Dos especialidades médicas y quirúrgicas son especialmente proclives a la épica en Medicina, más en la medicina del niño y adolescente, nuestra Pediatría: las que afectan al corazón y las que afectan al cerebro. Ni mucho menos queremos decir con esto que el resto tengan menos importancia (y especialmente la siempre presente Oncología Pediátrica), pero el consciente e inconsciente colectivo nos lleva a estos dos órganos esenciales del organismo y las historias que hay detrás.
Ya revisamos una historia especial alrededor de la Cardiología y Cirugía cardíaca pediátrica: A corazón abierto (Joseph Sargent, 2004) con un significativo título original, "Something the Lord made", la historia de tres profesionales (Vivien Thomas, Alfred Blalock y Helen Taussing) que marcaron un momento clave de la cirugía cardíaca. Y hoy revivimos otra película especial, en este caso alrededor de la Neurocirugía pediátrica: Manos milagrosas (Thomas Carter, 2009) con el título original de "Gifted Hands: The Ben Carson Story", la historia de Ben Carson, un neurocirujano pediatra de renombre conocido por realizar operaciones de muy alto riesgo y con una historia de superación digna de la gran pantalla, y en la que podemos revisar en su biografía que ha combinado con su faceta de filántropo, escritor, seguidor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y político (llegó a ser precandidato presidencial republicano de Estados Unidos este mismo año 2016).
Ben Carson llegó a ser conocido por sus habilidades quirúrgicas e innovadoras técnicas que le hicieron acceder a tratar casos desesperados. Entre ellas se cuentan el primer tratamiento intrauterino para aliviar la presión sobre el cerebro en hidrocefalia fetal, convirtiéndose en el primer cirujano en operar a un feto dentro del útero. Además, Carson realizó en 1985 un peligroso procedimiento quirúrgico, la hemisferectomía, que consiste en extraer la mitad del cerebro en pacientes con epilepsias graves rebeldes refractarias al tratamiento y con lesión orgánica demostrable. Y también, y es el motivo sobre el que gravita esta película, Carson se hizo conocido como un experto en uno de los tipos de cirugía más difíciles: la separación de gemelos siameses.
Y así comienza Manos milagrosas. Primeras escena: Ulm, Alemania Occidental, 1987; a un matrimonio se le da una mala noticia, que intuimos por la prueba de imagen del fondo. Segunda escena: Hospital John Hopskings, Baltimore, y allí reconocemos en la sala de quirófano una operación de neurocirugía, donde le presentan el caso de la familia alemana al prestigioso Dr. Carlson. Son dos gemelos que comparten el cráneo, lo que se conoce como craneópagos: son Johan y Stephan Rausch...
Y a continuación un largo flash back que ocupa la mayoría de los 90 minutos de metraje, un flash back de su infancia, adolescencia, juventud y madurez (aquí interpretado por Cuba Gooding Jr.). Porque Ben Carson tenía muy pocas posibilidades de triunfar en la vida. Hijo de padres separados, afroamericano criado en la pobreza y rodeado de prejuicios raciales, tuvo una infancia con muy poca confianza en sí mismo (aunque su madre le decía: "Tienes todo el mundo aquí adentro. Solo tienes que ver más allá de lo que puedes ver"), una adolescencia en que se volvió un niño irascible y un mal estudiante. Aun así, su madre, su eterno gran apoyo, siempre creyó en él, fomentó su imaginación, su inteligencia y, sobre todo, la confianza en sí mismo. Fue precisamente esa fe la que hizo cambiar y que en una de esas historias de superación, se convirtiera en uno de los mejores neurocirujanos del mundo.
Conviene recordar la escena en que consigue el premio al mejor expediente académico del instituto y entonces oímos las palabras de la directora, tan negativas como equivocadas: "Benjamin es un chico de color. No tiene padre reconocido. Vino a nosotros con una enorme desventaja. No hay razón por la que ustedes no lo hicieran mejor que él. ¿Qué ocurre con ustedes? Deberían estar avergonzados". La cara de Benjamín y de su madre nos lo dice todo... Pero ya se sabe en la vida: de las dificultades se sale ganando si lo leemos bien. Y ellos lo hicieron. Porque la gente se equivoca, pero el destino no.
Y la película prosigue por etapas importantes de su vida: en 1969 logra ingresar en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, y allí se enfoca a la Neurocirugía, simplemente porque el cerebro le apasiona. En 1976 logra todo un reto: ser el primer afroamericano en incorporarse como residente en la John Hopkins, entidad que solo acepta dos estudiantes al año en Neurocirugía frente a cientos de aspirantes. En 1985 logra la plaza de Jefe de Neurocirugía Pediátrica de tan prestigioso hospital, y allí comienza a ver casos sindrómicos bien complicados de Von Hippel Lindau, de Rasmunssen, de epilepsias graves rebeldes polirresistentes a fármacos, etc. Y ya en 1987 se le considera ya uno de los mejores neurocirujanos pediátricos del mundo... Porque tuvo fe y esa fe le acompañó durante su formación y profesión.
Porque la película nos muestra la belleza y la magia de aprender, del conocimiento, del superarse a sí mismo, de la nobleza de ser un poco mejor cada día y salir del analfabetismo. Le pasó a Ben, a su hermano y le pasó a su madre..., quien era analfabeta y no quiere lo mismo para sus hijos, que iban por el mismo camino. Las imágenes frente a la tele en blanco y negro viendo un programa cultural de preguntas (al estilo de nuestro "Cifras y Letras") es una forma bien sencilla de contarnos los avances conseguidos por ellos... O también esa costumbre tan extendida en las escuelas estadounidenses de deletrear, y que tuvimos de revisar en Cine y Pediatría en la película Spellbound, Al pie de la letra (Jeffrey Blitz, 2002).
Y el colofón de toda película de estas características: "Los gemelos Rausch sobrevivieron a la cirugía y regresaron a Alemania donde viven en la actualidad. Ben Carson ha operado desde entonces cinco pares de gemelos craneópagos. Ha operado a cientos de niños y hoy en día las hemisferectomías son tratamientos aceptados en niños propensos a convulsiones frecuentes y graves. El Dr. Carson continua como Jefe de Neurocirugía Pediátrica del hospital Johns Hopkins. Él y su esposa Candy fundaron la Beca Carlson que se otorga a estudiantes que se esfuerzan por lograr la excelencia académica".
Así son las historias que merecen ser contadas. Excelencia académica, excelencia profesional para conseguir unas manos milagrosas... Esa manos milagrosas que hoy se han visto relacionadas con la neurocirugía pediátrica, pero que es posible conseguir en cualquier especialidad pediátrica y en cualquier área de la medicina. Los pacientes lo esperan de nosotros.
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