Acaba de estrenarse la película Mi amigo el gigante (2016) dirigida por el Rey Midas de Hollywood, Steven Spielberg, basada en el cuento de Roald Dahl, "El gran gigante bonachón". Un historia de un gigante que es la conjunción de dos gigantes en sus respectivos campos (cine y literatura) y que confluyen en esta historia.
Spielberg quería hacer esta película desde hace 20 años, justo desde que consiguió que su primer hijo conciliase el sueño con el cuento de Roald Dahl, publicado en 1982 y que contaba con las ilustraciones de su inseparable colaborador Quentin Balke, con el que forma un matrimonio perfecto, y en cuyo dibujos se han basado los diseñadores de la película.
Se dice que hay escritores que dedican toda su vida a cristalizar su universo en una única obra inmortal. También hay escritores que dan con la tecla y consiguen aupar dos o tres de sus libros a la categoría de imprescindibles. Pero son pocos, muy pocos, los que pueden enorgullecerse de tener casi todos sus títulos dentro de un canon. Roald Dahl, de cuyo nacimiento en Cardiff se cumple un siglo este año, es uno de esos escogidos. Es difícil nombrar uno de sus libros sin tener ya formada en la cabeza una idea sobre su trama y, claro, sus protagonistas: James (el del melocotón gigante), Charlie (el de la fábrica de chocolate), Jorge (el de la medicina mágica) o Matilda (la niña mágica) comparten juventud, espíritu rebelde e inteligencia. Porque Roald Dahl creó personajes extraordinarios que desnudan las contradicciones del mundo de los adultos.
Poeta, cuentista y también escritor de novelas para adultos el centro de su producción literaria lo ocupan sin embargo esos niños irrepetibles y rodeados de magia que convirtió en protagonistas de sus obras y, por extensión, en sus más fieles lectores. Porque todos nos sentimos especiales al leer sus libros, o porque supo canalizar nuestras dudas y asombros de entonces en sus personajes, los libros de Roald Dahl son una invitación a la independencia y a la crítica, y una lectura imprescindible para los más jóvenes. El universo de Dahl lo conforman personajes indómitos, inteligentes, curiosos y rebeldes para los que su corta edad nunca es un freno.
Y Dahl es un escritor de cine, porque, además de "El gran gigante bonachón", otras obras han visto su réplica en la gran pantalla. En 1943 publicó su primera obra para un público infantil, "Los Gremlins" (llevada al cine por Chris Columbus en 1984), y otras obras claves fueron: en 1961 "James y el melocotón gigante" (película de animación de Henry Selick en 1996), en 1964 "Charlie y la fábrica de chocolate" (que Tim Burton en 2005 llevó al cine), en 1979 "El Superzorro" (llevada al cine en 2009 por Wes Anderson como Fantástico Sr. Fox), en 1973 "Charlie y el gran ascensor de cristal", en 1975 "Danny el campeón del mundo", en 1978 "El enorme cocodrilo", en 1980 "Los Cretinos", en 1981 "La maravillosa medicina de Jorge", en 1983 "Las Brujas" y en 1988 "Matilda" (que Danny DeVito llevó al cine en 1996).
Y no es de extrañar que hace 20 años Spielberg empezarse a dar vueltas a nuestra película de hoy, junto a sus aliados habituales, los productores Frank Marshall y Kathleen Kennedy, la guionista Melissa Mathison (guionista de E.T. y exmujer de Harrison Ford, fallecida antes del estreno), el fotógrafo Janusz Kaminski y la inolvidable música de John Williams que, con esta película, suma 24 partituras para películas dirigidas por Spielberg.
Y así nació Mi amigo el gigante, que muchos comparan con el nuevo E.T. el extraterrestre (por cierto, estrenada el mismo año que Dahl escribiera este cuento que hoy nos reúne), debido a la amistad de una niño con un ser de otro mundo: en 1982 fue la amistad de un niño llamado Elliott y ese peculiar ser pequeño venido de otro planeta que es abandonado y busca "Mi casa"; en 2016 es la amistad de una niña llamada Sofía y un gigante poco gigante para lo que se estila en su país. Pero lo cierto es que la película se parece mucho más a Peter Pan: tenemos un gigante que no crece como los demás (porque sigue una dieta vegetariana) y que duerme en un barco pirata; y una niña huérfana a la que se le lleva al país de las nubes donde descubre el mundo de los gigantes; y en ese país, ambos perseguirán sus sueños que, por cierto, tienen forma de luces que podrían ser hadas como Campanilla. Sea como sea, perfectamente Spielberg puede haber intentado sintetizar partes de E.T. y de Hook (1991), porque estas tres obras encierran un mundo infantil especial en la cinematografía de este Rey Midas que convierte en oro todo lo que toca, también los sueños de la infancia, quizás porque como él ha escrito (y confirmado), el padecer un síndrome de Asperger le hace atesorar una particular imaginación y dotes para su profesión, unidos a su más que posible síndrome de Peter Pan, el del adulto que no quiere crecer y que defiende la inocencia como una gran virtud.
La historia nos sitúa en los años 80 en Londres, aunque la ambientación de la ciudad sea casi dickensiana. Allí conocemos a la pequeña Sofía (magnífica Ruby Barnhill, omnipresente y bien presente siempre), una huérfana que vive en un orfanato, quien una noche descubre a un gigante llamado BFG (Mark Rylance, ya actor fetiche de Spielberg, aunque la idea inicial fue que fuera interpretado por Robin Williams) que se dedica a cazar sueños y a repartirlos entre los más desfavorecidos. Y así comienza: "Era la hora embrujada, cuando los monstruos deciden salir, cuando las personas desaparecen. Las niñas dicen que la hora de las brujas es a la medianoche. Yo creo que es a las tres de la mañana, cuando soy la única que aún está despierta. Como siempre. Como ahora".
Y en una de esas noches Sofía descubre al gigante, aunque ella relatara como un mantra: "Nunca te levantes de la cama. Nunca vayas a la ventana. Nunca mires detrás de la cortina. Y así es como comienza nuestra historia". Y el gigante se la llevará a su mundo, el País de los Gigantes, donde la niña descubrirá un territorio maravilloso, aunque no exento de peligros, ya que el resto de los gigantes (Tragamollejas, Estrujaniños, Aplastadamas, Bebesangres, Machucahombres, Zampamofletes, Picacarnes, Revientahuesos y el Pequeño Carnicero) son mucho más grandes que BFG, del que abusan, y les encanta comerse a los niños, a los que llaman los guisantes humanos. Entre ellos, dos seres solitarios cada uno en su mundo (la niña no tiene amigos en el orfanato y se refugia en la lectura por la noche, y el gigante es el rarito de su país, pues a causa de su dieta vegetariana mide solo 7 metros, frente a los 15 metros de los demás), se establece una especial amistad, donde resulta muy simpático la forma de hablar de BFG: "No puedo hacer todo a derechas. A veces hago cosas a izquierdas". Finalmente, ambos conseguirán la ayuda de la mismísima reina de Inglaterra para enfrentarse a los gigantes malvados. Lo dicho, dos gigantes, uno de la literatura (Roald Dahl) y otro del cine (Steven Spielberg), se reúnen para devolvernos la magia y enseñanzas de un gigante bonachón, que solo al leer la sinopsis de la novela uno puede entrever: "Aquella noche Sofía no podía dormir, se lo impedía la luz de la luna que entraba en el dormitorio. Saltó de la cama para cerrar las cortinas, y entonces vio horrorizada cómo un gigante se acercaba por la calle: el Gran Gigante Bonachón entra por la ventana del orfanato, envuelve a la pequeña Sofía en una sábana y se la lleva al País de los Gigantes. Pero en esas tierras viven también gigantes malos. Sofía y el Gran Gigante Bonachón tendrán que hacerles frente a todos. Eso sí, con la ayuda de la reina de Inglaterra".
Es posible que Mi amigo el gigante no sea una obra de la envergadura en la literatura de Peter Pan o en el cine de E.T. el extraterrestre, pero como éstas, es una obra digna para ver en familia y recuperar la magia de la infancia, los sueños y los valores.
Poeta, cuentista y también escritor de novelas para adultos el centro de su producción literaria lo ocupan sin embargo esos niños irrepetibles y rodeados de magia que convirtió en protagonistas de sus obras y, por extensión, en sus más fieles lectores. Porque todos nos sentimos especiales al leer sus libros, o porque supo canalizar nuestras dudas y asombros de entonces en sus personajes, los libros de Roald Dahl son una invitación a la independencia y a la crítica, y una lectura imprescindible para los más jóvenes. El universo de Dahl lo conforman personajes indómitos, inteligentes, curiosos y rebeldes para los que su corta edad nunca es un freno.
Y Dahl es un escritor de cine, porque, además de "El gran gigante bonachón", otras obras han visto su réplica en la gran pantalla. En 1943 publicó su primera obra para un público infantil, "Los Gremlins" (llevada al cine por Chris Columbus en 1984), y otras obras claves fueron: en 1961 "James y el melocotón gigante" (película de animación de Henry Selick en 1996), en 1964 "Charlie y la fábrica de chocolate" (que Tim Burton en 2005 llevó al cine), en 1979 "El Superzorro" (llevada al cine en 2009 por Wes Anderson como Fantástico Sr. Fox), en 1973 "Charlie y el gran ascensor de cristal", en 1975 "Danny el campeón del mundo", en 1978 "El enorme cocodrilo", en 1980 "Los Cretinos", en 1981 "La maravillosa medicina de Jorge", en 1983 "Las Brujas" y en 1988 "Matilda" (que Danny DeVito llevó al cine en 1996).
Y no es de extrañar que hace 20 años Spielberg empezarse a dar vueltas a nuestra película de hoy, junto a sus aliados habituales, los productores Frank Marshall y Kathleen Kennedy, la guionista Melissa Mathison (guionista de E.T. y exmujer de Harrison Ford, fallecida antes del estreno), el fotógrafo Janusz Kaminski y la inolvidable música de John Williams que, con esta película, suma 24 partituras para películas dirigidas por Spielberg.
Y así nació Mi amigo el gigante, que muchos comparan con el nuevo E.T. el extraterrestre (por cierto, estrenada el mismo año que Dahl escribiera este cuento que hoy nos reúne), debido a la amistad de una niño con un ser de otro mundo: en 1982 fue la amistad de un niño llamado Elliott y ese peculiar ser pequeño venido de otro planeta que es abandonado y busca "Mi casa"; en 2016 es la amistad de una niña llamada Sofía y un gigante poco gigante para lo que se estila en su país. Pero lo cierto es que la película se parece mucho más a Peter Pan: tenemos un gigante que no crece como los demás (porque sigue una dieta vegetariana) y que duerme en un barco pirata; y una niña huérfana a la que se le lleva al país de las nubes donde descubre el mundo de los gigantes; y en ese país, ambos perseguirán sus sueños que, por cierto, tienen forma de luces que podrían ser hadas como Campanilla. Sea como sea, perfectamente Spielberg puede haber intentado sintetizar partes de E.T. y de Hook (1991), porque estas tres obras encierran un mundo infantil especial en la cinematografía de este Rey Midas que convierte en oro todo lo que toca, también los sueños de la infancia, quizás porque como él ha escrito (y confirmado), el padecer un síndrome de Asperger le hace atesorar una particular imaginación y dotes para su profesión, unidos a su más que posible síndrome de Peter Pan, el del adulto que no quiere crecer y que defiende la inocencia como una gran virtud.
La historia nos sitúa en los años 80 en Londres, aunque la ambientación de la ciudad sea casi dickensiana. Allí conocemos a la pequeña Sofía (magnífica Ruby Barnhill, omnipresente y bien presente siempre), una huérfana que vive en un orfanato, quien una noche descubre a un gigante llamado BFG (Mark Rylance, ya actor fetiche de Spielberg, aunque la idea inicial fue que fuera interpretado por Robin Williams) que se dedica a cazar sueños y a repartirlos entre los más desfavorecidos. Y así comienza: "Era la hora embrujada, cuando los monstruos deciden salir, cuando las personas desaparecen. Las niñas dicen que la hora de las brujas es a la medianoche. Yo creo que es a las tres de la mañana, cuando soy la única que aún está despierta. Como siempre. Como ahora".
Y en una de esas noches Sofía descubre al gigante, aunque ella relatara como un mantra: "Nunca te levantes de la cama. Nunca vayas a la ventana. Nunca mires detrás de la cortina. Y así es como comienza nuestra historia". Y el gigante se la llevará a su mundo, el País de los Gigantes, donde la niña descubrirá un territorio maravilloso, aunque no exento de peligros, ya que el resto de los gigantes (Tragamollejas, Estrujaniños, Aplastadamas, Bebesangres, Machucahombres, Zampamofletes, Picacarnes, Revientahuesos y el Pequeño Carnicero) son mucho más grandes que BFG, del que abusan, y les encanta comerse a los niños, a los que llaman los guisantes humanos. Entre ellos, dos seres solitarios cada uno en su mundo (la niña no tiene amigos en el orfanato y se refugia en la lectura por la noche, y el gigante es el rarito de su país, pues a causa de su dieta vegetariana mide solo 7 metros, frente a los 15 metros de los demás), se establece una especial amistad, donde resulta muy simpático la forma de hablar de BFG: "No puedo hacer todo a derechas. A veces hago cosas a izquierdas". Finalmente, ambos conseguirán la ayuda de la mismísima reina de Inglaterra para enfrentarse a los gigantes malvados. Lo dicho, dos gigantes, uno de la literatura (Roald Dahl) y otro del cine (Steven Spielberg), se reúnen para devolvernos la magia y enseñanzas de un gigante bonachón, que solo al leer la sinopsis de la novela uno puede entrever: "Aquella noche Sofía no podía dormir, se lo impedía la luz de la luna que entraba en el dormitorio. Saltó de la cama para cerrar las cortinas, y entonces vio horrorizada cómo un gigante se acercaba por la calle: el Gran Gigante Bonachón entra por la ventana del orfanato, envuelve a la pequeña Sofía en una sábana y se la lleva al País de los Gigantes. Pero en esas tierras viven también gigantes malos. Sofía y el Gran Gigante Bonachón tendrán que hacerles frente a todos. Eso sí, con la ayuda de la reina de Inglaterra".
Es posible que Mi amigo el gigante no sea una obra de la envergadura en la literatura de Peter Pan o en el cine de E.T. el extraterrestre, pero como éstas, es una obra digna para ver en familia y recuperar la magia de la infancia, los sueños y los valores.
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