Hay películas que son lecciones de vida y que se ven con el corazón en un puño, con los ojos bañados de lágrimas y que permanecen durante mucho tiempo en el recuerdo. Si esas películas están basadas en hechos reales, esos sentimientos se incrementan. Basado en el libro del año 2011 "Nobody Don´t Love Nobody; Lessons on Love from the School With No Name" de Stacey Bess, en teoría la propia protagonista, surge la película para la televisión Más allá de la pizarra (Jeff Bleckner, 2011).
Una voz en off de un niña nos dice "La escuela era el lugar que me ayudaba a vislumbrar quien quería ser" y "Siempre me gustó la escuela. Y cuando cumplí 16, abandoné". Y a continuación, en el año 1987 y en Salt Lake City, una joven llamada Stacey Bess (interpretada con maestría por la actriz Emily VanCamp), esposa y madre de dos hijos, cumple su sueño: ser maestra y conseguir su primer puesto de trabajo. Pero su primer trabajo no es lo que esperaba, pues con el curso comenzado acepta un trabajo en una escuela sin nombre, donde le asignan la casi imposible función de enseñar a 20 niños sin hogar de primero a sexto grado en la misma aula.
Acepta el reto, pero el reto es más complicado de lo que imaginaba, hasta casi convertirse en un pesadilla al comprobar que el lugar llamado aula es un almacén sucio y destartalado, con un par de libros hechos añicos, un escritorio en mal estado, sillas rotas y la guarida de una rata, allí donde el paso del tren próximo provoca un medio terremoto horario. Y nada más comenzar una compañera le espeta: "Soy una maestra, pero esto no es enseñar. Esto es cuidar niños camino al reformatorio. Así que, buena suerte...".
Y surge el abatimiento ya el primer día en nuestra protagonista: "Ha sido terrible. Era una señora simulando ser una maestra. Los niños vieron a través de mi". Y la confesión a su marido: "No es lo que esperaba. Si voy nuevamente mañana, es por una sola razón: no quiero que nuestros hijos me vean flaquear". Y por ello regresa a enfrentarse a aquellos niños desnutridos, sucios, maleducados, que viven hacinados en esa comuna junto a padres maleducados y sucios, con más aficiones al alcohol y drogas que al trabajo, que intentan luchar para salir de la miseria pero que, a la vez, se sienten frustrados. Todo esto muestra una realidad para la joven maestra Stacey: la distancia que hay entre la escuela que soñó y la realidad que tiene enfrente.
Por otra parte, el director del distrito escolar es inalcanzable cuando ella intenta solicitar recursos para mejorar las condiciones del aula y hacer mejor su trabajo. Pero, pese a todo y a todos, ella consiguió enseñar a los niños palabras con valores que pega en la pizarra: la primera fue "respetuoso" y la segunda "valiente", y llegaron muchas más... Y también les enseña música y les pone la "Oda a la alegría" de Beethoven y otras melodías que hacen que ese refugio vaya adquiriendo el calor a escuela.
Y a partir de aquí vivimos momentos muy sensibles como la llegada de pupitres y libros nuevos al aula, cuando pintan las paredes y dibujan en ella una vaca y una gallina; cuando reubican al padre de María, esa angelical niña hispana de 12 años; cuando propone enseñar a leer a una madre; cuando se fue María. O la carta de recomendación de Stacey a la joven alumna que cambia de colegio: "Para la nueva maestra de Dana: Dana es una delicia, es inteligente, perspicaz y tiene una aptitud especial para las ciencias. Dana es amable, protectora y tiene un gran carácter. Estoy segura de que disfrutará al tenerla en su clase. Saludos. Stacey Bess. Escuela del Refugio". Y la llamada en la distancia de María: "Voy a ser maestra, como usted... Y prométame que nunca nos diremos adiós".
Y así, entre emociones llegamos al final de toda historia real, con los títulos finales de crédito: "El Acta McKinney-Vento de 1987 aseguró los derechos para la educación de los niños sin hogar. En 1988 se construyó una nueva escuela para los niños sin hogar en Salt Lake City. Stacey Bess continuó enseñando allí durante ocho años más. Y en 1995 Stacey fue galardonada con el National Jefferson Award por el gran servicio público por una persona de 35 años o menos. Y ella continúa hablando alrededor del país para promover la educación y los servicios a la comunidad".
Y luego la presentación de Emily VanCamp, la actriz principal, de la propia Stacey Bess.
Y cuando llegamos al final, aparecen todas las enseñanzas que nos regala esta película más allá de la pizarra, enseñanzas bien estudiadas en distintos foros:
- Que toda persona, a pesar de las circunstancias en las que viva (pobreza, desarraigo, injusticia,…) no deja de ser una persona con dignidad, sueños, derechos, expectativas y una vida por delante. Y hay que atenderles como un ser humano que son.
- Que a pesar de la “crisis” (algo que nos acompaña en España durante ya una década) y los recortes en educación, la necesidad agudiza el ingenio y que debe permanecer la ilusión por el presente y la esperanza por el futuro.
- Que todos cuentan y contar con los demás nos hace mejores, como Stacey contó con el vejo profesor de arte, o con la mujer que sabía algo de música.
- Que cuando algo lo hacemos nuestro y lo queremos, lo convertimos en un lugar digno, aunque aparentemente sea indigno. Y que a eso le llamamos vocación, la capacidad de dar la vida por lo que uno cree, sin poder al dinero como primer objetivo. Y la vocación en docencia va unida a la responsabilidad, el trabajo bien hecho, el cuidado y cariño hacia los alumnos.
- Que los que deciden hacer algo en nuestra sociedad son los que marcan la diferencia en la vida de las personas, como la diferencia que ha marcado con su ejemplo de vida Stacey Bess.
Porque Stacy Bess tiene una vida prolífica y ejemplar. Educadora, escritora y conferencista, galardonada con numerosos premios por su labor en pro de los niños sin techo de los Estados Unidos. Casada desde hace tres décadas, es la feliz madre de seis chicos (en la película va por el número tres) y ahora está dedicada a escribir y a dictar charlas por la misma causa.
Y esta película (basada en su vida) nos devuelve el gran amor y vocación que existe en la profesión de maestro. Porque más allá de la pizarra hay mucho que enseñar, mucho por lo que amar y por lo que luchar. Y más allá de la pizarra están grandes profesores que todos recordamos. Y hoy recuerdo a todos aquellos que conocí en el Colegio La Inmaculada de Armenteros, con Don Samuel a la cabeza.
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