Ousmane Sembene, el cineasta, escritor y activista políticos senegalés que fue una de las figuras fundamentales del despertar cultural africano poscolonial, murió en su hogar en Dakar a los 84 años. Y de ello hace ya casi una década, momento en el que África perdió su mayor referente en el séptimo arte, pues ha sido considerado como el padre del cine africano, dejando tras de sí un gran legado. Porque decidió filmar películas en los años 60, en parte porque creía que el cine podía alcanzar a un público más grande y diverso que la literatura.
Su debut de 1965, Black Girl, es considerado como la primera película en África. Sus señas de identidad en el séptimo arte, reflejados a través de las diez películas y varios cortos que Sembene filmó a lo largo de su vida, son: el conflicto entre tradición y modernidad, entre las naciones africanas independientes y sus colonizadores, con un tensión fílmica entre el drama y la comedia. Xala (1974) es considerado por muchos como su mejor obra, que trata temas como la poligamia, la medicina tradicional africana y los contrastes entre la vida urbana y la rural. Temas parecidos reaparecen en Guelvar (1993) y Faat-kine (2001). Pero hoy hablamos de su última creación, que tocó temas dolorosos y controvertidos, uno crucial como es la persistencia de la ablación genital femenina: la película se llama Mooladé (2004), que en lenguaje nativo significa protección (subtítulo de la película) y con la que alcanzó el premio a Mejor película ("Un certain regard") en el Festival de Cannes.
Ya hace seis años en Cine y Pediatría denunciamos la mutilación genital femenina a través de la película Flor del desierto (Sherry Hormann, 2009), un biopic sobre la extraordinaria vida de Wallis Dirie, la top model, escritora y activista somalí (cuyo nombre Wallis, en somalí significa “flor del desierto”). Porque la mutilación genital femenina es una forma de maltrato sistemático en el mundo que se realiza a unas 2 millones de niñas menores de 14 años cada año,... y, por ello, toda película denuncia es bienvenida, pues este hecho sigue vigente en más de 25 países africanos. Pero mientras Flor del desierto la historia transcurre principalmente en Londres, con recuerdos de la Somalia natal de su protagonista, Mooladé es realizada y producida en África, y acaece en una población rural de Burkina Faso, de forma que nos sumerge en la vida cotidiana de estas familias africanas.
Mooladé plantea en forma de controversia varios temas de enorme interés como son la denuncia de la ablación, el debate existente en las sociedades africanas en torno al peso de la tradición y la modernidad en su desarrollo y, finalmente, la lucha de las mujeres rurales africanas por transformar las relaciones de dominación que les son impuestas por los hombres. La denuncia de la ablación constituye el cuerpo narrativo fundamental de la película, una práctica con supuesta connotación religiosa pero que claramente está dirigida al control y dominación de las mujeres por parte de los hombres. La ablación, además de de la gravedad en sí que conlleva la mutilación genital, puede implicar graves problemas de salud, tanto cuando se está realizando (herramientas poco apropiadas, falta de anestesia) como posteriormente (infecciones crónicas, dolores, etc.), y de tipo psicológico y de desarrollo personal. Todo lo anterior era evidente en Flor del desierto y lo vuelve a ser en Mooladé.
La mutilación genital femenina, como cualquier otro mecanismo de control y dominación, se acostumbra a sustentar sobre todo un entramado ideológico que lo justifica y que le da sentido. En la película vemos cómo la ablación se entiende como una forma de purificación de la mujer y cómo se sanciona a aquellas mujeres que no han pasado por este ritual, conocidas como "bilakoro", impidiendo que sean aceptadas en matrimonio. El acto de la ablación, conocido como "salindé" en lengua mandinga, es un acontecimiento en la vida de una mujer y suele tener lugar a los siete años, bajo la mirada condescendiente de los hombres (y de muchas madres). Y como nos explica su director: "Durante las dos semanas que preceden a la entrada en el bosque sagrado, las madres y las tías preparan psicológicamente a las niñas para que aguanten el dolor sin gritar, sin quejarse. Deben controlar y dominar la mordedura viva y abrasadora del cuchillo. Si puede con el dolor, la joven demostrará que de mujer sabrá sobreponerse a los tormentos y las aflicciones de la existencia. La salindé coloca a la niña al nivel de esposa. Alcanza la cima de la honorabilidad, entra en el círculo de las madres colmadas, la eleva al rango de realeza. La mujer que ha pasado por la ablación simboliza la pureza. Es un honor para su marido, para su familia".
Por ello, Moolaadé nos presenta a Collé Ardo (Fatoumata Coulibaly, protagonista de esta película y quien en su vida real lleva más de 15 años luchando contra la ablación genital como estrella de la radio y televisión en Mali), la segunda de las tres esposas de un hombre que vive en un pueblo africano de Burkina Faso, quien hace siete años no permitió que su hija fuera sometida a la ablación, una práctica que le parece una barbarie y que ella también sufrió. La historia se centra en cómo cuatro niñas huyen para escapar del ritual de la "purificación" y piden a Collé que las proteja. A partir de ese momento, se enfrentan dos valores: el respeto al derecho de asilo (el "moolaadé") y la tradición de la ablación (la "salindé"). Con su decisión de acoger y ayudar a las niñas Collé Ardo provoca una crisis en la vida de la aldea, de forma que incluso les prohíben oír la radio y las mujeres exclaman: "Los hombres quieren encerrar nuestros pensamientos". Collé incluso soportará el sufrimiento del castigo y la humillación pública antes que renunciar a su posición, desencadenando así una auténtica rebelión de mujeres que exigen que ninguna niña más sea mutilada: "La purificación viene de tiempos inmemoriales. El islam exige que la mujer sea purificada. Y tú, una simple mujer, no respeta la tradición. ¿Quién eres tú para deshonrarnos de este modo?, le dice. Un vendedor ambulante, al que conocen como El Mercenario, defiende a Collé de los latigazos de su marido (una escena muy dura), pero los hombres del pueblo le espetan: "Has impedido que un hombre pegue a su mujer. ¿Qué te has creído?". Por otra parte, Amsatou, la hija de Collé, ya está en edad de casarse y la pretende el hijo del jefe del pueblo, un joven que acaba de llegar de París. Hasta la fecha, ningún hombre se ha atrevido a casarse con una mujer "bilakoro", una mujer no purificada. Y así él se defiende: "Padre, con quien me case es asunto mío" y la niña le dice "Soy una bilakoro y seguiré siendo una bilakoro". Y al final, la película nos muestras con las radios ardiendo y una antena de televisión, todo lo prohibido para esta sociedad...
En la película se muestra claramente el peso de la tradición en la realización de esta práctica. La discusión del Consejo de ancianos y notables, máximo órgano de poder en la comunidad, sobre la demanda de las Purificadoras contra Collé ilustra claramente esta idea. En su exposición inicial la Purificadora afirma: "La purificación es una tradición. Nadie puede oponerse a una tradición". En otro momento, el mismo cuñado de Collé trata infructuosamente que ésta retire su protección a las niñas, tras lo cual se queja a la primera esposa de su hermano menor diciéndole: "La segunda esposa carece de modales. Es una maleducada. La purificación se remonta a tiempos inmemoriales, pero ella está empeñada en desafiar la tradición. Prefiero morir antes que verlo".
La película se opone tanto a la mutilación como a cualquier forma de discriminación vinculada a ésta. La misma Collé le dice a su hija en un determinado momento: "No te avergüences de ser una bilakoro. Perdí a tus dos hermanas en el parto. Te di el nombre de la doctora que te salvó la vida al nacer. Tuvo que rasgarme de aquí hasta aquí para sacarte. La purificación no es buena. Ser una bilakoro no te impide ser una buena esposa, una buena madre, ni saber cuidar de tu marido". Y esta es la posición del director de la película: denunciar la ablación como mecanismo de control de las mujeres, porque la "salindé" permite a los hombres controlar la fidelidad y la sexualidad de sus mujeres y debe abolirse.
Y otro mensaje que nos regala la película es que pone en evidencia la lucha de las mujeres rurales africanas por generar cambios a favor de una mayor equidad sin abandonar por completo su propia cultura.
Porque Moolaadé es un alegato africano contra la ablación. De ahí la importancia de esa cinta de colores que atraviesa el umbral de la puerta de esa casa de barro, porque ella simboliza el "moolaadé", o ancestral derecho de asilo. Y esta poderosa palabra, cargada de un valor jurídico y portadora de presagios, da título a la última película de Ousmane Sembene, el testamento que este cineasta senegalés construye como retrato de la sociedad africana rural y un devastador alegato contra la ablación.
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