi carácter, mis ideas" y la respuesta de Claudia: "Si yo pudiera cambiaría mi cara, mi familia, cambiaría toda mi vida". La adolescente Wendy, obesa convencida, aparentemente segura, pero que nos sorprende con el intento abortado de autolisis con un cóctel de medicamentos en una batidora..., al parecer un intento más. La preadolescente Mariana, quien aprovecha la primera fiesta para emborracharse a su corta edad y confesar: "No quiero estar cuando mi mamá se muera". Y el benjamín Armando, aparentemente seguro, incluso con su enuresis nocturna.
Como es de esperar, habrá quien señale que sobre familias poco convencionales ya hemos visto suficiente en el cine, sobre todo en el indie estadounidense, pero no suele ser muy habitual en el ámbito mexicano este tipo de historias redentoras , máxime si tenemos en cuenta que el cine de nuevo cuño de ese país tiende hacia historias más o menos violentas (Heli de Amat Escalante), más o menos pseudomísticas (Batalla en el cielo de Carlos Reygadas), más o menos reivindicativas (Después de Lucía de Michel Franco, Guten Tag, Ramón de Jorge Ramírez Suárez), o de corte autoral y de vanguardia (Verano de Goliat de Nicolás Pereda), y quizás solo Abel (Diego Luna, 2007) se acerca al dibujo de estas familias disfuncionales en México.
Abel fue el debut en el largo del actor Diego Luna, como también es un debut cristalino esta película de hoy de Sainte-Luce, ayudado por la fotografía de Agnès Godard, quien en este film opta por una luz brumosa y tenue con la que retratar ese estado de tránsito que recorren todos los personajes.
Y parte de ese tránsito, en una imagen icónica, ocurre con los seis protagonistas dentro del Volswagen Escarabajo, y detrás la pecera con agua y un gato chino que mueve la mano y la pegatina de "Los insólitos peces gato". Y la voz en off de Martha, pura reflexión: "En 8 años me ha sobrado el tiempo para saber qué escribir, pero no tanto para saber cómo actuar. Si me dejaran en casa acabaría por incomodarlos. Además los nichos cobran alquiler y eso huele a abandono. Siempre pensé por las películas que me llevaran al mar y lanzaran mis cenizas. Pero después de lo que nos está pasando en este viaje, olvídenlo. Lo que más me gustaría sería que regaran mis cenizas por la ciudad para que se acuerden de mi para donde quiera que vayan".
Y ese final con la despedida personalizada a cada uno de sus cuatro hijos y, cómo no, también para Claudia: "Claudia, los suspiros son señal de que necesitas un poco más de aire para respirar. Yo no sé en qué momento te tuve, pero seguro que fue con un hombre guapísimo. No te vayas nunca de nosotros y gracias por aparecerte en nuestras vidas. Gracias".
Y tras ver esta película especial y esta reflexión final entendemos la necesidad de encajar, bien sea en la familia, en el trabajo, en el grupo de amigos, esta búsqueda constante de compañía que todos tenemos.